Reina asintió — Hazme lo que quieras. Te pertenezco.

Fue el boom que necesitaba para perder el control esa noche.

Conner preparó a su Reina gentilmente, para que ella disfrutará cada movimiento que él le proporcionaría.

Su corazón latía con fuerza y su cuerpo rebosaba de exitación.

Entró de una estoica embestida — Ahh... — Su esposa gimió de lo bien que sintió.

Tenerlo allí era una diferente sensación a lo normal. Incluso él era distinto, era más rudo y posesivo. Se aferraba a su cuerpo como si la poseyera. Era mucho más salvaje de lo normal y demandaba tomar el control sobre ella.

Eres mía Reina — Su voz ronca resonó en sus oídos. Cada embestida que le daba entraba muy profunda — Me perteneces a mi. ¿Oíste? Solo a mi.

La mujer que estaba siendo domada contra la pared intentó ahogar fallidamente sus gemidos.  — Ahh...

Anda... — La embistió con más fuerza e incremento su velocidad. Ella no sentía dolor debido a su buena preparación previa que le había brindado — Dilo. Dí de quién eres. Dí a quién le perteneces. — Le exigió mientras la tenía acorralada entre él y la pared. Cada estocada llegaba a lo más profundo de ella.

Le pertenezco al alfa... — Gimió ella con la mano de su esposo aún en su cuello.

Su marido hundió la nariz en su cabello y disfrutó de su fragancia, bajó sus labios y mordió su cuello mientras la embestia — Cada noche lejos de ti, es una tortura para mí.

Conner se separó de ella y volteó su cuerpo para que su mirada hiciera contacto con la de él. Una vez que sus ojos se entrelazaron en una mezcla de unión depravada por la lujuria y una chispa del líbido de su amor.
Las ásperas manos del hombre acariciaron delicadamente la tersa piel de las piernas de su mujer. Devoró sus labios como fuego ardiente, se derretía cada vez que su boca hacia contacto con la de ella. Levantó sus piernas — ¡Ahh! — De una sola estocada volvía a entrar en ella.

Mi Reina — Gimió su nombre con las labios de la boca pegados a su oreja. La mujer sintió como extrañas vibraciones que bajaron por su cuerpo cada vez que el cálido vapor salía de la boca de su esposo y chocaba contra ella. El hombre la embestía vigorosamente y reclamaba por ella — Solo yo puedo tenerte así. Solo yo puedo cogerte así. — Las embestidas se volvieron cada vez más poderosa. El calor fue subiendo y cada vez la satisfacción era más grande, el placer iba en aumento desmedido, rogando por llegar a su punto culminante.

¡Ahh! — La Reina gimió contra su boca una vez que llegó al orgasmo y lo apretó con fuerza dentro suyo.

El hombre también soltó un grueso gruñido cuando se corrió dentro de ella.

Desesperadamente volvió a unir sus labios con los de ella. El fuego no se había apagado, en su lugar la llama se había avivado con más fuerza. — Otra vez mi Reina... Por favor concedame el permiso — Rogó por ella una vez más.

En su lugar la Reina tomó esta oportunidad para aprovecharse de él.

Está bien. Te dejare tenerme nuevamente, pero no podrás tocar — Sentenció definitivamente y el rostro de su marido cambio por completo.

— ¿Cómo que no podré tocar? — Los ojos del hombre se oscurecieron oponiéndose radicalmente a la idea.

Ella lo empujó en la cama, en cuanto su cuerpo se desplomó sobre las sábanas, la mujer trepó por encima de su esposo, sentándose en su cadera.

Le perteneces al Alpha Where stories live. Discover now