Capítulo 3

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El suave repique de las aves fue lo que despertó a Izuku. El pecoso frunció las cejas ante el dolor que recorrió su cuello y espalda gracias a la terrible postura en la que había dormido y después abrió los ojos lentamente.

Frente a él un desastre de plantas, aceite y tinta estaba esparcido en la mesa, se quejó mentalmente al pensar en todo el daño que su pobre mesa había sufrido por la humedad. Al levantar un poco más la mirada, se encontró con un par de orbes escarlata observándolo de vuelta.

Se irguió de golpe, limpiándose apresuradamente la comisura de la boca, en donde corría un delgado hilo de saliva. Se sonrojó sin poderlo evitar, pues la aguda mirada de Kacchan no se había apartado de él.

—Bu-buenos días. —carraspeó, poniéndose de pie para escapar del escrutinio, la vergüenza aun coloreándole las mejillas.

Fue hasta la fogata, en donde las brasas del fuego apenas y seguían ardiendo. Tomó un leño de la pila al lado de la puerta trasera y lo arrojó dentro para después agacharse y tomar su pedernal, creando una chispa que de inmediato avivó las llamas.

Colocó la tetera sobre la placa de metal que ponía sobre la fogata para evitar que el hollín arruinara sus cazuelas. Después, buscó el frasco en donde guardaba la lavanda y arrojó un par de ramas dentro de dos tazas.

Se dio la vuelta y soltó un corto respingo al percatarse de que Kacchan seguía observándolo. Con las mejillas perpetuamente rojas, decidió salir al jardín.

Avanzó entre sus flores y plantas con confianza hasta que llegó a su árbol de limón. Cortó uno de los frutos con delicadeza y después volvió sobre sus pasos. Entró a la cocina y rebanó la pequeña fruta para después colocar un par de rodajas en las tazas.

Vertió el agua hirviente en ellas y las depositó en la mesa junto a un tarro pequeño de miel de abeja. Después, buscó una pieza de queso y pan que colocó también en la mesa.

—Siento mucho no poder ofrecerte algo más. —se animó a decir, tratando de olvidarse de su vergüenza anterior. —Hoy iré al mercado a intercambiar algunas cosas, espero encontrar ingredientes buenos para preparar la comida de hoy.

El cenizo asintió, estirándose para tomar la taza y dando un sorbo, arrugando la nariz delicadamente al percibir el sabor ácido del limón. Izuku soltó una suave risita y se estiró para tomar la cuchara de madera que estaba dentro del tarro de la miel.

—Tienes que endulzarlo, Kacchan. —sonrió, añadiendo un par de cucharadas antes de continuar con su propio té.

Bebieron en silencio; como siempre, Izuku tuvo que comer del pan y el queso primero antes de que Kacchan se animara a hacerlo también.

Al terminar, el pecoso se puso de pie de inmediato. Tomó una canasta y colocó numerosos frascos y hierbas secas guardadas en costales de tela y después fue al jardín a recolectar algunas cosas que sabía que alguien podría necesitar.

Cuando volvió a entrar a la cabaña, el cenizo seguía en su lugar en la silla.

—¿Te gustaría acompañarme al mercado, Kacchan? —preguntó, ajustando la intrincada canasta de mimbre que llevaba en sus brazos. El cenizo lo miró por unos instantes antes de negar con la cabeza. —Está bien, puedes tomar lo que quieras excepto los frascos medicinales; solo ten cuidado, ¿sí?

No esperaba una respuesta de Kacchan, por lo que se dio la vuelta de inmediato para dirigirse a la puerta.

Salió de la cabaña y avanzó por el borde del bosque. Respiró profundamente el aire fresco y sonrió al escuchar el sonido del rio correr cerca. Su hogar, pequeño y acogedor, estaba ligeramente apartado del resto del pueblo, pues esto ayudaba a que los enfermos tuvieran mayor privacidad y, además, le permitía al pecoso criar un jardín de flores, frutas y vegetales sin temor a que la agitada multitud les hiciera daño.

Oasis; [Katsudeku]Where stories live. Discover now