Capítulo 5

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Izuku solo pudo dormir por un par de horas antes de que su paranoia regresara. Despertó de golpe, el corazón latiéndole con fuerza y sudando frio. Miró a su alrededor con pánico antes de finalmente registrar que nadie estaba ahí.

Se levantó de la silla y se asomó por la ventana, notando que el jardín estaba desierto. Después, se asomó a la estancia y también comprobó que no había nadie. Revisó su habitación y decidió tomar su solitario arco junto con su carcaj lleno de flechas y llevarlo hasta la mesa de la cocina, en donde lo colocó con esperanzas de poder defenderse en caso de necesitarlo.

Colocó la tetera en el fuego y mientras preparaba una mezcla de hierbas tranquilizantes, rogó a los cielos que nadie en el pueblo lo necesitara durante ese día, pues no estaba seguro de que su mente pudiera soportar más tensión.

Se bebió el té sentado en el sofá, cobijándose con la capa roja. Sus manos temblaban y cada sonido, por más leve que fuese, lo alteraba. ¿Qué pasaría si Todoroki lo encontraba? En el mejor de los casos terminaría como esclavo junto a Kacchan. Los señores feudales se tomaban muy enserio la traición, para ellos, era imperdonable y cualquier tonto que cometiera un acto de esa índole contra un gobernante, nunca sobrevivía a su ira.

¿Y qué ocurriría con Kacchan? ¿Lo ejecutarían por haber escapado? ¿Lo regresarían a su antiguo puesto sin una palabra? Las funestas posibilidades solo lograron que su piel se erizara de nuevo y su corazón se acelerara.

Miró a la puerta de la cocina que conducía al jardín a su derecha, observando los rayos rosados del crepúsculo descender lentamente, volviendo a la nada con rapidez. ¿Ya estaba oscureciendo? Era cierto que durante el invierno los días eran más cortos y que el manto oscuro de la noche caía sobre ellos unas horas más pronto que durante el verano, sin embargo, Izuku se sorprendió al percatarse de que había pasado horas en el sofá, solamente pensando.

Respiró, tratando de relajarse, pero sus dedos seguían apretándose más y más sobre la taza, la tensión negándose a abandonar su cuerpo. Colocó la taza a un lado y se aferró a la capa, abrazándola con urgencia, sintiendo el ligero aroma de Kacchan rodearlo.

Escuchó un golpe a sus espaldas y se giró de inmediato, topándose con que la puerta de la habitación clínica estaba abierta, los últimos rayos de luz alcanzándose a ver sobre la duela, apenas lo suficientemente fuertes como para crear ligeras y difusas sombras que enmarcaban la figura de pie en la puerta.

Kacchan estaba ahí, al parecer aún desorientado, sus cejas fruncidas en claro disgusto mientras su mano izquierda apretaba con fuerza el marco de la puerta y sus ojos permanecían clavados en el suelo, totalmente desenfocados.

Izuku se removió en el sillón, poniéndose de pie con prisa para ir hasta el cenizo cuando el hombre levantó la mirada. Sus pupilas negras se dilataron antes de encogerse en cuanto las posó sobre él y de inmediato la horrible y casi olvidada sensación de terror que la mirada del hombre le producía se apoderó de él.

Se quedó de pie, paralizado por el sentimiento. Miedo puro corrió por sus venas, invadiéndolo por completo. Su piel se erizó y su sangre se congeló mientras todos sus instintos de supervivencia se disparaban, rogándole que huyera.

El cenizo se dobló sobre sí mismo, sus dedos enterrándose en la madera del umbral con tanta fuerza que comenzó a astillarla. Soltó un adolorido gruñido gutural e Izuku por fin pudo volver a moverse.

Se acercó al hombre con las rodillas temblorosas y cuando estaba a punto de tocarlo, el cenizo volvió a gruñir. Retrocedió por puro instinto cuando Kacchan se irguió, tambaleándose hacia adelante, su cuerpo cubriéndose de más y más sudor con cada segundo que transcurría.

Oasis; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora