-La única persona con la que habló como amiga es con Dinah. Los demás son negocios o solo para pasar una buena noche.

Dejé dentro del horno el pastel crudo. Miré la hora y calculé a que tiempo estaría. Luego, me senté frente a la desquiciada. Ella me miraba con mucha curiosidad. Sus ojos marrones me miraban de una buena manera y no con odio.

-¿Y cómo logras entablar conversación conmigo?

-No lo sé, dímelo tú.

Sonrío y bajo su rostro.

-¿Ocurre algo?

Intenté buscar su mirada, me gustaba tenerla en mí. Me estaba prohibiendo de este privilegio al estar las dos solas.

-Tus ojos me son intimidantes.

Reí.

-Déjame y me los quito.

Levantó la mirada para mirarme como siempre hacía, con odio.

-Iba todo muy bien, Jauregui.

-¿Quién empezó?

Hizo mala cara antes de intentar ponerse de pies e irse, pero fui rápida y tomé su antebrazo. Me miró confusa y asustada.

-No te atrevas a darme la espalda, desquiciada.

-Camila, ¿cuándo te lo aprenderás?

-Cuando hagas algo para hacerme recordarlo...

Hizo lo que menos esperaba que hiciera. Me beso. Quedé inmóvil a merced de lo que quisiera hacer con mi cuerpo. Mi brazo había dejado de hacer el agarre en su antebrazo y era ella quien se acercaba para seguir el contacto entre nuestras bocas. Mi espalda baja chocó contra la barra. Estaba sin aliento por la impresión, pero me eran un deleite sus labios rosados. Intenté tocarla, pero ella me lo negó, solo ella pudo tocarme como quisiera. Abrió la boca ligeramente por búsqueda de aire y fue en ese momento cuando introducí mi lengua en su boca, ella jadeo por la impresión, pero no me detuvo.

La puerta fue aporreada con fuerza, de pronto. La desquiciada me miró asustada, sus ojos transmitían todo lo que pasaba por su cabeza. Se alejó de mí tan rapido como pudo. Nuestras respiración estaban erráticas. Ella caminó con prisa al cuarto de baño y se encerró allí.

-¡Camila! ¡Lauren! Abran que he olvidado las llaves dentro.

Pase mi mano por mis labios por algún rastro de nuestro acalorado beso. Abrí la puerta después de unos segundos. Dinah tenía en sus manos unas pequeñas bolsas de compras. ¿Había tardado tanto por tan poco?

-He estado golpeando esa puerta por más de cinco minutos, ¿qué tanto hacían?

-La desquiciada anda con problemas estomacales, creo, y yo estaba fumando en la terraza cuando te escuché.

Dinah me creyó con facilidad. ¿Me creería que hace tan solo tres minutos atrás estábamos compartiendo un gesto tan íntimo? Jamás había besado a una mujer sin tener un objetivo claro en mente de acostarme con ella. Que la desquiciada haya tomado el control desde el comienzo me había dejado fuera de base.

-¿Quién está horneando algo?

Su pregunta sonó con curiosidad y alegría. Parecía querer un poco de lo que fuera que hubiera allí dentro.

-Camila.

-¡Wao! Te haz aprendido su nombre.

-S... Sí.

-Y te trabas al hablar... ¿Te ha extorsionado?

¿Qué?

-¡Hola, Dinah! Disculpa, estaba en el baño.

-Sí, Lauren me dijo que parecias tener problemas estomacales. ¿Estás bien?

La mirada de la desquiciada me hizo querer meterme en el horno. Sonreí en disculpa y regresé a la cocina por un poco de mi hermosa soledad.

Las escuché hablar entre ellas y mover las bolsas de Dinah. No sé cuánto tiempo habría pasado, pero pronto estaba sacando el pastel en total perfección. Lucía hermoso.

Claro, lo había hecho yo.

Sonreí orgullosa de mi obra. Puse todo sobre la barra. Sin duda alguna, estaba perfecto. Le encantaría a Camila y a Dinah. ¿Camila? Solo conocía a la desquiciada.

-¡Oh, Camila, el pastel!

Dinah había entrado a la cocina dándole el nuevo aviso a la desquiciada. Ella entró poco después con una sonrisa simple viendo el pastel sobre la barra.

-Lo he sacado por ti...

-Camila me ha dicho que lo haz hecho tú desde el comienzo, no tienes porqué mentir, Lau.

-Sí... Ella... Yo... Está listo, pueden comer. Debo ir a mi habitación.

No sé porqué de pronto me sentía nerviosa. La mirada de la desquiciada no dejaba ninguno de mis movimientos. Me estaba poniendo paranoica. Mordí mi labio inferior mientras buscaba mi celular y las llaves.

-Lauren, ¿estás bien?

Mi compañía lucia genuinamente preocupada. Sonreí engañosamente y asentí yendo a la sala donde tenía todo. Lo había olvidado por completo.

-Solo acabo de recordar que debo hacer algo.

-¿Algo? ¿Qué algo?

-Algo personal, Dinah.

-¿No son carreras?

-No, tal vez iré a algun bar.

-Recuerda cuidarte, Lu. No queremos más sustos, ¿sí?

Asentí y salí. Cerré la puerta y camine en dirección al ascensor, pero escuché unos pasos detrás de mí. Me giré y era Camila...

-Sobre lo de antes...

Tragué grueso.

¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Por qué me sentía así? ¿Desde cuándo una mujer me ponía nerviosa? No había hecho nada para ponerme a la defensiva.

-¿Qué... Qué cosa?

¿Por qué tartamudeaba?

-El beso, fue un impulso, ¿sí? No es nada de nada.

Asentí erráticamente. No quería que fuera nada. Quería irme de su presencia.

-Bien, adiós.

Y sin más, me fui.

No recuerdo a qué bar entre, ni muchos menos a quiénes me encontré. Solo sé que fue una noche de intento de olvido de alguien que ni siquiera tenía tantos recuerdos con ella. No ayudó mucho, en cada rostro podía ver sus ojos marrones curiosos.

Camila, ¿qué habías hecho en mí?







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Nota de la autora:

Ayyyy, ternuritas.

Esos sentimientos me enloquecen. Más viniendo de ambas.

Las amo.

¿Cómo va todo por su vida?

¿Qué tal les pareció el capítulo? Espero no me hayan olvidado en estos días.

Comenten todo lo que desean.

No olviden su votito.

Sin más que añadir,

Desliza...

MonógamaWhere stories live. Discover now