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El dolor físico ha desaparecido, pero la amargura y la sensación de pesar siguen presentes, torturando todo su ser

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El dolor físico ha desaparecido, pero la amargura y la sensación de pesar siguen presentes, torturando todo su ser.

No lo entiende. Nada se siente bien.

Aquel camino de su casa a la escuela le hace sentirse extrañamente perdido y desolado en una ciudad desconocida; se siente abandonado, cómo un niño extraviado.

Özil mantiene la mirada abajo, ensimismado en sus turbulentos pensamientos.

Por fin encontró algo en éste lugar que le hizo sentirse bienvenido; sin embargo, ahora tiene que dejarlo atrás. Su padre no le permitirá conservar aquella amistad, ni ninguna otra, ya que para aquel hombre los amigos son únicamente distracciones inservibles.

Sabe que no debe obedecer a su padre, porque todo lo que él hace es por su bien. Su padre quiere su bienestar; su único objetivo es que él sea alguien en la vida. Por ese motivo, Mesut tiene que seguir sus órdenes cómo un cordero ciego.

Lo cierto es que siempre se cuestiona las decisiones que su padre tiene sobre su vida, pero, por más que esté en desacuerdo con su progenitor, no puede hacer nada; se tragara sus pensamientos y acatará las órdenes. Sin embargo, algo en esto es diferente; su cuerpo y mente están en disputa. No sabe que es lo que debe hacer en realidad. Está perdido, necesita ayuda, alguien que le diga que hacer y a dónde ir.

Aquel silencio en el salón de clases no ayudó a calmarlo, pues para el todo es demasiado ruidoso. Sus pensamientos le gritan en el oído, mientras que trataba de rascarse la picazón que repentinamente apareció en su brazo.

El salón comenzó a llenarse, y todos pasaban a su lado sin hacerle ningún caso, tratándolo como si fuese alguien invisible.

Pero él no lo hizo... Ojalá lo hubiera hecho.

—Buenos días—saludo un alegre Sergio, dejando su mochila en el suelo y sentándose en el lugar cercano a Özil—. No te imaginas lo que me sucedió. Traté de llegar temprano, pero unos niños se me atravesaron, ni idea de dónde salieron, y para no arrollarlos tuve que girar así —replico el movimiento en el aire con sus manos, como si estuviera agarrando los manubrios de la bicicleta—. Me lastime un poco el brazo, pero al menos los niños están bien. Aunque después de eso su madre apareció y me grito que debería tener más cuidado. Quizás ella tenga razón...

Sergio siguió hablando, mucho en realidad, contándole con total confianza sus desgracias al alemán, igual que un comediante. Özil no entiende cómo es que el español no se cansa de soltar tantas palabras; hasta parece que no respira.

Por su parte, Mesut guardo silencio en todo momento, con su vista concentrada en la madera de la mesa, hizo su mejor esfuerzo para ignorar al castaño. La pierna del joven alemán se mueve ansiosamente, y sus pensamientos revoltosos regresaron a torturarlo y a ahogarlo.

Al mismo tiempo que el español relata como un perro desconocido trato de morderlo y le rompió el pantalón, Özil saco una libreta de su mochila y comenzó a hacer y resolver operaciones matemáticas. Pero, sus intentos por distraerse son inútiles, la ansiedad le recorre hasta en los huesos.

╰𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐌𝐄𝐋𝐎́𝐍༊𓂅𝐿𝑢𝑘𝑎𝑚𝑜𝑠/𝑆𝑒𝑟𝑧𝑖𝑙Where stories live. Discover now