Capítulo 19

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Hacía cerca de una semana que había discutido con Chris, hacía cerca de una semana que no lo veía ni hablaba con él. Eran las ocho treinta de la mañana y Louis seguía en su cama, inmerso en sus pensamientos. Había optado por no presentarse a trabajar ese día.

La noche anterior se había ido a dormir temprano, sin cenar. Sentía que cualquier mínimo esfuerzo sería en vano. ¿De qué serviría despertarse temprano, internarse en la cocina y poner el negocio en condiciones si al terminar la jornada apenas recaudaba para poder pagar la luz? Sus ahorros poco a poco iban mermando y aunque quisiera, se le hacía cada vez más cuesta arriba hacerse de insumos para sus creaciones. Sumado al conflicto con su... ¿novio? Y es que ya no sabía ni cómo llamarlo. Louis se sentía herido, nuevamente traicionado y sólo quería llorar.

Desde su cama miró los tenues rayos del sol filtrarse por las delgadas cortinas blancas y suspiró abatido, entre silenciosas lágrimas. ¿Cuál había sido él motivo principal para volver a Los Santos? Teniendo una vida armada, un trabajo estable, tenía que ser imbécil para decidir abandonar todo por un sueño que se vaticinaba imposible. ¡Joder! ¡Cuarenta años! Cuarenta años y todavía... Todavía seguía igual de perdido que veinte años atrás.

Se removió entre las sábanas y giró su rostro hacia el lado contrario, cubriéndose con ellas hasta las orejas. "Ojalá desaparecer".

Oyó su móvil vibrar en la mesita de luz, más lo ignoró. Probablemente fuera otra llamada de Chris intentando disculparse. No quería oírlo. No quería oír más excusas, ni patéticas súplicas. Al cabo de unos segundos, quien fuera que estuviera llamando desistió y colgó.

Bufó. A lo mejor podría dormir el resto de la mañana. A fin de cuentas, ¿quién extrañaría a "Il nostro amore" esa mañana? Nadie, se dijo.

Otra vez la vibración de su móvil. Ya molesto, dispuesto a apagar el aparato para poder descansar, lo cogió.

Su gesto pasó de fastidio a culpa al ver el nombre de "Mar" escrito en la pantalla. Apresurado, sorbiéndose con fuerza la nariz para que no notara que había estado llorando, atendió.

- ¡Hasta que atiendes, hijo! ¿Estabas ocupado o ya te olvidaste de tu mamá?- la cantarina voz de una mujer se escuchó del otro lado. A pesar del claro tono de reproche, las palabras en portugués hicieron sonreír al pelirrojo.

- Hola, ma- la saludó intentando sonar más animado-. Perdona, es que... estaba ocupado con... unos asuntos -mintió mientras se acomodaba contra el respaldo de la cama.

- ¿Estás en la cafetería?- quiso saber Margaida- ¿O son "otros" asuntos?- preguntó, soltando una risilla.

- Ahora... Ahora estoy en la cafetería. No estoy para "esos" asuntos, ma -anunció luego de una honda exhalación-. Y... Eh... ¿Cómo estás? ¿Cómo está papá?

- Mira... ¡En cualquier momento lo mando contigo! Está hecho un viejo quejoso. Que le duele la rodilla, que le duele la espalda. ¡Eso es por estar todo el día sentado viendo sus programas en la tele!- exclamó a viva voz- Hoy me cansé y lo mandé a él a hacer las compras, y más tarde tiene que regar las plantas. El cedro de Tadeo cada día crece más y más, así que más le vale podarlo un poco, o alguno de los niños se sacara un ojo cuando pase por allí- continuó contándole.

Louis esbozó una débil sonrisa ante lo que la mujer le relataba. El cedro de Tadeo. El cedro que habían plantado en su honor apenas pisar tierras brasileñas.

- ¿Y por qué no empiezan clases de baile? -sugirió de repente encogiéndose de hombros- No sé... Así pasan tiempo juntos y de paso se mantienen activos.

- ¡Ay, hijo!- Mar soltó una sonora carcajada- Si sabes que tu padre tiene dos pies izquierdos- continuó riendo-. Pero bueno, que quiero saber cómo estás tú, cómo va tu negocio. Cuéntame, corazón, ¿ha mejorado algo?

Cazador de SantosWhere stories live. Discover now