LXX: Un amor para toda la vida

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El alfa vio a sus dos razones de vida retirarse de la habitación.

TaeHyung se encontraba aburrido, sentado en la silla de su despacho

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TaeHyung se encontraba aburrido, sentado en la silla de su despacho. Esa falta de entusiasmo lo llevó a distraerse y comenzar a hacer origami con algunas cartas sin importancia. Su mente solo hallaba un rumbo en ese tipo de circunstancias, y ese rumbo no era nada más y nada menos que las dos personas que más amaba en este mundo: su esposo y su hijo.

Es por eso que la obra de arte completada que ahora observaba era algo que les recordaba a ellos:

Una chinchilla mediana y otra mucho más pequeña.

Se los regalaría apenas los viera.

Aun así, continuaba aburridísimo. Su mesa estaba llena de papeles, había varias cosas por hacer, pero el fastidio le estaba ganando. No tenía mucha motivación para nada.

Esa era una de las razones por las que no le gustaba celebrar su cumpleaños: como nunca tuvo uno, su niño interior estaba algo resentido porque siempre vio como los demás niños de su edad o incluso mayores recibían regalos y pasteles un día en especial cada año. Era una sensación extraña.

Estaba por suspirar cuando tocaron la puerta.

—Pase...

Un joven omega apareció en su campo de visión. Era un sirviente de la corte del rey consorte, de esos omegas que siempre atendían a su esposo. Por eso TaeHyung lo miró con tanta curiosidad entrar y reverenciar.

—Una carta de Su Majestad.

TaeHyung la tomó y asintió, sin mirarlo.

—Puedes retirarte.

Una vez estuvo solo, lo primero que hizo con ella fue olerla; el aroma de su esposo estaba muy presente en el sobre. La abrió y sacó su contenido con el debido cuidado. Al abrir la carta, se percató de pequeños dibujos encantadores decorando los bordes de la hoja en forma de flores y ornamentos que JungKook había hecho a mano con colores pasteles.

En medio estaba en la hermosa letra de su esposo, diciendo: «Lo espero en la cascada de los jardines, Majestad», junto a su nombre y una firma de lo más romántica.

TaeHyung sonrió de forma inevitable. Adoraba las cartas que le dedicaba su esposo. De hecho, todavía conservaba todas las cartas que le envió su esposo desde el Castillo del Este. Recordaba que, en ese entonces, eran una especie de placebo para su corazón porque el aroma a albaricoque y hierbabuena continuaba en ella incluso pasadas las semanas.

Se levantó felizmente mientras guardaba la carta de nuevo en su sobre y dejó dentro de una gaveta. Tomó sus dos origamis de chinchillas y se fue de camino a los jardines. Su caminar era entusiasmado por el simple hecho de que su esposo lo quería ahí y eso lo hacía feliz. Se adentró en el bosque en busca de aquella cascada oculta que era guardiana de tantísimos recuerdos. El sol entraba a través de las copas de los árboles y la brisa soplaba fresca sobre su rostro. La naturaleza y calma de ese lugar era pacífica, sin duda.

The Royals © Taekook ✓Where stories live. Discover now