Capítulo 11

61 7 0
                                    

Franco
   —Disculpa, pero esa decisión no te corresponde solo a ti —inquiero apuntándola con mi dedo índice y ella niega con la cabeza—. Riley no estás sola ¿De acuerdo? No tienes porqué hacerlo.

   —No es eso... Yo... Yo no estoy preparada para ser madre —musita cavizbaja y deja la cucharilla de su natilla a un lado de la mesita.

   —Pues yo no estoy de acuerdo con lo que dices, pero tampoco puedo obligarte, siendo sincero yo... Yo no planeaba ser padre.

   —Lo sé, también he pensado en eso. Franqui, no quiero que un bebé nos ate de por vida ¿Entiendes? —dice buscando mi aprobación con su mirada y derrotado asiento.

   Tiene mucha razón y no soy quien para cuestionarlo, porque verdaderamente no lo vimos venir. Y aunque detesto el tema "aborto", al igual que mi familia, lo correcto sería dejarlo a decisión de Riley que será quien se enfrentará a un parto o un aborto un día de estos.

   —Dejo eso en tus manos, no quiero presionarte, estás en todo tu derecho de decidir lo que creas mejor para ti —le hago saber sincero y ella corresponde con la mirada.

━━━━━━━༺༻━━━━━━━
     𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
━━━━━━━༺༻━━━━━━━


   Dejo las llaves del auto sobre la mesa y me quito la camisa mientras camino en dirección a la cocina. Me preparo una ensalada y recuesto mi cintura al borde de la isla del merendero. Llevo el cubierto a mi boca con un poco de lechuga agridulce y masticando llega a mi mente el fabuloso cuerpo de una de mis nuevas empleadas. No es que acostumbre acercarme a las jóvenes que trabajan para mi, pero tampoco oculto los halagos cuando se trata de bellezas como la castaña de la cafetería.

   Una sonrisa se forma en mis labios y dejo el plato en una esquina de la mesa asulejada. Cruzo el pasillo que conduce a mi oficina personal y me adentro a ella. Ruedo los ojos al ver todos mis papeles desordenados sobre el escritorio y los aparto en busca de mi agenda de contactos, donde Gustavo anotó el número telefónico de Mariana.

   Lo encuentro entre las primeras páginas y me apresuro en sacar mi teléfono del bolsillo derecho de mis pantalones para agendarlo. Debato internamente entre mis ganas de hablarle o dejarlo para luego y la primer idea es la triunfadora. Me recuesto al espaldar de la silla y me meso en ella al tiempo que abro el WhatsApp y le escribo un: Hey!

   Tarda unos segundos y el primer signo nervioso se manifiesta en mi pecho cuando llega su respuesta.

   Mariana:
   ¿Hola? ¿Quién eres y quién te dio mi número?

Se me escapa una carcajada al leer su mensaje y niego con la cabeza para contestarle: Soy tu jefe, y no era necesario lo del cuchillito.

   Mariana:
   Disculpe jefe, pensé que era algún viejo verde de esos, nunca se sabe.

   «¿Viejo verde? ¿Pero qué ocurrencias dice?». Me río de sus graciosas expresiones y contesto lo más profesionalmente posible para no ir directo al grano y pedirle una cita. Desde que la vi por primera vez en Miami no sale de mi cabeza y no paro de pensar en cómo sería tenerla de frente a solas...

   Unos minutos de mensajería abrieron camino a mi jugada. Quedamos en encontrarnos en el salón de reuniones de Vitale, con el pretexto de que reconsideraría si despedirla o no, a consecuencia de un "fallo técnico" en sus tacones. Si mi idea funciona, espero al fin conocerla como se debe.

━━━━━━━༺༻━━━━━━━
     𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
━━━━━━━༺༻━━━━━━━

   Bruno me sigue el paso cuando cruzamos el interior del salón de Strippers. Mis bailarinas deleitan al público con sus movimientos y me siento orgulloso del disfrute de cada cliente. El aroma a Whisky, Vodka y Ron se mezcla al pasar por mi nariz y suspiro profundamente cómodo en mi mejor proyecto.

   —¡Mariana Cruz lo está esperando! —habla Bruno en mi oído alzando la voz y le indico que me espere aquí abajo.

   Saludo a unos amigos de mi padre intentando ser breve y cuando me dejan de alabar aprovecho para escabullirme directo a las escaleras. El guardia de la puerta del salón de reuniones me abre y luego de pasar mi mano por mi cabello algo inquieto me adentro al supuesto ajuste de cuentas.

   —Buenas noches, lamento hacerla esperar —saludo cordialmente y el mentón se me cae al piso al encontrarme con un mujerón sentada de piernas cruzadas en uno de los sillones individuales.

   Lleva puesto un atractivo vestido ajustado color negro con un escote tan pronunciado que siento mis ojos salirse de las órbitas. Un par de plataformas bajas embellecen sus delicados pies y su cabello hoy no está recogido como las veces anteriores que la he visto, lo trae suelto y perfectamente peinado. Un maquillaje sencillo la hace lucir más hermosa de lo que es y carraspeo con la garganta y trago saliva para evitar que me chorree al piso.

   —Buenas noches. No se preocupe, creo que he sido muy puntual —contesta y ladea sus exquisitos labios en una sonrisa. Me extiende su mano y la estrecho con la mía—. Así que ya sabe, anote eso de mi puntualidad, quizá ayude a no despedirme —agrega y me hace arrugar la frente antes de echarme a reír con discreción.

   «Esta latina si que está loquita». Me digo a mi mismo, recorro sus facciones con la vista y me fijo en cada maldito detalle que consigue hacerme temblar las piernas.

   —Lo tendré en cuenta —digo y tomo asiento en el sofá frente a ella.

   Estamos solos y la música aquí es a penas audible, por lo que podemos expresarnos cómodamente.

   —Siéntate aquí —le ordeno sonando no tan exigente y ella duda por un momento—, tranquila, solo quiero que hablemos más de cerca para entendernos mejor.

   —Sí, lo imaginé —responde poniéndose de pie, ofreciéndome una vista deliciosa de su cuerpo—. La verdad no imaginé eso —suelta tomando asiento a mi lado y alzo a la par mis cejas.

   —¿Qué imaginaste entonces?

   —Si le digo será un tercer motivo de despido, guardaré silencio —acota.

   —Muy bien, luego me dirás. Ahora a lo que vinimos... —comienzo y hago una pausa—, Mariana... Verás, es que encontré ciertos detalles en tu información personal y... Veo que tienes problemas legales de ciudadanía, o sea, que aún no tienes la residencia, lo cual te convierte en emigrante —le informo y sus ojos se agrandan en sorpresa y nerviosismo. Juguetea con los dedos de sus manos y me atrevo a tomarlas entre las mías para brindarle mi apoyo.

   —Señor yo...

   —Franco.

   —Franco, yo... Yo haré la residencia en el tiempo estipulado por las leyes estadounidenses —me dice con la voz temblorosa.

   —Mírame —le exijo y lo hace—, no voy a despedirte.

   —¿De verdad? —Su ánimo se dispara por las nubes y asiento.

   «Vaya, es un tanto impredecible».

   —No lo haré, pero con la condición de que... —interrumpo mis palabras y lamo mis labios al tenerla tan cerca y no poder hacerle nada de lo que deseo.

   «Joder, como me pone esta mujer». Pienso y un bulto crece bajo la portañuela de mis pantalones. Espero que no lo note.

   —¡Lo que sea! Haré lo que sea —alega y piensa en algo para continuar—, menos prostituirme oyó, eso sí que no, primero muerta que entregarle mi...

   —¿Tu qué? —cuestiono al notar que frena sus palabras. Ella sacude la cabeza y sonríe.

   —Dígame su condición y le diré si está a mi alcance o no —ofrece.

   —Ok, con la condición de que salgas conmigo a cenar.

💃Un baile para Franco🤑✅Where stories live. Discover now