Capítulo 7

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Un par de días después y luego de rogarle al cenizo por quien sabe cuántas horas, Izuku logró arrastrarlo al bosque con él.

Tomó su arco y carcaj y cargó el enorme cesto de sábanas sucias que había estado guardando por semanas. El río finalmente se había descongelado por completo y ahora tenía la oportunidad perfecta para intentar deshacerse de las variadas manchas presentes en las sábanas.

Kacchan le gruñó con disgusto al verlo batallar con el cesto y se acercó a tomarlo, cargándolo por él incluso aunque Izuku se quejó y declaró con molestia que podía hacerlo solo, siendo ignorado por el cenizo.

Avanzaron por entre el césped de un vivaz color verde con dirección al río. La cabaña de Izuku estaba alejada por unas decenas de metros del Takoba, por lo que les tomó unos cuantos minutos llegar.

El cauce del rio era ligeramente menor durante el invierno y la primavera, Izuku suponía que esto era gracias a alguna cascada o lago que se secaba durante estas épocas y regresaba a su tamaño máximo durante el verano y el otoño, época en la que el rio subiría un par de metros y correría con más fuerza.

—Kacchan, pon ahí la canasta. —señaló Izuku, acercándose a un árbol de tronco grueso que extendía sus ramas hacia el agua y después dejando el arco y el carcaj a un lado, lo suficientemente cerca como para defenderse en caso de que fuera necesario, pero apartado para que no fuera una molestia.

—¿Para qué trajiste el arco? —preguntó el cenizo una vez el elfo se arrodilló junto a la canasta para sacar su jabón y la pequeña pileta que usaba para tallar las manchas más obstinadas.

—Por si necesitamos defendernos. —zanjó, no dando explicaciones extras.

—¿Siquiera sabes usarlo? —inquirió con una mezcla de curiosidad y burla e Izuku levantó la mirada para observarlo con el ceño fruncido.

—Claro que sé. De otra forma, no lo tendría.

Kacchan alzó una ceja, claramente dudoso e Izuku arrojó la funda de almohada que estaba sosteniendo a la canasta con un poco más de fuerza de la necesaria.

—¿Qué? ¿No me crees?

El hombre se encogió de hombros, fingiendo desinterés.

—Para tu información, soy el mejor arquero de Musutafu. —anunció, ansioso por demostrarle al cenizo que era capaz de disparar. Le había tomado años de entrenamiento llegar hasta el nivel que tenía y durante las épocas cálidas del año dedicaba la totalidad de su tiempo libre a practicar.

Se puso de pie y avanzó hasta el arco con pasos firmes. Lo tomó y después se echó el carcaj al hombro, buscando con la mirada un objetivo aceptable y encontrándose con una enorme piña que colgaba de un pino cercano.

—Te lo demostraré. —prometió, flexionando el brazo para tomar una flecha del carcaj, colocándola en el arco y preparándose para disparar.

Tomó una respiración profunda antes de aguantarla, cerró un ojo y alineó la punta de la flecha con su pupila, concentrándose en la piña a unos treinta metros de distancia. Tensó la cuerda la cantidad necesaria para alcanzar su objetivo y disparó.

La flecha surcó el aire con un suave sonido similar al de la brisa y en un parpadeo, atravesó la piña, haciéndola caer al suelo unos metros más adelante.

—¡Si! —celebró Izuku, dando un pequeño salto de emoción antes de girarse a ver al cenizo, quien lo miraba con asombro y un ligero sonrojo en las mejillas.

—Quien lo diría. —comenzó el alto, acercándose a él lentamente y dejando que una sonrisa satisfecha se formara en sus labios. —Deku es un gran arquero, después de todo.

Oasis; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora