🐜PRÓLOGO: LA ESCUELA DEL CUENTO

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Nacida en los albores de la humanidad, la Escuela del Cuento, vivía en los márgenes de Mundo. En el limbo entre la existencia real y el más allá. Cada principio de mes ingresaban nuevos alumnos que no sabían de dónde venían, ni tampoco a dónde irían, pero con una brillante mirada optimista. Nada más llegar pasaban una prueba de aptitud, determinante para decidir en qué aula debían ingresar. Por supuesto, había diferentes aulas y clases,y en ellas aprendían los valores de lo que sería su cuento. Por ejemplo, el Aula del amor, dónde los jóvenes alumnos aprendían sobre las historias románticas, trágicas o felices. O, el Aula de la Amistad, dónde se formaban las historias sobre el compañerismo, la lealtad, la unión o la fidelidad. En la Escuela del Cuento, aprendían para convertirse en preciosos cuentos y moralejas, que se transmitirían una vez se graduarán. Con la graduación, sabían que el alumno se convertía en cuento  y se marchaba a Mundo, dónde transmitiría su aprendizaje en forma de moraleja y aprendizaje. La Escuela del Cuento hacía una labor esencial en el Mundo: enseñaba lecciones sobre la vida. Algo que no podía aprenderse sin ellos.

Era mediados de noviembre, y la Escuela del Cuento, hervía de actividad. Faltaba poco para la graduación de los próximos cuentos que traerían alegría, bondad y bienestar a las personas de Mundo en época de Navidad. Ellos, con sus tiernas y emotivas historias, harían que las personas estuvieran, por esas fechas, más felices, optimistas y bondadosas. Llenarían los televisores de historias emotivas, sobre valores como la unión familiar, la alegría y la nostalgia. Historias que mantendrían a las personas que habitaban Mundo con la esperanza y fe que requerían tan maravillosas fechas. Por otro lado, nuevos estudiantes llegaban a la Escuela del Cuento: personajes de fantasía romántica para los próximos meses de febrero, personajes divertidos y rocambolescos para la festividad de Carnaval. Todos ellos con una única misión: ayudar a la gente a seguir aprendiendo. Y, la Escuela del Cuento, les preparaba para ellos. Para esos seres que necesitaban de su continua atención. Pues su mente era frágil y olvidadiza.

Sin embargo, había otra facción de la Escuela del Cuento, que solía ser mucho menos bulliciosa, con menos alumnos y más pausada. Había pocos graduados y era mejor así. El Aula de la Infelicidad, se encontraba en esos momentos, vacía y tranquila. Eran meses de poca actividad para ellos. Únicamente tenían alguna pequeña aparición sin importancia. La verdad es que, nunca tenían mucho trabajo, pero esa época era especialmente insustancial para esos alumnos. Ellos ocupaban un rol secundario en la Escuela del Cuento. Con algún que otro graduado ocasional, eran cuentos muy poco prometedores. La profesora visualizó a sus pocos y escasos alumnos, aunque eran la mejor promoción. Sin embargo, no sería hasta dentro de bastantes meses, que alguno se graduará para llevar sus enseñanzas al mundo. Suspiró. Si supieran ver el verdadero talento que tenían sus alumnos, la capacidad de enseñanza que daban sus valores, todo sería muy distinto. A pesar de que, el Aula de la Infelicidad, formaba parte de la Escuela del Cuento, contaban muy poco con ellos. La mayoría de graduados pertenecían a las altas cúspides: Aula de la Amistad, Aula del Amor, Aula de la Valentía. Sin embargo, Aula de la Infelicidad, parecía no existir dentro de la misma escuela. Lo que desmotivaba a los alumnos y profesores que participaban de tales actividades.

Esa mañana, la directora paseaba con alegría por los pasillos saludando a los nuevos graduados. En verdad, fingía hasta verlos desaparecer tras sus aulas. Luego su rostro se volvía serio y enfadado. Llevaba algunos días molesta tras varias discusiones con la junta directiva. Mundo necesitaba algo más que alegría, también necesitaba aprender sobre otros temas. Todos estaban de acuerdo con ello. Mundo no necesitaba cuentos que les enseñarán de nuevo, no, querían más. Hasta ahora, solamente quería que les recordarán lo bueno de esas fiestas, que les complacieran. La directora paseó de nuevo nerviosa por el pasillo. No estaba contenta con la decisión, pero debía asumirla. La junta había decidido graduar a dieciséis cuentos magníficos sobre la bondad, el amor, la familia, la amistad; y a seis del Aula de la Infelicidad. Seis cuentos que llevarían su historia sobre la infelicidad al Mundo. Solamente seis. Cada vez eran menos. La directora asumió que la junta directiva había perdido la cabeza. En esas fechas nadie quería recordar lo que no le hacía feliz, pero eran cada vez menos graduados. Y no podía seguir así. ¿Cómo iba a ser sino que se aprendiera algo más? Sin embargo, si quería continuar como directora, debía cumplir con esa misión sin manifestar su opinión. Entró en la grisácea aula e indicó a la profesora su elección. Había elegido a buenos alumnos y estaba segura de que ellos mismos, harían que la junta recapacitara. Nunca se graduaba a tantos alumnos de esa aula, y mucho menos por esas fiestas. Era un número muy elevado, pero seguían siendo demasiados pocos, para los que en verdad eran en esa clase. No obstante, como casi cada día, la asistencia era nula. Los cuentos debían estar perdiendo el tiempo en otra parte. Los que la directora había elegido no eran una excepción. Los menos motivados y más desastre. Le habían pedido que los enviará, no necesariamente que triunfarán.

LOS SEIS CUENTOSWhere stories live. Discover now