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CHAPTER TWO;ancient tree
Hope recorría alegremente su aldea. Llevaba una pequeña canasta con alimentos en sus manos y sonreía a cada Na'vi que se le cruzaba.
Había terminado su lección del día sobre cómo ser una buena líder para la tribu una vez que su padre dejase el mando, y para mantenerse ocupada el resto de la tarde salió a ayudar a su gente con las cosechas del día.
Todos y cada uno de los habitantes de las montañas hacían la típica reverencia ante la muchacha, mirándola con respeto y admiración pues, además de ser la próxima a cargo, era una chica única que transmitía esperanza y tranquilidad a quien fuera.
–¡Qué gracioso te ves con eso encima!–oyó una voz decir con entusiasmo. Pudo distinguir que era una niña quien hablaba.
Siguió su recorrido hasta donde se hallaba el área floreada, la cual se llamaba así porque era el único lugar de todo el terreno nevado en el que crecían plantas, y abrió los ojos en grande al ver la escena que tenía en frente.
Neteyam estaba sentado con sus piernas cruzadas delante de él y varios niños y niñas lo rodeaban, colocando flores de todos los colores en el cabello trenzado del muchacho.
Inevitablemente Hope sonrío enternecida pues se notaba a distancia que Neteyam tenía un don inigualable con los Na'vi de menor edad. Aquello lo comprobaba cada vez que veía al chico junto a su hermanita.
–Vaya, vaya, vaya. ¿Pero qué tenemos aquí?–bromeó una vez estuvo cerca de la ronda.
–Te veo, princesa–respondió uno de los infantes, saludando formalmente, y los demás imitaron su acción.
El hijo mayor de los Sully solo pudo darle una sonrisa nerviosa, ya que estaba un poco avergonzado porque la primogénita del jefe lo haya visto en aquella situación.
–Oigan, ¿por qué no me dejan un minuto a solas con Neteyam? Necesito hablar con él un segundo–pidió amablemente e inmediatamente le hicieron caso.
El aludido se levantó rápidamente del suelo y comenzó a quitarse las flores que adornaban su cabeza, preocupado por lo que fuese a decirle la heredera al trono.
Hope mordió su labio inferior en un intento por no reírse, pero falló completamente al ver la cara de confusión del chico.
–¿Qué? ¿Qué pasa?–cuestionó cuando la chica comenzó a reír fuertemente.
Abrió sus ojos como plato cuando vio a la muchacha acercarse a él y luego llevar una de sus manos a su pelo para quitar una flor que se había enredado en una de sus trenzas.
–Gracias–murmuró más bajo de lo que le hubiera gustado.
–No hay de qué–contestó y volvió a tomar la cesta que anteriormente había dejado en el suelo.
