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CHAPTER TWENTY-ONE;broken once again
El impotente temor que los jóvenes sentían en aquel momento podía palparse en el aire, seco y asfixiante. Habían intentado desatarse en incontables ocasiones, pero no lo consiguieron. Las esposas estaban extremadamente apretadas, aprisionándolos sin remedio y provocando daño en las muñecas de los rehenes.
La pequeña Tuk no podía dejar de llorar y tanto Tsireya como Hope intentaban tranquilizarla, sin embargo tampoco servía de mucho, pues ellas estaban igual de asustadas que la menor.
El miedo aumentó considerablemente cuando el coronel apuntó con una de sus armas a Lo'ak, robándole gritos de suplicas a las chicas, quienes trataban en vano que el muchacho no saliera herido. Al parecer, el hombre hablaba con Jake a través del comunicador del adolescente, puesto que parecía estar negociando sobre la libertad de las víctimas.
–¿Qué...?–susurró Hope al ver al padre de los Sully acercarse solo hacia la embarcación.
Nadie podía creer lo que estaba sucediendo. El Omaticaya solo no lograría ni con su mayor esfuerzo vencer a todo el ejército de militares Na'vi que las personas del cielo había traído consigo. Sin embargo, era lo único que, supuestamente, le garantizaba que los jóvenes salieran ilesos de ahí.
De pronto, Lo'ak comenzó a hiperventilar. Lucía exasperado y frustrado, respirando fuertemente, como si la ira que mantenía oculta luchase contra su voluntad por salir. Entonces, tomando a todos desprevenidos, Payakan saltó desde el océano, pasando por sobre el barco y cayendo sobre el mismo. El bote gigante se movió con fuerza ante el gran peso que debía sostener, provocando que los presentes dentro perdieran el equilibrio.
El Tulkun empezó a derribar a los atacantes de su hermano espiritual, consiguiendo así una distracción, dándole tiempo a Jake de reafirmar su agarre en su arma y avanzar rápidamente en busca de los adolescentes, siendo seguido por los guerreros y guerreras del clan Metkayina.
La batalla había iniciado, y era realmente un caos. Balas, flechas y lanzas bailaban por los aires, hiriendo todo a su paso. Desde las alturas, Neytiri volaba su Ikran, uniéndose también a la lucha, teniendo un mejor panorama de lo que pasaba debajo.
–¡Neteyam!–gritó Tuk emocionada y aliviada de ver a su hermano.
Hope inmediatamente sintió que su alma volvía a su cuerpo al ver al chico ahí, sano y salvo, con aquella sonrisa de siempre que la había enamorado desde el segundo en que la vio.
El muchacho comenzó a desatar a sus amigos y hermanos cortando con su cuchillo las amarras.
–¿Me extrañaste?–preguntó al mismo tiempo que liberaba a la albina.
–Idiota–replicó. ¿Cómo podía bromear en una situación como esta?
–Hola, hermanito–habló en dirección a Lo'ak–. ¿Quién es el poderoso guerrero? Vamos, dilo–jugueteó.
