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La ira, un sentimiento que guarda toda clase de sentimientos negativos, los supersticiosos de la raza pony creían que la ira o el malhumor podría ser contagioso, algunos especulaban que quizás sólo era “normal” quejarse por cosas sin importancia, empero, ¿habían otras razones para que las diferentes razas sufrieran ese sentimiento amargo?
Ciertamente, existía la leyenda sobre seres antropofágicos llamados: Windigos, seres que se alimentan del odio y de las emociones negativas, causando el caos entre las disputas que cometían los ponys de diferentes razas, y a decir verdad, era una experiencia horrible si te topabas con una tormenta de nieve sabiendo que el verdadero problema era consecuencia de esos seres.
No obstante, con el paso del tiempo, pudieron contrarrestar esa anomalía malhumorada cuando las aldeas quedaron en buenos términos con las otras razas pony, lograron así restaurar la paz y comprensión que tanto necesitaban entre ellos.
Para Ponyville, ver a otro pony molestarse tan rápido, al igual que respondía de una forma no muy agradable, es tema tabú para ellos como si fuese un suceso inasequible. Siendo sinceros, no era normal que surgiera una pelea entre ambos corceles de un día para otro.
El pony terrestre de crin rubio, se queda en shock por la acción del contrario que lo tomó desprevenido, con ayuda de su casco se quita la zanahoria podrida para ver con el ceño fruncido al pelisalmón.
Y claro que cada espectador dió un jadeo de la sorpresa cuando vieron esa acción osada del ojiturquesa.
El de tez crema da una sonrisa seca, y sin quitar su expresión enojada, se marcha de la escena, dejando un mal sabor de boca para otros ponys.
—Haber si eso cubre una disculpa, tarado. “No debí venir a este pueblucho de...”
Siguió refunfuñando con el ceño notablemente fruncido, intimidando sin querer a otros ponys que se les cruzaba en su camino.
—¡Applejack!—. La pelinaranja, Golden Harvest, se acerca preocupada hacia el nombrado, ya que en todo el rato, él no paraba de enfocar su vista en el misterioso corcel. —¡Lamento haberte metido en problemas! ¡Juro que no quería que esto pasara, en serio!
—¿Eh?—. Sacude su cabeza, volviendo a la realidad. Quita con su casco derecho los restos de zanahoria podrida que tenía en el rostro, incluso en su sombrero vaquero. —Ah, no te preocupes Golden, estoy seguro que él sólo tenía un mal día y, quizás descargó su ira contigo.
—¿Se-Seguro que fue por eso?
El corcel asiente, regalándole una sonrisa despreocupada.
—¿Cuándo te he mentido, amiga? ¡Estoy seguro que tus zanahorias no tienen nada de malo!
La ojiverde se sonrojó un poco por el halago de su amigo de puesto, ya qué, básicamente quería que fuera reconocida por su amor platónico que tenía desde hace años.
