Capítulo Final

87 12 0
                                    

Yo había sido la vida de ella; era sus ojos hecho persona, y no existía forma imperturbable en mi ser que me dijera que hacía lo incorrecto. Toda mi existencia se resumía a contarle mis días al grandioso amor que vivía, y eso, me hacía inmensamente alegre a pesar de que estaba más cerca que nunca de conocer la muerte. La enfermera había inyectado morfina porque no podía con el dolor. Era insoportable.

—Claude —escuché a Janett después de recordar nuestra historia juntos. Tuve tiempo para ser feliz e inmortalizar todo en minutos. Pero me había sido devuelto el alma al cuerpo como un regalo, pensé que era una alucinación.

—Janett... ¿Qué haces aquí? Deberías estar en Pensilvania —observé con un ojo a Janett, y ahí estaba, bellísima y tierna como siempre. Todavía retenía el antifaz, parecía que la terapia falló.

Sentí a Emilio y Sounder afuera, y él, estaba tapándose el rostro con frustración porque había roto la promesa de no hablar, pero al mismo tiempo, estaba triste porque pensaba que había sido demasiado tarde. Nunca me podría haber indignado con él. Sounder, era un magnífico caballero del Olivo que merecía respeto.

—¿Crees que abandonaría al hombre que amo? ¡Jamás! —me dijo sonriente hasta casi llorar—. Conseguimos un vuelo con escala y llegamos justo a tiempo...

Había recuperado mi lucidez gracias a la morfina y la adrenalina de verla, ambas me proveían el adicional de energías que necesitaba para seguir. Janett, era el ángel de mi resiliencia y la única con quien podría encender el motor de mis fuerzas. La enfermera, vio de reojo a Janett y dio una exigua sonrisa, retirándose con tristeza. Reconocía como ellos lo que se venía para mí.

—Te tengo una noticia maravillosa —me dijo.

Le otorgué una sonrisa, de esas que me llenaba en el corazón.

—¿Dime cuál?

—Estás sonriendo —expresó con sapiencia antes de hablar—. Conozco ese murmullo agradable que marcas en la boca cuando te sientes feliz.

Me conocía tanto que no dejaba de sorprenderme, siempre hacía eso sin poder observarme y hasta después de mucho todavía me lo preguntaba... ¿Cómo era capaz de descubrir mi espíritu con tan solo su voz?

La muerte me tenía en lista de espera desde hacía años, era una realidad bien sabida hasta cuando charlábamos de forma natural. Había vivido rodeado de una mujer de infinitas bondades y pocos errores, que me salvó de morir muchas veces, pero que no había forma de que lo hiciera otra vez... sin embargo, suficiente me era con observar su hermoso rostro, y entender una vez más, que la vida siempre me había obsequiado razones para prolongarla.

Había roto casi todas mis promesas con Janett, pero la más importante de todas... la conseguí cumplir: amarla durante toda mi vida.

—El doctor me dijo que puedo abrir los ojos... —dijo temerosa, pero confiada.

—¿Y si te traumas por lo que ves? —No podía creerlo hasta no mirarla de verdad. Pero no sé por qué percibí lo inexplicable en sus palabras. Janett, casi sudaba de la impresión.

—Ya han pasado veinte años desde que estamos juntos, es el tiempo suficiente para aceptarte en todas tus formas. No veo por qué tendría miedo de verte por primera vez.

—¿En qué momento pasaron los años? Ayer fue el día que te conocí...

—Ya crecimos —dijo como niña.

—Sí... somos adultos y hasta viejos. Como vuela el tiempo. ¡Dios! ¡Algún día tiene que descansar de correr tanto! —le dije con los ojos más abiertos, estaba encantado con la conversa.

Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora