—Es sorprendente que estén juntos —comentó divertido un chico del círculo al verlos en ese plan— porque parecía que se odiaban.

—Es que Aegan no quería admitir que el hecho de que yo lo desafiara, le gustó. —ella rió con dulzura.

Él esbozó una sonrisa de labios pegados, falsa.

—Claro, y tú no querías admitir que me desafiaste porque te gusté en cuanto me viste —replicó.

Ambos emitieron una risita estúpida. Qué hermosa su relación artificial, ¿verdad?

—Miren, les juro que una vida no es suficiente para describir cuánta suerte tengo. —parecía la ganadora de un Oscar diciendo esa ridiculez, en serio—. Cada día, cuando me despierto por las mañanas, digo: «¡Hoy soy la novia de Aegan Cash! ¿Es que Dios no me ha dado ya todo lo que necesito?».

Ella se acercó a él y estaba a punto de besarlo, cuando...

—Oye —le dijo alguien de repente, poniéndole una mano en el hombro.

—Esto sonará loquísimo, pero tu cara me recuerda mucho a la de una chica que me atendió en el Starbucks de mi ciudad —añadió.

Sentí que todas las miradas del círculo y, sobre todo, la de Aegan se deslizaron hacia ella.

—Eh, nunca he trabajado en un Starbucks —respondió con desconcierto.

—Sí, tal vez me he confundido. —Esbozó una sonrisa divertida e incoherente—. Su cabello era rojo, pero es que te pareces bastante a ella...

Ella estaba a punto de replicar algo, en cuanto le dieron un pelotazo en la mejilla.

—Eso debió doler —murmuro con una mueca y Adrik asiente.

Algunas personas se concentraron a su alrededor. Escuché voces y preguntas.

Me di cuenta de que la gente la miraba como si fuera el mejor chisme, que los chicos de la piscina, incluido Aleixandre, habían salido a ver si no la habían matado. A pesar de eso, me concentré solo en que Aegan intentaba aguantar la risa con todas sus fuerzas. Un instante después, estalló en una carcajada, y como si con ella diera permiso al resto de los presentes, todos los demás se rieron también.

—Jude, ¿te ayudo a levantarte? —preguntó Aleixandre entre las risas sin unirse a ellos, y le extendió la mano.

Aegan siguió con su ataque de risa; se reía tanto que parecía que se iba a orinar. Deseé que se atragantara con su propia saliva y se muriera ahí mismo.

Sí él pregunta, yo jamás he pensado eso.

—Tu cara... —soltó entre carcajadas—. Tú... Fue... Te quedó la marca... Déjame... hacer... Hacerte una...

A zancadas rápidas me dirigió a las escaleras para abandonar la terraza. Empezó a patear el heno como una loca furiosa.

—¡Maldito Aegan! —chilló—. ¡Te odio!

En cuanto se había desecho de la mayor parte de su ira, intentó irse y se encontró con nosotros viéndola como si estuviera loca.

—Si destrozas el heno, solo me haces más difícil el trabajo —dijo mi hermano, ceñudo.

—Lo siento —se disculpó, intentando recuperar un poco de calma —. No sabía que te encargabas de limpiar este lugar.

—No creo que esto sea lo que estoy pensando —comentó él, fingiendo dudas, refiriéndose a su situación.

—Depende, ¿estás pensando que soy una estúpida, ridícula, medio desnuda que lo hace todo mal?

—Una parte de eso —admitió.

—Pues sí, estás en lo cierto —le concedió.

Luego de eso, todo se quedó en silencio hasta que yo hablé:

—Lo que sea que te haya pasado ahora, es culpa tuya.

—¿Por qué?

—¿Por qué eres su novia si lo odias?

—Yo no lo...

—Te odio, Aegan —interrumpí, imitándola—. Maldito seas, eres un imbécil, ojalá pudiera patearte la cara como estoy pateando este heno.

—Fue casi una declaración de homicidio —opiné.

—Bueno, no lo dije en serio —trató de arreglar su error—. Solo es que estaba enfadada, pero ya se me ha pasado.

—¿Quieres un consejo de verdad, Jude? —dije de forma inesperada—. No eres tan tonta como te gusta aparentar. Si quieres hacer algo bueno, si en verdad no quieres seguir pasando por estas cosas, aléjate de nosotros y ocúpate de tus estudios. No le veo sentido a que estés con él si te hace pasarlo tan mal.

—Es... complicado —decidió decir. Luego recuperó cierta firmeza—. E igual no hablaré de esto contigo. Sé que los cuatro pueden conspirar para...

La interrumpí.

—La última vez que conspiramos teníamos nueve años y tratábamos de decidir si encerrábamos a Aleixandre en el armario o en el sótano. —dejé de observar a Adrik y la miré—: ¿O tú crees que nos reunimos los cuatro para planear cómo fastidiarte la vida?

—Es que...

—El mundo no gira alrededor de ti, Jude —volví a interrumpirle, esta vez con hastío.

—Pero ¿sí gira alrededor de los Cash? —rebatió, enarcando una ceja.

—De nadie, sobre todo no lo hace alrededor de Aegan. Pero no hablaré de esto contigo. Según tú, somos el enemigo, ¿no? Mejor nos vemos en tu próximo momento ridículo.

Ella se estaba yendo, cuando mi hermano habló:

—Jude —la llamó Adrik justo antes de salir del establo.

—¿Qué?

—Tienes una rama pegada en el culo —informó con total naturalidad, como si tener ramas en el culo fuera de lo más común y yo solté una carcajada.

Hoy es un día genial... Bueno, no.

Sí consideramos que sigo viva... 

La melliza de Adrik CashWhere stories live. Discover now