II

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Al mediodía, una multitud daba gritos y abucheaban porque llevaban a un condenado a muerte en la horca; el reo estaba acusado de rebelarse en contra del gobierno, mientras caminaba miraba con el ceño fruncido al gobernador Pedro Torres y al capitán Hilarión Almada que lo observaba desde el balcón.

Entre la gente, estaban los familiares del condenado que pedían clemencia para que no lo ahorquen, pero los soldados y las autoridades no tenían ni la más mínima compasión.

Y no podía faltar don Jorge, que estaba en compañía del fraile Teodoro, mirando con impotencia a un acto más de injusticia:

-Otro más que camina a la horca.

-Estamos viviendo en una tiranía.

Ana estaba presente en la ejecución, y a ella le impactaba la corrupción en el que la gente estaba viviendo.

Mientras subía al cadalso, el sargento llamado Pérez le ordenó al fraile Teodoro que subiera, pero este no quiso, pero se acero otro monje que estaba encapuchado para salvar el alma del condenado:

-Vamos, apresúrense, quiero verlo colgado-gritaba el gobernador.

En aquel instante, el misterioso encapuchado empujó a uno de los soldados, que vestían de azul y con quepis, y el reo golpeó al verdugo, y de repente, el extraño se dejó ver y ante todos apareció el legendario Zorro:

-El Zorro ha vuelto-exclamó don Jorge.

-Ha venido a librarnos de estos tiranos-dijo otro.

-¡¡Viva Zorro!!-gritó la multitud.

El enmascarado se enfrentó a los soldados y al sargento, y para evitar que sea atrapado los empujó y activando la trampa, hizo que se cayeran:

-¡Atrápenlo!-Ordenó el sargento Pérez.

Bajando del cadalso, se enfrentó a más soldados que venían a atraparlo, con su sable pudo contenerlos, aunque tuvo que dar muerte a dos, pero se conformó con dejar inconsciente a tres con sus puñetazos.

Además de su sable, tomó su pistola y disparó en los brazos derechos a dos soldados que iban a dispararles con sus fusiles. Pero también, sacó un látigo de su cinturón y azotó a otros tres que venían hacia él; la gente lo aclamaba.

Subiendo a la azotea, ingresó a una habitación por una ventana y apareció en donde el gobernador, el capitán y otros estaban:

-A por él-Ordenó Hilarión.

Dos oficiales trataron de desenvainar sus sables pero fueron interrumpidos por un puñetazo del enmascarado; el gobernador quiso defenderse pero el miedo lo paralizó y huyó. El capitán lo encaró y le lanzaba ataques, mientras los detenía, se movió como un rayo y le hizo la marca de la zeta en su frente:

-¡¡Maldito!!-clamó.

-Si continúan oprimiendo a la gente, se las verán con el Zorro-amenazó.

Luego de despedirse por el momento de sus enemigos, montó a su corcel negro y desapareció, antes de irse hizo un gesto caballeroso al ver a Ana.

Al volver a su guarida, se apresuró a cambiarse con ayuda de su sirviente, y le dijo:

-El Zorro ha aparecido, pero ni mi tío debe saber que soy él, así que aparentaré ser un estudioso.

Su padrino llegó entusiasmado a la casa, y al ingresar a su habitación, fingió emoción al preguntarle:

-Oh padrino, te veo muy alegre ¿Qué hay de nuevo?

-Si lo hubieras visto-contesta-, el legendario Zorro ha vuelto, al fin podrá enfrentar a esos tiranos.

-Eso es bueno-le responde-, pero ahora tengo que ocuparme de mis estudios, tengo mucho de leer.

-Me hubiese gustado que fueras valiente como tu padre, así pudieras encarar a esos represores como lo ha hecho el Zorro-dijo y se retiró.

Al cerrar la puerta, ambos se pusieron a hablar:

-Se lo creyó-dijo el negro.

-Mejor así, mi desenmascaramiento tiene que ser sorpresa.

En el palacio de gobierno, el gobernador Torres estaba furioso por lo sucedido y aún seguía temblando por lo que ha pasado; y le dijo al licenciado llamado Josefino Silvera:

-No dejaremos que nadie pueda detenernos, tendremos que capturar a ese bandido antes que haya problemas.

-Bueno-le dice Josefino-, pero los soldados tienen que moverse, además afrontamos algunos problemas por las rebeliones.

-Por favor no me mencionen a esos rebeldes-dice asustado el gobernador-, al escucharlos se me hace la piel de gallina, tendremos que aplastarlos antes que muevan a la gente contra nosotros.

-Por favor no me mencionen a esos rebeldes-dice asustado el gobernador-, al escucharlos se me hace la piel de gallina, tendremos que aplastarlos antes que muevan a la gente contra nosotros

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Además del Zorro, Pedro estaba preocupado por unas guerrillas que ya se estaban organizando para combatir en su contra y temía por su vida, y que su gobierno llegara a su fin

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Además del Zorro, Pedro estaba preocupado por unas guerrillas que ya se estaban organizando para combatir en su contra y temía por su vida, y que su gobierno llegara a su fin.

En ese momento, el capitán irrumpió en la sala y con rostro enojado clamó:

-No puedo creer que haya cobardes en el gobierno, hay que pelear, es la única opción para aplastar a esos rebeldes.

-Mire capitán Hilarión-contesta Pedro-, no me gusta que me hable así, usted es mi mejor capitán y no podría destituirlo, además usted puede hacer frente a cualquier rebelión.

-Lo sé, aplastare a esos rebeldes, y mataré a ese maldito Zorro, lo juro por mi vida-dijo desafiante el capitán.

-Ojo su excelencia-interviene el licenciado-, si el general Santiago Villegas llega a saber de esto, iremos a la cárcel.

-No se preocupen-responde-, sé que hacer, cuando me deshaga de esos rebeldes, hare convencer al general que pude defender a Nueva Aragón de la barbarie, pero por ahora tendremos que deshacernos del Zorro.

El Zorro ataca de nuevoWhere stories live. Discover now