Capítulo 7

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Faith

—Me resulta curioso cómo es que terminé teniendo de asistente a una de las hijas de Thomas Petterson —comentó dándole un sorbo a su copa de vino sin cortar el contacto visual.

Me removí en mi sitio desviando la mirada por un momento, el ambiente en el lugar era tranquilo y agradable, a diferencia de otros sitios no era tan ostentoso.

—Bueno, cuando una está desesperada acepta el trabajo que le convenga —respondí recordando lo desesperada que me encontraba al haberme quedado sin trabajo y con todas las deudas encima. No era una bonita sensación.

—¿Qué sucedió? —preguntó perpetuando la curiosidad en sus ojos.

—Hace mucho que me alejé de mi familia, decidí tomar mi propio camino y heme aquí —forcé una sonrisa bajando la mirada a mi plato.

—Entiendo —fue su respuesta, no volvió a emitir otra palabra por un largo rato lo cual agradecí. No me agradaba hablar de cómo llegué a ser una simple asistente después de estar al frente de una gran empresa.

Lo que llevó a alejarme más de mi familia fue la injusticia que mi padre hizo al quitarme el cargo que tanto esfuerzo me tomó ganar, en una muestra de castigo por lo mal que había actuado y dejando en claro que no tenía su apoyo. Al no querer escuchar reproches e insultos de la inmoralidad que había cometido, que hasta el día de hoy ni siquiera yo sabía lo sucedió esa noche, decidí marcharme de casa sin dar explicaciones, no quería un puesto en la empresa de papá ni su dinero.

Desde hace cinco años sin su ayuda me enfrentado a todo, si, es cierto que gracias a influencias no se me dificultó encontrar trabajo pero lo cierto es que gracias a mi buen desempeño es que he logrado preservarlos. No merecía el despido en la empresa del señor Marshall, siempre di todo de mí para lograr un ascenso que nunca me dieron.

—Aunque no me ha ido tan bien cómo quisiera —comenté luego de un rato haciéndolo alzar una ceja.

—¿No? ¿Tan mal la he tratado, señorita Petterson?

—Ah, no, no me refería a eso —sonreí —es sólo que después de ostentar de un gran cargo terminé como asistente. Y de usted no tengo quejas, señor, ha sabido tratarme.

Le guiñé un ojo y me deleité al ver su perfecta sonrisa, sus dientes blancos y perfectamente alineados. «¿Podría ser más perfecto»

—Es bueno saberlo, me esmero por ser un buen jefe —comentó con sorna, claro que era consciente de lo déspota que era y al parecer le gustaba serlo. ¡Vaya hombre!

—Si, eso dicen —me burlé

—Mi trabajo es impecable, por lo tanto me gusta que el de mis empleados sea igual. No me gusta trabajar con gente inepta, no las tolero.

—Comparto su opinión. Desde antes de entrar a trabajar con usted escuché de lo exigente que era, del temor que sus empleados le tienen, sabía a lo que me enfrentaba y sinceramente espero que usted se encuentre a gusto con ello.

—Lo estoy, en todos los ámbitos —su voz se enronqueció causándome un hormigueo en cierta parte de mi cuerpo.

—Sus empleados me calcularon una semana como máximo, ¿cree usted que dure más?

Ladeo su cabeza e hizo una mueca.

—Yo espero que si.

Miré la hora en mi teléfono, era algo tarde, por lo que me levanté disculpándome para ir al baño a retocar el maquillaje. Aiden no paraba de llamar y sino contestaba no dejaría de insistir, hace dos días que no le cogía las llamadas después de cómo terminó la última que hicimos.

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