-Lauren, creo que es suficiente de esto para ti. De lo contrario, no recordarás nada mañana.

-Quiero recordar.

-Entonces, deja de beber.

Quitó el vaso de entre mis dedos, inclinándose sobre la mesa. Me dio una vista perfecta de su escote, suspiré. Recuerdos de nuestro primer encuentro revoletearon en mi cabeza.

Se reacomodó con una sonrisa sencilla, yo seguía aturdida, pero bastante consciente.

-Quiero llevarte a mi cama, Camz.

-Es nuestra primera salida juntas, Jauregui. Es indebido de tu parte.

Sonreí y mire sus ojos marrones. Parecían tan normales, pero a la vez tan diferentes.

-Solo quiero que duermas a mi lado.

-Eso se podría solucionar. ¿Quieres que nos vayamos?

-No, quiero que sigamos hablando de ti.

-He contado lo necesario.

-¿No tienes hermanos?

-Sí, una. Menor.

Asentí entendiendo.

-¿Se parece a ti?

Titubeó en su respuesta.

-No podría decirlo claramente. Algunos dicen que sí y otros que no.

-Yo tengo dos hermanos por parte de mi progenitora. Apenas los conozco, no quieren verme ni en pintura.

La vi fruncir el ceño, confusa.

-¿Por qué?

Suspiré y me encogí de hombros.

-Dicen que por mi culpa, Clara no se pudo entregar completamente a su padre. Yo creo que me envidian. O sea, mírame soy rica, hermosa y pronto a ser dueña del mundo.

Rió escandalosamente. Sonreí al lograr hacer eso en una persona como ella.

-Eres muy presuntuosa, Jauregui.

-Es la verdad, ¿como podría mentir?

-Aún así, no sé porqué tienen el odio hacia ti. Debería ser hacia tu padre y su propia madre, ¿no?

-Son un par de idiotas.

Sonrío y asintió de acuerdo.

-¿Se parecen a ti?

Hice un gesto con mis labios al pensar, al igual que miré alrededor.

-Un poco, sí. Pero, no se comparan.

-Lo haz dejado claro, Lauren.

-¡Oye! ¿Por qué tú no me tienes un apodo también? Eso es egoísta de tu parte.

-¿Egoísta?

-Sí porque tú sí tienes y yo no. Ponme uno.

-No puedes presionarme, Jauregui.

-¡Apresúrate! O te obligaré.

-Mañana te lo diré...

Le miré mal antes de palpar sobre los bolsillos de mis pantalones, buscaba mi celular y lo encontré. Lo saqué y revise la hora, apenas podía estabilizar la mirada. Pude ver muchas llamadas perdidas de Dinah, resoplé.

-Son las tres, Camila. Ya es mañana.

-No, es mañana de mañana. No mañana de hoy.

Gruñi por lo bajo, volví a guardar el celular y me puse de pies. Me tambaleé un poco, pero Camila rápidamente me ayudó.

MonógamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora