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EXTRA I;sweet paradise
Hope y Neteyam corrían a toda velocidad, adentrándose cada vez más en el bello y frondoso bosque de Pandora, esquivando árboles y arbustos que se interponían en su camino.
Un hábito que se había formado entre ambos era que estaban constantemente retándose el uno al otro. Les encantaba vivir esa adrenalina de competir y ponerse a prueba.
Con una agilidad impresionante, la albina trepó hasta llegar a lo alto de un árbol y desde ahí continuó con su recorrido, balanceándose entre lianas y saltando de rama en rama, sin perder de vista a su novio.
Aquello era algo que impresionaba a Neteyam, pues se sentía extremadamente atraído por la facilidad que tenía la muchacha para adaptarse a las nuevas condiciones de la vida.
Finalmente, el trenzado se detuvo abruptamente al perder a la chica de vista. Ya no la veía en la altura y tampoco conseguía divisarla entre las hojas.
–¡Amor! ¡¿Dónde estás?!–vociferó en vano, ya que todo lo que escuchó fue un ensordecedor silencio.
El joven observó su alrededor, manteniéndose alerta por si algo o más bien alguien lo tomaba desprevenido.
Mientras tanto, Hope acechaba a su pareja desde la copa de un árbol. Una sonrisa juguetona adornaba sus labios y una loca idea había cruzado por su cabeza, siendo imposible quitarla de ahí.
Se movió con sigilo por entre las grandes ramas y logró posicionarse más cerca de Neteyam, esperando el instante perfecto para atacar. Dobló un poco sus piernas y, unas vez hubo tomado el impulso necesario, saltó velozmente sobre el fornido y más trabajo cuerpo de su novio, pues con el tiempo y más teniendo en cuenta el trabajo físico que realizaba día a día, sí que se había vuelto más alto y fuerte.
Al caer sobre el muchacho, el trenzado intentó mantener la estabilidad y atrapar a la albina, porque la había reconocido de inmediato. Sin embargo, no consiguió su cometido, puesto que ambos jóvenes cayeron al suelo y, para su mala suerte, una pequeña pendiente de cruzó en su camino, ocasionando que ambos rodasen abrazados colina abajo.
Inmediatamente al percatarse de aquello, Neteyam reafirmó su agarre en Hope para evitar que se hiciera daño y los dos esperaron detenerse cuando llegasen abajo.
–¿Estás bien?–preguntó el Omaticaya con voz agitada, inspeccionando a la contraria.
–Sí, ¿tú?–la chica habló de igual manera.
–También.
La pareja mantuvo el contacto visual, observándose fijamente con una tierna sonrisa iluminando sus rostros.
–¿Esta situación no te trae recuerdos?–el trenzado indagó con picardía.
–¿Cómo olvidarlo? Así fue que te diste cuenta que estabas perdidamente enamorado de mí–bromeó la albina.
–De hecho, creo que me enamoré de ti desde que te vi por primera vez, Hope–admitió el muchacho–. Cuando tuvimos nuestro casi beso simplemente confirmé lo que inconscientemente ya sabía.
Aquella linda confesión hizo que el corazón de la chica latiese rápidamente y se abrigase con la tan grata calidez que su novio le brindaba siempre. Y sin contenerse, tomó de la nuca al contrario y lo atrajo hacia ella para besarlo con aquel amor que los caracterizaba tanto a ambos.
–Deberíamos regresar antes de que Neytiri nos regañe por llegar tarde a la cena–sugirió Hope mientras se ponía de pie.
–Tienes razón–asintió el Omaticaya a la vez que se levantaba del suelo con ayuda de su acompañante, quien le extendía la mano.
Neteyam pasó un brazo por los hombros de la albina, y ella lo abrazó por el torso, para luego comenzar a caminar tranquilamente hacia la aldea en la cual estaban viviendo.
Se sentía increíble estar así, como un dulce paraíso del cual no querían salir jamás.
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