Capítulo 21

65 8 0
                                    

Mariana
Podría dramatizar y formar un escándalo, incluso podría acusarlo de estafa. Pero eso no es una opción que pueda o quiera tomar. Primero porque soy una pobretona irresponsable que no leyó los malditos acápites de un contrato, culpable hasta la madre de mi estúpido acto, y él es un millonario que no tiene nada que perder si lo demando porque la razón la tiene, no me obligó, yo solita metí la pata y bien. Y segundo, porque a quién quiero engañar, estoy encabronada por su trampa pero exitada por sus sensuales y posesivas palabras.

«¿Será que soy masoquista verbal o algo así?».

—Firmaste unos papeles que me dan el total privilegio de verte bailar —agrega sin dejar de sonreír el muy cabrón. Tiene una sonrisa demasiado hermosa para mis mortales ojos y se me hace imposible enfurecerme con tal creación divina.

«¡¿Mariana a dónde ha ido tu pureza mental?!».

—Qué hijo de... —pronuncio y un gesto de su parte es suficiente para hacerme callar.

—Mucho cuidado con lo que harás o dirás a partir de ahora. Capítulo tres inciso f, respetarás y obedecerás a tu superior/jefe/amo, como desee la bailarina nombrar a su único y exclusivo espectador —memoriza cada palabra y abro mi boca en reprimenda.

—¡Amo! ¡¿Qué clase de maniático eres?! —exclamo alzando la voz y me indica callar levantando su dedo índice.

—Shhh, habla bajo, ¿A caso te he alzado el tono? —me pregunta y de mala gana niego con la cabeza.

—Eres perverso —le hago saber y consigo risas de su parte. Comienzo a pensar que tiene algún problema como para no dejar de reír.

—Oh no sabes cuánto —se carcajea.

Acaba de hacerme una mala jugada pero al parecer no calculó todas las partes de la baraja.

—Ok, entonces firmé un contrato que me obliga a bailar solo para ti. Pero supongo que eso solo aplique aquí en Vitale, bien podré ejercer de bailarina en cualquier otra parte a la vez. ¡O mejor! Puedo solicitar la baja, o sea, dimitir antes de cumplir con las reglas de su contrato —suelto sintiéndome orgullosa de lo que lanzó mi mente y la expresión de suficiencia que por un momento mostré se va a la mierda. Franco agarra el contrato con una de sus manos y ojea algunas páginas.

—Capítulo seis inciso a: una vez firmado el contrato no podrá dimitir ni abandonar el lugar de residencia hasta dentro de seis meses en su totalidad. Capítulo seis inciso g,  se le prohíbe a la bailarina ejercer ante público no autorizado, el cual comprende cualquier tipo de persona excepto el señor Franco Rizzo Ferrer, etcétera.

—¡¿Qué!? Pero...

—Mariana no hagas las cosas más graves de lo que son, de hecho, si lo piensas bien es la mejor oferta que recibirás en tu vida. No deberás trabajar cada día y te pagaré diez mil dólares por cada baile.

Sus palabras me hacen agrandar los ojos y sacudo la cabeza asimilando la cifra que mencionó. Y pensándolo bien, no es una mala oferta. ¿Qué tiene de malo bailar para él? Me ahorraré el tener que exponerme frente a un montón de extraños, y ganaré mil veces más.

Carraspeo con la garganta y levanto la mirada, dispuesta a aclarar todo este asunto antes de aceptar lo inevitable. La verdad no sé que hago preguntándome todo ese rollo, acabo de firmar y no tengo otra opción.

—Muy bien, me rindo...

—Igual no tienes de otra —se burla y entorno los ojos.

—Exactamente. ¿Tendrías la amabilidad de explicarme cada capítulo e inciso del contrato? —le pregunto con fingida amabilidad y él asiente—. Pero antes aclárame algo.

«Atrévete, si esa duda te invadió déjala salir y exige una explicación». Me aconsejo a mi misma y lamo mis labios para proseguir.

—¿Por qué yo? —Mi pregunta parece sorprenderlo. Se levanta de la mesa y camina hasta un sillón, lo arrastra hasta pocos centímetros de mi posición y lo ubica frente a mi. Toma asiento y agarra los brazos de mi silla, me jala hacia él y quedamos encarándonos.

