VII

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A varios kilómetros de Nuevo Aragón, el general Villegas se aproximaba en compañía de los mejor de sus soldados y oficiales, en el tren de vapor:

-Debemos llegar lo más pronto posible, por los problemas que hay en la ciudad, puede ser que los civiles lleguen a rebelarse, pero la culpa la tendrá el gobernador, por gobernar despóticamente-murmuraba el general a sus oficiales.

En los alrededores de la ciudad, la guerrilla del capitán Francisco, en compañía de Jorge, Humberto, Ana y muchos aliados más, estaban preparándose para iniciar el ataque, pero su plan era así: enviaron a algunos guerrilleros encubiertos para internarse en la ciudad con la ayuda de las clases populares, repartiendo sables, fusiles y pólvora, para así acercarse al palacio de gobierno.

Mientras que el jinete enmascarado, en compañía de su criado negro, se aproximaban sigilosamente al palacio del gobernador, y le dijo a su amigo:

-Mira Serafín, ve con mi tío y diles que no puedo ir, pero ten mucho cuidado.

-Que le vaya bien, patrón-y se despidió.

El Zorro iba a esperar en el momento preciso para entrar en acción, además que los guerrilleros y sus aliados estaban listos para acercarse al edificio.

Cuando Serafín encontró a don Jorge, les dijo a todos:

-Adriano no puede venir, pero el campo de acción está listo.

-No tendremos que perder más tiempo, tendremos que avisarles que se preparen para entrar en acción-contesta Francisco.

-Adelante-exclama Jorge.

Mientras que los infiltrados se acercaban a algunos de los soldados que hacían su ronda, estos se pusieron curiosos, pero de repente, los atacaron y otros se dejaban mostrar las chaquetas y se abalanzaban contra ellos, otros dispararon sus fusiles y acabaron con algunos.

Los soldados atacados corrían hacia el palacio de gobierno, uno de ellos ingresa y desgana todo lo que pasaba al capitán:

-Señor, el pueblo se está revelando, los guerrilleros vienen hacia acá.

-Maldita sea, sabía que iba a pasar esto, doblen la guardia y si se acercan disparen a matar-ordena furioso Hilarión.

Mientras que el sargento Pérez ordenaba a los soldados, don Pedro se asustó y dijo:

-Lo sabía, lo sabía, este puede ser el fin de mi gobierno.

-¿Y qué haremos ahora, excelencia?-Pregunta Josefino.

-Toma los papeles, y vámonos de aquí-ordena.

-¿En serio?-Pregunta.

-No sea tonto, y haga lo que le ordene-contesta exasperado.

El capitán no iba a abandonar el palacio e iba a quedarse a defender:

-Ese cobarde lo que planea es huir, pero yo me quedare aquí y cuando aplaste la rebelión, gobernaré a Nuevo Aragón a mano dura-murmuraba.

-Ese cobarde lo que planea es huir, pero yo me quedare aquí y cuando aplaste la rebelión, gobernaré a Nuevo Aragón a mano dura-murmuraba

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El Zorro ataca de nuevoWhere stories live. Discover now