Tres

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Kim Dokja, se sintió patético cuando se cambió de ropa. Vistió un traje, con el pecho semi abierto, sentando en la barra, bebiendo algo ligero, y esperando al objetivo.

Desde pequeño fue adoptado por una organización. Siempre mantuvo oculto el hecho que era un omega, temía que lo llevarán hacer misiones difíciles para él.

Mientras crecía se acostumbró a no confiar en nadie de la organización. A pesar que intento huir, fue descubierto y golpeado seriamente.

Pero está sería su última misión, matar al jefe de la mafia enemiga a cambio de su libertad.

Kim Dokja acepto bajo esos términos.

Actualmente se encuentra esperando en el bar, dicen que suele venir cada cierto tiempo, a pasar su estro con un omega que encuentre.

Aunque varios tipos se le acercaron, los rechazo cortesmente.

Finalmente se armo un alboroto en la entrada, todos las personas comenzaron a murmurar y a sentiras intimidados, cuando una feromona a gas barrió el lugar.
Kim Dokja no fue la excepción, era horrible la sensación.

El bar tiene un fuerte control, tienes que pasar por una revisión meticulosa para evitar que lleven armas. Sin embargo al jefe de la mafia, como dueño del lugar, puede portar libremente.

Kim Dokja subió al segundo piso, se coló en una fila donde llevaban a otros omegas en distintas salas privadas.

Dokja fue llevado a un rincón, en la sala el hombre de extraña feromona, casi viejo y arrugado, estaba sentado rodeado de algunos omegas.

Los guardaespaldas a su alrededor solo vigilaban que ninguno hiciera alguna actividad sospechosa.

Kim Dokja tuvo ganas de vómitar, se dejó acariciar por el hombre, mientras se distraía. Se asqueo por el contacto con el hombre, por lo que no quería seguir actuando.

De su bolsillo sacó un lapicero común y corriente. Su movimiento fue rápido y preciso en el ojo derecho del hombre.

Rompió la botella de una de las mesas y lo lanzó al guardaespaldas más cercano, le arrebató el arma del hombre y disparó directamente en su frente, sin darle el tiempo al resto de contraatacar.

Pero contrario a su estrategia los hombres parecían no hacer nada al respecto. Sospechó que algo estaba mal.

Un gas salió de la habitación que hizo que Dokja cayera desmayado.

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Se despertó en una habitación oscura, uno de sus tobillos estaba sujeto a una cadena de hierro que se conectaba con la cama.

Su ropa seguía en el mismo estado en el que la dejó.

La puerta de la habitación se abrió, revelando antes una feromona salada. La apariencia fornida del hombre se hizo a penas visible con la poca luz que provenía de la lámpara de mesa.

No entró solo, dos hombres entraron con él.

El hombre se sentó en el borde de la cama, observándolo fijamente.
Sus orbes oscuros, su cabellera negra, una cara bonita, del tipo perfecto de Dokja.

One Shot'sWhere stories live. Discover now