- Eh... Sí, todo... Todo va bien, ma. El negocio va "estupendo" - volvió a mentir.

Un pesado suspiro se dejó oír del otro lado de la línea.

- ¿Y tú desde cuándo me mientes, Louis? Te recuerdo que, si bien no te parí, sigues siendo mi hijo, y ninguno de mis hijos tiene permitido mentirme- le dijo con voz severa.

- Lo siento -se arrepintió de inmediato, incapaz de sostener tremenda mentira frente a la maravillosa mujer que lo había acogido como un hijo más- Es que... -movió la cabeza hacia atrás, elevando así sus esmeraldas hacia el cielorraso- No quería que te preocuparas, ma. La verdad es que las cosas... No van como lo esperaba, ni en el trabajo ni en mi vida personal. Me siento un imbécil.

- Ay, mi niño...- Louis pudo imaginar la mirada cargada de preocupación de su madre de corazón- No eres ningún imbécil. Eres el hombre más astuto y valiente que conozco, Louis. Además, eres un pastelero extraordinario. Tus antiguos clientes aún preguntan por ti, ¿sabías? Es cuestión de tiempo hasta que esos antipáticos estadounidenses acostumbren el paladar para apreciar las cosas tan deliciosas que haces, cariño.

- Sí...-suspiró- Supongo que sí- más la mujer no sabía que lo que menos tenía Louis en ese momento era tiempo. Antes de finalizado el año entraría en quiebra y esta vez no habría nada ni nadie que pudiese salvarlo- Tal vez tendría que haberme quedado con ustedes en Brasil.

- Mi niño, si tú lo que quieres es volver, sabes que siempre puedes volver aquí. Esta es tu casa. Pero, antes de tomar una decisión, piensa por qué quisiste irte en un primer momento. En tu sueño de tener tu propio café en la ciudad donde conociste el amor- Mar suspiró. Aquellos recuerdos eran difíciles para todos-. Louis, escúchame muy bien: a veces la vida es dura. Casi siempre lo es. Pero intentar recuperar la felicidad volviendo a lugares donde ya estuviste, o a personas que ya cumplieron su ciclo, o a memorias de gente que ya no está con nosotros, no es la solución- un prolongado silencio se instauró entre ambos-. Claro que tu padre y yo extrañamos a Tadeo. Y está bien que tú también lo hagas, Louis, pero no puedes vivir aferrándote a lo que pudo haber sido y no fue. La vida es para vivirla. Para disfrutar, para aprender. Para sanar ese corazón tan noble que tienes. Tienes mucho para ofrecerle al mundo. No te escondas.

- Es lo que él diría- Louis pronunció en un hilo de voz aquel pensamiento que raudo cruzó por su mente. Había comenzado a llorar y ahora escondía su rostro entre ambas piernas flexionadas, como si con ello pudiese ocultarle al mundo su dolor. Se mantuvo en esa posición unos largos segundos- Gracias, mãe. Lo intentaré... No te preocupes por mí.

Escuchar a Louis llorar rompió el corazón de Margaida. Louis era su niño. Un regalo de Dios, decía, enviado para recordarle que su hijo no había muerto en vano. Que su sacrificio sirvió para que aquel chiquillo de apenas veinte años escapara del infierno en el que vivía y creciera para convertirse en un hombre del que todos estaban orgullosos. Un hombre que era capaz de transmitir felicidad y luz a quienes lo conocieran.

- Ay, mi pequeño... Siempre me preocuparé por ti. Todos aquí lo hacemos- se permitió derramar algunas lágrimas. Deseaba poder darle un fuerte abrazo-. Bien, basta de hablar de negocios- dijo, una vez se hubo compuesto-. Dime: ¿quién es el que te tiene tan triste? ¿Cómo se llama? ¿A qué se dedica?

- Él... Él es sheriff y se llama Chris -explicó brevemente una vez que las lágrimas hubieron cesado.

- ¿Y...? ¿Qué ocurre con él? ¿Acaso es ciego y no ve lo bello que eres?- inquirió con curiosidad su madre.

- Mãe... Dices eso porque me quieres -exhaló el aludido en medio de una amarga sonrisa- El... Hace unos días hizo algo que me decepcionó y ya... desde ese momento no hablamos.

Cazador de SantosWhere stories live. Discover now