Capítulo 13

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Katsuki estaba agotado.

Sus heridas no habían dejado de sangrar desde que salieron de Musutafu, debía ser gracias al matalobos embebido en las puntas metálicas de las flechas que lo habían golpeado. Punzaban y ardían gracias al viento que no dejaba de azotarlas; la sensación de la sangre era incómoda, mojaba sus pantalones y se había secado sobre su piel, creando una costra que se resquebrajaba con cada paso.

El collar y las esposas que llevaba puestas habían causado heridas también, estaban tan apretados que su piel había cedido y ahora profundos cortes estaban marcados en sus muñecas, antebrazos y cuello.

No le habían administrado dosis de matalobos como lo hacían en Hosu, pues no tenían necesidad de hacerlo, Todoroki sabía que sus heridas y el agotamiento mental que estaba sufriendo le impedirían intentar cualquier cosa para liberarse.

Estaba siendo jalado por un soldado alto y fornido que llevaba la cadena anclada a su cinturón, sujeta por un grueso anillo de hierro que Katsuki no podría romper por sí mismo, incluso aunque tuviera toda su fuerza disponible.

No podía escuchar mucho de lo que ocurría a su alrededor, un agudo zumbido resonaba dentro de su cabeza desde horas atrás; su vista estaba desenfocada, por lo que tampoco estaba prestando mucha atención al camino.

Su mente no dejaba de pensar en lo que estaba ocurriendo en Musutafu. ¿Habrían logrado detener el fuego? Esperaba que sí, incluso aunque la respuesta más probable era que no; los Todoroki se aseguraban de que los pueblos que atacaba quedaran enteramente destruidos, era su manera de marcar sus triunfos y dudaba que Musutafu fuera la excepción.

¿Deku habría tratado ya sus heridas? ¿Ochako había sobrevivido a la flecha que la golpeó? ¿Tenya había salido herido? ¿El bebé de Tatami estaba bien? ¿Y Shindo? ¿Qué había de todas las personas que vio en la plaza?

No importó que tanto pensó en ello, y qué tanto trató de asegurarse que los demás estaban bien, ninguna palabra fue lo suficientemente conciliadora.

Recordaba haberse sentido así antes, cuando lo llevaron de Kamino a Hosu nueve años atrás. Durante el largo camino no había podido despegar su mente de los terribles sucesos que su gente había sufrido. Su mente estaba plagada de culpa y arrepentimiento, no había podido pensar en nada más hasta que pasó un par de días en la celda.

Al menos esta vez no pasaría años encerrado, si la sentencia que Todoroki había pronunciado resultaba ser cierta.

No quería morir, y mucho menos por la mano de sus captores, pero si así se libraba de seguir siendo un prisionero...

La caravana en la que viajaba se detuvo lentamente. Katsuki paró sus pasos, medianamente agradecido de que fueran a tomarse un descanso, sus heridas dolían cada vez más y su mente lejana se sentía como un peso extra que arrastraba a sus espaldas.

Le tomó un largo rato ser capaz de levantar la mirada; el sol de mediodía lastimó sus pupilas, la repentina luz causándole un punzante dolor de cabeza que se vio amplificado al ser consciente de que no había dejado de moverse desde la madrugada, al menos ocho horas atrás.

A su alrededor un campamento improvisado se levantaba. Algunas carpas y fogatas se repartían por el espacio abierto. Observó las cepas de los troncos que habían talado para poder establecerse, tan lejos del borde del bosque cómo fue posible y después, notó las miradas de odio que estaba recibiendo de todos y cada uno de los soldados ahí.

Al frente, Todoroki desmontó su caballo y dio órdenes que Katsuki no alcanzó a escuchar, pero que, estaba seguro, lo involucraban a él.

Deseó tener las energías para saltar sobre el bastardo, para hacerle el mismo daño que le había causado a Deku y a Musutafu, pero no podía. No había forma en que llegara hasta el imbécil sin antes tener decenas de flechas atravesándolo.

Oasis; [Katsudeku]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن