ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 𝟷6

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POV CHLO

Habría creído que este final era mi propio karma, que luego de ocasionar que alguien muriera, simplemente me tocaba pagar de la misma forma. Pensaba en la oportunidad que había desaprovechado para hacer las cosas bien, si tan solo hubiera dicho la verdad desde el principio. Si no hubiera buscado a Sofía nada de esto hubiera pasado, no estaríamos aquí. Quizá y hubiera sido más sencillo haber pagado confesando la atrocidad que hice, que entrar en su vida y luego marcharme sin más. Que romperle el corazón al verme partir de este mundo. Posiblemente me marcharía, como lo hicieron todos en su vida. Quizá simplemente el destino tenía otra jugada para ella.

Si algo deseaba en este momento era que Sabrina nunca se hubiera ido, que ahora mismo estuviera al lado de Sofía, que siguieran riendo y divirtiéndose como todas esas veces que me contó Sofía entre lágrimas. Sabrina la hizo sonreír, la hizo seguir adelante, en cambio yo, la había atorado en un pasado del que todos los días buscaba escapar. Estoy segura de que ella no le hubiera causado la mitad de lo que yo.

Pero ya era muy tarde, quizá solo iba a morir hoy, sin más. Lo único que agradecía era no ser la causante de que alguien más estuviera tirado en el suelo a punto de morir, no de nuevo.

Mi cuerpo agonizante temblaba sobre el suelo frío, Ava me tenía agarrada a ella mientras presionaba mi herida a un costado del abdomen. Yo la miraba, quería decirle que estaba bien, que no se preocupara por mí, que todo iba a estar bien, pero no quería volver a mentirle.

—Ava... —mascullé bajo.

—No te mueras, por favor, Chlo. Te lo suplico.

No sé con qué fuerza tomé su mano, creo que con la única que me seguía quedando cuando se trataba de ella. Ava me apretó más a su cuerpo, aferrándose al mío, como si simplemente no fuera a soltarlo, mucho menos dejarlo ir de ningún modo. Solo la vi, quería recordar cada cosa de ella, quería llevarme la viva imagen de todo lo que fuimos y todo lo que nos faltó por ser. Quería seguir soñando con ella hasta mi último momento.

—Te amo... —le dije, no quería desaprovechar la última oportunidad que quizá tendría para decírselo.

Ella se inclinó y besó mis labios, no pude corresponder como hubiese querido, el cuerpo de quemaba de arriba abajo. No sé cuánta sangre había perdido, pero la suficiente como para sentir cómo mis ojos se aguaban y comenzaban a pesar cada vez más.

—No quiero morir... —continúe. Sentí cómo besaba mi cara y lloraba sin control—. No quiero dejarte sola.

—No lo hagas, prométeme que no lo harás, Chlo.

Miré sus ojos, cómo hubiese querido alcanzar a prometérselo, porque justo después cerré los míos, cayendo completamente inconsciente.

POV AVA

Habían pasado largas horas desde que Chlo había entrado a ese maldito quirófano. Jay, su padre (quien ahora mismo estaba pensando las mil formas de hundir a Joey en la prisión) y yo, estábamos impacientes. Nos turnábamos para tratar de descansar, pero mentiría si dijera que alguno se movió de ahí en toda la noche y al siguiente día. Chlo había empeorado durante la noche, la habían tenido que operar por segunda vez de emergencia, gracias a una hemorragia que no vieron a tiempo y que perforó casi sobre el pulmón.

Mi cuerpo temblaba, tenía tanto miedo en aquella sala de hospital. Hundí mi rostro entre mis manos, mientras repetía un sinfín de oraciones prometiendo lo que fuera con tal de que ella estuviera bien, de que despertara, que no nos dejara.

—Por fin lograron estabilizarla —escuché al señor Hosterman, quien tocó mi hombro para que escuchara que me hablaba a mí, venía de recepción, eran las únicas noticias que le habían dado—. Ahora solo se debe esperar a que despierte y ver cómo reacciona su cuerpo.

Lo observé, creo que podía entender lo que el padre de Chlo sentía, era lo mismo que yo a cada momento en aquel maldito lugar: miedo.

—Es muy fuerte —lo escuché decir por último, y sentí como si aquello lo tuviera que decir en voz alta para sí mismo.

—Lo es —respondí segura.

POV CHLO

Detestaba el olor, las molestas luces del hospital y los sonidos de las dramáticas máquinas que no hacían más que acelerar mi sistema nervioso. Recordaba todas esas veces en las que me quedaba con mi madre en el hospital o cada vez que asistí con ella a la quimioterapia. Gruñía molesta todo el tiempo, me hacían sentirme de mal humor, porque detestaba saber que mi madre estaba muriendo.

Tuve un sueño donde miraba los ojos avellanos de mi madre y eso me colmaba de paz, de pronto ella me decía cuánto me había extrañado desde que partió, yo la abrazaba, el dolor se había ido. Hasta que la escuché preguntarme por Ava, y ahí me quedé, ida de sí, sin saber qué responder.

Lo primero que me llamó la atención de Sofía cuando la vi, fue el color de sus ojos. Tenía una mirada que se me hacía bastante especial, creo que era el hecho de que me miraba tiernamente, de la misma forma que alguna vez me vio mi mamá. Era una mirada genuina y real, no cómo esas veces que las personas esconden con miedo a que descubras su verdadero yo.

Abrí los ojos, Sofía estaba sentada a mi lado, mientras la escuchaba sollozar algunas cosas, me di cuenta de que tenía su mano encima de la mía. Apenas y la tocaba, estaba segura de que tenía miedo de lastimarme, aunque yo me moría de ganas por sentirla. Jamás me sentía más viva que cuando ella lo hacía.

De repente el momento mágico se me espumó cuando sentí la migraña a todo lo que daba.

—¿Puedes callar el molesto sonido de esa máquina?

Noté que tardó unos segundos en entender que le acababa de hablar, cuando volteó a verme y se levantó de golpe casi cayéndose.

—¡Chlo! —chilló, antes de salir corriendo, luego la vi entrar con un doctor y una enfermera—. ¡Ya despertó! —dijo orgullosa, antes de tomarme la mano, esta vez sin miedo.

A continuación, solo escuché cómo el doctor decía todas esas cosas, aburridas para mí, sobre mis signos vitales, mi movilidad y lo increíblemente rápido que había reaccionado. Luego mi padre entró, también Jay. Quise platicar algo, pero ninguno me dejó hablar. Cuando por fin se fueron, fue que yo me concentré en Sofía.

—Hola —le dije.

—Hola. —Vi cómo se escondió en mi cuello, ella se había acostado a mi lado luego de amenazarla con levantarme si no lo hacía.

Sonreí viendo lo hermosa que era, vi que jugueteó encima de mi pecho tratando de escuchar mis latidos, estaba segura de que solo quería comprobar que seguía con vida, que no me iría.

—Lo siento por haberte arriesgado así.

—Lo siento por asustarte tanto...

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Estoy bien... —Tomé su mano, ella me vio—. Y no me va a pasar nada si me das un beso de verdad.

—No quiero moverte, todavía estás en observación, podría empeorar.

Negué. Ella me besó.

—Ya nada me va a llevar de tu lado.

—¿Lo prometes?

—Así sea mi último deseo.

—Te amo, Chlo.

Yo sonreí, sentí cómo acarició mis hoyuelos mientras me volvía a besar, y así nos quedamos, sin más, juntas, viéndonos, enamorándonos más y más. Lo peor había pasado, esta vez me sentía confiada en lo que estaba por venir para nosotras.

—Te amo, Ava.

Por primera vez creí en eso en lo que algunas personas temen por miedo a que no suceda, eso mismo en lo que otras se enfocan para tratar de sobrevivir mientras esperan a que la vida tire los dados a su favor: el destino.

Ellas eran amor, siempre serían amor.

The end

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Nota de autora:
Solo para decirles que va a haber un epílogo en estos días para despedirnos de esta novela.

¡Nos vemos!

El último deseo (Dofía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora