9.

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Sin siquiera haberlo hablado, Luke y Emma se encontraron a las seis de la tarde (ya se lo podría considerar su horario de encuentro). No se mostraron ni sorprendidos ni excesivamente emocionados, simplemente eran un par de amigos que se reunían después de vacaciones para hablar de idioteces y pasar tiempo juntos. 

Emma le contó todo sobre Londres, el lugar donde vivía Ashley. Pero no únicamente lo de las últimas vacaciones, sino todo. Desde el primer día que conoció el Big Ben hasta la paz que le traía levantarse y ver que hacía frío. Así era por lo menos 360 días al año. Luke había quedado fascinado, teniendo en cuenta que nunca había salido de ese lugar, excepto para ir a las playas. Típicas vacaciones anuales en su familia. Él quería recorrer el mundo, pero era bastante imposible en su posición actual. Pero sabía que en el futuro lo haría. 

—¿Alguna vez escuchaste nombrar el London Eye? —preguntó ella

—Oye, que no haya salido de esta ciudad no significa que sea ignorante de lo que haya afuera.

Ella se rio.

—Bueno, no hay nada más hermoso que subirse allí de noche. Yo solía tener miedo a las alturas, y la primera vez que subí estuve tanto tiempo masticándome la piel de los costados de las uñas, que cuando salí todos mis dedos sangraban. Durante cuatro días seguidos maldije el tener que lavarme las manos. Pero no me arrepiento. Ahora, cada vez que voy a Londres, me subo una o dos veces en una semana. No es nada económico, pero cada vez notas cosas nuevas y las mariposas de tu estómago nunca desaparecen.

—Suena precioso.

Emma asintió.

—He visto también a muchas parejas subirse para hacer un picnic nocturno. Creo que no hay nada más romántico que eso. Las luces de Londres, el Big Ben, el olor a lluvia, la persona que amas... No me moriré sin que me pase —afirmó.

—¿Jamás te han invitado a una cita allí arriba?

Emma negó con la cabeza, preguntándose qué se le había cruzado por la mente. Él nada más se encogió de hombros.

—Me encantaría llevar a mi novia allí.

—Estoy segura que a ella le encantaría —sonrió en respuesta Emma.

A veces le costaba mucho hacer este tipo de cosas. Sonreír y reírse con él, sabiendo que estaba la chica pelirroja que lo esperaba en casa. A veces se sentía sucia, como si la pelirroja no se mereciera que ella hable con Luke. Pero, ¿por qué se sentía así? Luke y Emma no habían llegado a nada más que a una amistad de corto plazo de tiempo. No tenía razones para sentirse así. O bueno, en realidad sí. Porque después de todo Emma sabía que sentía algo más por él, por el rubio que solía ser misterioso e imposible. Sabía que a veces podía hasta ver el deseo que sentía hacia Luke corriendo por sus venas, de un color dorado muy espeso. Después sacudía la cabeza y seguía con su vida, pero ¿a quién quería engañar? Él le gustaba, y las ganas de besarlo y abrazarlo solamente aumentaban con el tiempo.

—Supongo que primero debería encontrarla, ¿no crees?

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella confundida.

—Supongo que para llevar a mi novia allí, primero debería tenerla. O tener a alguien de candidata para ser mi novia.

Emma frunció el ceño.

—¿Y Lexie?

—¿Lexie? —él se rio bastante fuerte.— Lexie es una pelirroja preciosa, te la voy a presentar. Pero por el amor de Dios, ella no es mi novia. Es mi mejor amiga desde que éramos pequeños, y punto. Es como mi hermana pequeña. Me da asco que simplemente te lo hayas planteado.

Emma se rio, por primera vez, sin sentirse culpable de nada. Lo había malinterpretado todo. Lexie y Luke eran mejores amigos. Y nada más que eso. Ahora podía sentir las mariposas en su estomágo revolotear más que nunca, y ni siquiera sentía que eso estuviera mal.

—Entonces sí, primero deberías encontrarla. 

Se quedaron en un silencio cómodo durante un rato, y después hablaron de temas aleatorios nuevamente. Emma estaba más feliz que nunca, ¿saber que Luke no tenía novia? ¿Que todo había sido un malentendido? O era un golpe de suerte, o simplemente estaba destinado a ser. Esperaba que sea la segunda, porque sus esperanzas tomaban más forma a cada minuto que pasaba con él. Había empezado a significar más para ella de lo que se había imaginado, se le iba de las manos; aunque también le gustaba que fuera así. No estaba segura, pero siempre pensó que así se sentía el amor. Aunque fuera muy pronto incluso para eso, una parte muy oculta en ella estaba segura de que no podía ser de otra forma.

Cuando se despidieron, esta vez fue diferente. Él le dejó un beso sonoro en la mejilla y ella se pudo sentir sonreír inconscientemente. Cuando llegó a su casa, se tiró en la cama mirando el techo. Nunca su habitación había sido tan bella. ¿O era la vida bella ahora? Decían que la vida no podía ser color de rosa, que terminaba por ser blanca y negra, pero ella lo veía todo a gritos de colores.

Exquisito dolor ➳ l.hWhere stories live. Discover now