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A las dos aproximadamente habían salido para el hospital, cargados con todo lo necesario, y con una alta cantidad de esperanzas, ojalá hubieran sabido un poco más...

El cáncer en Jake había avanzado en exceso, sobre todo porque le tuvieron que sacar la quimioterapia algunas horas antes de hacer el trasplante. Fueron muy pocas horas, pero el control del cáncer se eliminó y se expandió tan rápido como cualquier accidente automovilístico inesperado. Las cosas corren y se estrellan, y después no hay vuelta atrás. Así pasó con Jake.

Liz, Luke y Emma esperaban afuera. Emma comiéndose las uñas, Luke jugando con sus pies y Liz enfocando y desenfocando en cosas. Una hora pasó entre esto y aquello. Se suponía que iba a tardar más, pero parecía que la operación se había reducido en tiempo, seguro que por facilidad. El médico salió con un aspecto agotado, como si necesitara una cama urgente.

—¿Y, doctor? ¿Cómo está Jake? Supongo que sigue dormido, ¿cuándo va a despertar? —empezó a preguntar Liz.

—El hombre falleció durante la operación —dijo el doctor, sin contestar las preguntas.

Todos nos lamentamos, ya que él fue quien le había donado los órganos a Jake. Él le había salvado la vida.

—Y lo lamento mucho señora, pero el hombrecito también. El cáncer avanzó mucho, no pudimos combatirlo. Tratamos de reanimarlo, pero nada funcionó. Enserio lo siento.

Liz pestañeó varias veces, como si se hubiera despertado de un sueño de repente y se acordara de algo importante. Después las lágrimas le empezaron a caer. Emma se llevó las manos a la boca, los ojos se le humedecían, pero sabía que alguno de los tres tenía que permanecer fuerte. Luke se cayó de rodillas, y gritaba en seco, como si estuviera afónico. Emma se agachó a su lado y le pasó un brazo por los hombros, pero él la apartó bruscamente y ella sin una palabra de por medio entendió que él quería descargarse solo. Se paró y Liz la abrazó. Emma acarició su espalda y su pelo repetidas veces. Llegó un punto en el que ella ya no podía dejar caer más lágrimas, se armó de valor y fue a hablar a la secretaría del lugar, donde le entregarían todos los papeles correspondientes al fallecimiento del pequeño.

Se había ido tan pronto... nadie podía creerlo. Emma miró el reloj, las tres de la mañana. Y se acordó de esa historia de terror que le habían contado, en la que el diablo nacía en dicha hora.

Exquisito dolor ➳ l.hWhere stories live. Discover now