La vi dudar, hasta que finalmente asintió segura.

— Sí, ya nos íbamos. —concordó entrelazando nuestros dedos— Así que no molestes, porque tenemos muchísimo trabajo.

— Ya, claro. —rio Jesús, sin embargo no tuvo tiempo de empezar un interrogatorio cuando Riley nos arrastró hasta las puertas.

— ¿A dónde vamos? —preguntó cuando ya estuvimos fuera.

Me enternecí por algún motivo, quizás fuera el hecho de que no le importara realmente el dónde, sino simplemente el que yo fuera con ella.

— Es una sorpresa.

Soltó nuestras manos de golpe, haciéndome extrañar su tacto.

— Sabes que no me gustan las sorpresas. 

— Lo sé. —negué, atrayéndola de nuevo a mi lado. 

— Sea lo que sea. —prosiguió como si nada— Si está relacionado con payasos será mejor que demos la vuelta, sabes que les tengo pavor.

— Lo sé. —repetí con una sonrisa— Prometo que no hay payasos en la sorpresa.

— No debí contarte mis traumas infantiles, los puedes utilizar en mi contra.

— Estás demente. 

Me golpeó el hombro, arrancándome una carcajada.

Nos mantuvimos al borde de la carretera un par de kilómetros, hasta que alcancé a orientarme y nos adentré a ambos en la espesura del bosque. Íbamos la mayor parte del camino en silencio, en uno cálido que se rompía únicamente cuando a alguno de los dos se le escapaba la sonrisa.

— Ayer te escuché practicar con la guitarra. —comenté mientras nos acercábamos a una zona aún más frondosa.

— ¿Y no te sangraron los oídos?

— Ni un poco. 

Chasqueó la lengua, falsamente molesta por el cumplido.

— Será que tengo un buen maestro.

Me detuve al darme cuenta de que finalmente habíamos llegado, y la atrapé del brazo cuando tuvo la intención de adelantarse para ojear que había delante.

— No hagas trampas. —cubrí sus ojos con mis manos— Prometo que no hay payasos. —susurré cerca de su oído, y al sentirla temblar por ello el calor me subió a las mejillas. 

A veces olvidaba que el mismo poder que tenía ella sobre mí, podría lograrlo yo también.

— Empiezo a creer que tu sorpresa implica una fantasía oscura y turbia.

Ahogué la risa, al igual que ella, pues a pesar de todo estábamos en el bosque, y lo último que queríamos era que un par de muertos nos incordiaran.

La llevé a tientas unos metros más, y tuve que separarme un poco para apartar las ramas y las hierbas que se le cruzaban. Finalmente llegamos a un terreno más resbaladizo y peligroso por las rocas, pero, con cuidado, logré que tan solo gruñera un par de veces, lo que era un auténtico logro. Cerré a mi espalda, el improvisado mecanismo que había colocado días atrás, y cuando estuvimos seguros, retiré las manos.

— Sin duda. —murmuró adentrándose en la estancia— Turbio. —su risa brotó haciendo eco en la pequeña cueva— ¿Cuándo has...? —se asombró al ver la guitarra en una de las esquinas, al igual que un par de mochilas y velas que lo iluminaban todo.

— Sorpresa. —reí apoyándome en la pared de la cueva, y el esfuerzo de semanas por asegurar aquel lugar, valía la pena al ver como lo recorría todo con la mirada— Pensé que necesitabas un lugar tuyo, para huir de Gregory. 

✓DEMON'S FEARS ⎯⎯  ᴛᴡᴅWhere stories live. Discover now