CAPÍTULO 3: La chica del bar

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El silencio se instaló en el comedor. No había nada que decir. La historia de Tristeza era realmente extraña y sin final. Ella apretó los ojos fuerte, pero nada pasó. No cruzó a ese lugar mágico prometido. Solo ese salón. Mark la miró hipnotizado, Pasado también. Era real y extrañamente hermosa, pero también etérea y única.

―¿Y qué más? ―preguntó Pasado, solo para rellenar el extraño silencio.

―No hay más ―dijo Tristeza.

―Pero no tiene final ―respondió Mark― ¿Cómo quieres entonces ser un cuento? En el final se resume lo aprendido.

―No fui a esa clase ―dijo Tristeza pensativa― ¿Tu cuento tiene final? ―preguntó a Pasado, que miraba distraídamente un reloj de arena de la estantería.

―No lo sé, la verdad, es que tampoco es muy bueno...

―Pero, ¿cómo vais a ser cuentos si no sabéis ni cómo contarlos? ―dijo Mark muy sabiamente, dejándose caer en el sofá en actitud derrotada―. Está claro que mi imaginación no es tan buena como creía.

―Bueno, siempre creímos que tendríamos más tiempo. Las historias infelices nunca se gradúan ―respondió Pasado, algo molesto por su tono.

―Me preguntó por qué será ―respondió Mark con ironía. Aunque él también quería darle la razón, nunca lo aceptaría.

―No es por incapacidad, es porque la directora no nos deja. Nuestra tutora dice que en Mundo no queréis historias tristes ―dijo Tristeza agobiada.

―La verdad es que no, no las queremos. Ya nos pasamos la vida deprimidos, ansiosos y con multitud de problemas. Lo que menos queremos es historias que nos lo recuerden ―dijo, Mark de mal humor―. Queremos sentarnos a descansar y desconectar. Olvidar nuestra miseria por unos instantes, ya que nunca vamos a ser felices.

―¿Por qué lo dices? ¿No crees poder ser feliz? ―preguntó Pasado, apoyándose en el alféizar de la ventana. Le miró interrogante.

―Bueno, yo creo que al mundo llegamos felices. Pero, a medida que la vida va avanzando, nos golpea la realidad. Al principio eres un niño feliz, que recorre el camino llano de la vida sin más; sin embargo, empiezan a aparecer piedras. Te caes, te levantas, te vuelves a caer, te pisan el dedo, te cortas. Así que luego te cabreas al ver cómo es el mundo, puesto que en todas tus caídas, nadie te ha ayudado. Entonces, te vuelves un adolescente rebelde, deprimido y enfadado. Y te dices a ti mismo, que puedes cambiarlo todo. Que te caerás y levantarás más fuerte ―musitó Mark con la mirada cabizbaja―, y te vuelves algo menos triste, y más feliz. Es solo la primera fase del duelo por la pérdida de tu felicidad. Vives la negación, la ira, y cuando pasas todas las fases, te conviertes en un joven adulto que acepta que ya nunca volverá a ser feliz. Que se ha caído tantas veces que ya no recuerda porque estaba caminando.

―Eso es muy triste ―dijo Tristeza sentándose a su lado en el sillón. Puso su mano encima de la Mark, aunque la de Tristeza fuera bruma. ¡Era pura ironía que la Tristeza te consolará!

―Sí, pero bueno, encuentras alicientes y pequeñas alegrías. Primeros amores, aventuras, y trabajos. Entra en escenario nuevos acontecimientos y la vida pasa, y el mundo te presiona, ¿sabes? De golpe ya las cosas no son emocionantes, son obligaciones. Tienes que trabajar, tienes que tener pareja. Y te entra el miedo y la angustia si no consigues los objetivos que el mundo ha creado para ti. La vida se convierte en una carrera repleta de obstáculos inesperados y todos te avanzan. Por lo que ya no vale la pena seguir andando, tienes que correr. Y sigues corriendo, sin saber dónde llegarás ―Mark se levantó para mirar por la ventana, volvía a llover―. Consigues superar piedras, conseguir objetivos y entonces llega el miedo a perder lo conseguido, a caerte y no avanzar. Aunque ya no sabes ni por qué avanzar, ni porque tienes miedo a no seguir avanzando. Y así, pasa gran parte de tu vida.

LOS SEIS CUENTOSTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang