—No ha querido decir eso — Estaba nervioso y levantó las manos con las palmas abiertas a la altura de su cuerpo tratando de verse inocente.

Mencionar siquiera la muerte de la élite era considerado traición. Los cinco de la élite enforcaron sus ojos en Avery, pero yo solo seguí fija en él. En esa estúpida sonrisa que estaba sobre sus labios.

"Sé que es irascible. Hágame callar".

Lo ha conseguido, me ha hecho explotar en el peor momento. Y lo peor es que se veía en su cara lo mucho que lo estaba disfrutando.

—He matado a gente por menos de lo que acabas de decir, niña. — Moví mi cabeza hacia la derecha, vi a Avery desde detrás de Ian, que se había interpuesto entre los demás y yo como si fuese un escudo. Lo que no tenía claro era a quien intentaba proteger, a mí de ellos o a ellos de mí.

—No lo dejaré participar, máteme si quiere. Pero no voy a ceder.

Ian suspiró con fuerza como si todo estuviese perdido. Pero si no fuese porque era imposible juraría que vi como los ojos de Avery se achinaban un poco y sus comisuras se levantaban. Y así fue como otro golpe de realidad dio contra mí. No querían lo que Ian decía que querían ver en mí, por lo menos ella no. Avery deseaba ver a la Olivia del juego, me buscaba en esta reina sumisa e idiota que había adoptado como personalidad.

"Claro que sí. Desean ver a la reina que vieron en el juego y ella lleva tres meses sin hacer nada. Quieren ver como la ha afectado todo aquello. La élite se está cansando, esto es únicamente por ella. Y la verdad, yo también estoy más que entusiasmado por ver su actitud hoy."

Las palabras que Nathaniel dijo en la subasta se escucharon dentro de mi cabeza como si mi cerebro las hubiese grabado y ahora las estaba reproduciendo de nuevo. No hice ni caso en su día, pues no era lo que Ian quería. Pero puede que... no. Puede no, estaba completamente equivocado.

Desde su propuesta de matar a Marko hasta esto. Solo eran pinchazos destinados a una única cosa. Hacerme ser quien les había demostrado que era. No quería a la mosquita muerta que había fingido ser, deseaba ver la sangre de William Warm en mí.

"Tengo suficientes niños que solo están aquí para divertirse. No necesito una más, y mucho menos una bastarda. Te he aceptado por una razón, y no es que te revuelques junto a tu mascota en mi patio."

—Tarde, majestad. Nuestros luchadores ya están aquí — Nathaniel volvió a intervenir sacándome de mis pensamientos.

No pasaron más de dos segundos desde que terminó de hablar hasta que los esclavos hicieron acto de presencia en la sala. Tuve que clavar mis pies en el suelo con todas mis fuerzas y apoyarme con cuidado sobre la espalda de Ian para no perder el equilibrio cuando lo vi.

Marko iba en cabeza, como si fuese el líder, pues los demás se mantenían a unos metros de distancia caminando detrás de él. No sabía lo que había pasado en estas horas, pero estaba diferente. No sé en qué sentido, pero lo notaba.

Cuando él se detuvo los demás también lo hicieron, pero no a su lado, sino que guardaron las distancias. Fruncí el ceño al darme cuenta de que tenía las manos encadenadas hacia delante y me percaté de un guardia que entró poco después, a paso acelerado y colocándose al lado de todos ellos.

Marko no me buscó, solo movió su atención hasta mí. Como si no tuviera necesidad de analizar el lugar para saber el punto exacto en el que me encontraba. Y supe que a mí me pasaría lo mismo, sabría donde se encontraría en cualquier lugar al que fuese si es que él estaba ahí. No sé cómo, pero lo sabría.

No podía hacer eso. Entregarle la libertad era...joder. No. No lucharía y no sería libre, no lo permitiría.

—Marko. — Fue Nathaniel el que se acercó para poner un brazo encima de sus hombros de forma amistosa. Pero no reaccionó, solo cambió la dirección de su mirada de mi a él, esperando sin ninguna expresión en su rostro —. Es tu día de suerte, mi príncipe — Incluso desde donde estaba vi el hueso de su mandíbula sobresalir cuando escuchó ese apodo —. Hoy puedes ganarte tu libertad.

El Juego De La ReinaWhere stories live. Discover now