—¿Por qué tú qué? —cuestiona con la frente arrugada. Pasea su mirada azul por mi cara y se detiene en mis labios.

Evito la reacción que eso me produce y bajo la mirada, como si con eso dejara de sentirme extraña.

Sus dedos toman mi barbilla y la hacen erguirse.

—Mírame, te he dicho que me mires cuando hablemos —exige—, vamos dime ¿A qué te refieres?

—Sabes a qué me refiero, me acabas de demostrar que la inteligencia te sobra —le digo sugestiva.

—Si sé a qué te refieres, pero quiero que lo digas tú.

Ruedo los ojos.

—Que manía de entornar los ojos, se me escapó ese detalle cuando confeccioné el contrato —dice y espera por mis palabras.

—¿Por qué yo y no otra bailarina? Hay más de seis streeptes mucho más experimentadas que yo —le explico encogiéndome de hombros.

—A todas ellas las han visto bailar más de cincuenta hombres a la noche, en cambio tú... Eres una joya de la danza que tuve el placer de descubrir a tiempo —habla por lo bajo, casi siento su aliento rozar con mis labios—. Estoy bajo mucha presión Mariana, verte bailar ayer me hizo sentir libre de todos mis problemas, sentí que... Me sentí en otro sitio ¿No me entiendes verdad? —cuestiona con la mirada fijada en mis ojos.

—Por supuesto que te entiendo. Siento lo mismo cuando bailo —admito y me regala una sonrisa de lado. De esas que le quedan tan bien.

—Necesito esa paz cuando me esté ahogando.

—Comprendo. Pero aún así, no entiendo porqué no puedo bailar en otro sitio, ni para otras personas.

—Es que no sé, joder. No sé por qué me hierve la sangre solo de pensar que otros ojos te disfruten.

—Muy bien, eso sonó raro —suelto y sonríe.

—Creeme que no, no es tan enfermo como lo piensas, y no espero que lo entiendas ahora tampoco porque ni yo mismo lo hago. El caso es que has firmado y debes cumplir con mis reglas.

—Gracias por recordarme que de cierto modo te pertenezco —alego y río.

—Qué más quisiera —susurra y acerca su rostro al mío. Se aproxima de un modo tan despacio y torturador que soy yo quien acaba con la distancia.

Agarro su corbata y lo atraigo a mis labios. Entonces los pruebo con delicadeza y deleite, recordando la última vez que me besó. Su boca carnosa y ágil me saborea gustosamente y cierro los ojos disfrutando de los movimientos suaves y atrevidos de su lengua.

Sus manos bajan a mi cintura y siento que busca la manera de atraerme a él. No lo hago esperar más y me levanto sin separarme de sus labios.
Y como acto premeditado, termino a horcajadas sobre sus muslos. Un par de manos curiosas se cuelan bajo la falda de mi vestido y le permito tocarme. Me aprieta las nalgas con fuerza y deja mordidas en mi labio inferior. Chupa mi lengua, juguetea con ella y me devora como si su vida dependiera de ello.

Nuestras respiraciones son un desastre y al posar mis manos sobre su pecho siento su corazón latir descontrolado. Experimentar tal reacción en un hombre como él me llena de orgullo y me dejo llevar. Permito que nuestros besos se adueñen del momento y que sus manos me recorran la espalda.

Por primera vez en mi vida hago algo por impulso y me siento a gusto. Una pequeña sensación de miedo se instala en mi pecho pero mi exitación la opaca por completo, permitiéndome disfrutar de mi jefe, ese, el Casanova del que tanto fui advertida.

—Cia... —la palabra cortada proveniente de una mujer me hace salir con rapidez de encima de Franco y me cubro la cara sin siquiera voltearme a ver de quién se trata.

—¡Emma! ¡¿Cómo es qué...?! ¡Emma debiste tocar la puerta! ¡Santo Dio! —reclama mi jefe mientras se voltea para cubrirse la erección que le he producido. Yo continúo volteada arreglando mi cabello, evitando avergonzarme más de lo que estoy.

«Coño chica, en qué rayos te habrás metido ahora». Me digo pensando en la posibilidad de que la voz sea de su novia...

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora