CAPÍTULO 1: Nueva vida

13 2 1
                                    

Había pasado un mes. Un mes entero con sus treinta días. Sus setecientas treinta horas. Sus cuarenta y tres mil ochocientos minutos. Un mes sabiendo que él no era Pasado. Un cuento sin historia, sin presente, sin futuro. Él era Eric. Un antiguo niño de Mundo, que enfermó con ocho años, que murió con diez. Que tuvo una segunda oportunidad como cuento. Una oportunidad en la que había fracasado estrepitosamente. Un mes estando casi vivo, pero sin estarlo. Siendo presente, aunque sin ser del todo sólido. Un mes sin Mark y Carol a su lado. Un mes siendo lo mismo que Abigor, aunque aún no entendiera del todo, lo que eso significaba.

Los días siguientes a su descubrimiento, Abigor se había dedicado, pacientemente, a mostrarle la nueva, y verdadera, realidad. Para empezar le había contado, como si se tratara de un conocimiento olvidado, lo que en verdad era Mundo. La verdad que muy pocos sabían. Aunque, estaba intrínseca en su ADN, en lo que eran. Por lo que Eric no tuvo ninguna duda cuando se la contó. Estaba claro que lo había sabido desde siempre, incluso cuando no sabía nada.

 Estaba claro que lo había sabido desde siempre, incluso cuando no sabía nada

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

Mundo había sido creado. No importaba si por un hecho natural o un ser omnipotente, llamado Dios. Lo único cierto es que se sabía que Mundo tenía un origen cierto. Una creación verdadera, y en su propia configuración, había toda una historia. En las rocas, aguas, árboles, nubes, aires, luces y sombras, existían historias susurradas. Guardadas herméticamente dentro de cada ser. Tan reales como un átomo, y tan difícil de controlar y comprender como ellos. El ser humano no dejaba de ser tan milagroso, incomprensible e imposible como el resto de seres. No obstante, diferían del resto de los habitantes de Mundo, no solamente en forma de ser y moverse, sino algo que estaba en su propio origen. Y es que, Mundo existía antes que ellos existieran, pero únicamente cobró sentido con su aparición. Eran diferente al resto de habitantes, porque ellos oían esos incomprensibles susurros de Mundo. Casi como si Mundo existiera para ellos, o ellos existieran para que Mundo pudiera comunicarse. Quizás era imposible la existencia de uno sin el otro. Sin embargo, a pesar de ello, los humanos carecían de conocimiento para interpretar esos susurros, para descubrir la verdad de ellos. Así que intentaban e intentaban comprender, pero no conseguían sacar nada concreto de ellos. Casi como si la verdad estuviera tras un cristal, pero por mucho que mirarás, solo vieras tu reflejo. No se sabe si fue Mundo, o de nuevo, ese ser creador, natural o divino, quién decidió que se necesitaba de un mero y simple traductor. Alguien capaz de hacer comprender esos susurros. Esos primeros pioneros de la materia se dedicaban a repetir lo que oían de Mundo, pero no surtía ningún efecto. Únicamente se oía, más alto, lo que no podía ser comprendido. Repetir un hecho, no le daba valor, no llevaba a ningún lugar. Todo cambió, cuando apareció Mythos. Mythos era, como el resto, un traductor, solo que no contaba lo mismo que oía, tenía su propia forma de transmitir. Una pequeña narración de hechos que llevaban a un aprendizaje. Pronto los humanos de Mundo empezaron a desarrollar lenguaje, a aprender, a mejorar y a crecer en número e inteligencia. Entendían a Mythos y entendían a Mundo.

Mythos, por su lado, empezó a necesitar de más ayuda para transmitir estos susurros, a medida que la gente le iba conociendo. Los seres humanos, sedientos de conocimiento, acudían en tropel para comprender. Así que siguiendo el ejemplo de los humanos de Mundo, cogió algunos alumnos para transmitir su manera de hacer. Para los humanos había nacido el mito, y poco a poco, fue dando paso a la razón. Lo que antes se creía que era un susurro sin más, llegó en forma de cuento divino, que llevó a explicaciones reales sobre el funcionamiento del mundo. ¿Por qué caían rayos del cielo? Era un Dios enfadado, y transformándose en el poderoso cielo y la tormenta. Mundo dejó de ser incomprensible a los humanos, y se fue descubriendo ante sus creaciones. Y Mythos, el primer cuentacuentos, no envejeció, sino que su cuerpo y mente se elevaron y se convirtió en un susurrante. La gente ya no le veía, pero le oían. Y así, siguió transmitiendo sus enseñanzas. Sin embargo, a diferencia de él, sus compañeros se cansaban. Se sentían cada vez más agotados del paso del tiempo. Sus vidas se volvían aburridas al ser eternos traductores de susurros y se quedaban sin imaginación para sus cuentos. Rechazaban su inmortalidad, alegando que quitaba todo el significado a la existencia. Por lo que Mundo, entró en una etapa oscura de enfermedad, miseria y retroceso. Entonces, Mythos tuvo que sentarse y replantear todo su propio sistema. Igual que había visto a los humanos crear lugares donde aprender, quizás él tuviera que crear una especie de escuela. Algo que les motivará a encontrar un nuevo sentido a su cometido. Así que buscó tras las franjas de la existencia y el universo y encontró un espacio, un lugar más allá de los compañeros de Mundo, Espacio y Tiempo, para situar una escuela. Y nació: La Escuela del Cuento. Ahora allí podía enseñar a más gente. Con los nuevos alumnos llegaban nuevas ideas creativas y emocionantes. Y Mundo volvió a florecer.

LOS SEIS CUENTOSKde žijí příběhy. Začni objevovat