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Hacía mucho frío por la mañana, el sol no calentaba, era difícil seguir el paso de los rayos escurridizos. Las calles tenían el aspecto sucio y duro que traía la escarcha, la humedad se respiraba así como el fuerte aroma a humo que acompañaba el clima gélido.

Jimin descansaba sobre su bicicleta, contemplando una vieja fábrica abandonada que tenía todas las ventanas quebradas. Había sido una fábrica de muebles que no pudo reponerse después de un incendio que dejó viva únicamente la fachada. Muchas personas perdieron su trabajo en ese entonces, eran años difíciles y la devastación absoluta tocó sus puertas. Entre las víctimas se encontraba un vecino cuya nacionalidad no era coreana, y quien apenas podía darle de comer a sus 3 hijos.

Recordaba su rostro, sus ojos desprovistos de vida y la expresión de total angustia que le dio a su pequeño hijo cuando éste le abrazó la pierna buscando consolarlo.

— ¿Qué haces? — Ahí estaba la voz que estaba esperando escuchar, y no, no se trataba de su mejor amigo.

Giró para mirar al intruso, quien era el mismo niño que de pequeño abrazó a su padre para darle la seguridad de que estarían bien como familia, después del incendio.
Se trataba de un chico italiano más grande que todos sus maestros, con pecas llamativas, culpables de una lluvia de comentarios desagradables dirigidos a su persona por no tener la piel limpia. También tenía heterocromía, lo que quería decir que tenía un ojo verde y el otro azul, una cualidad que también le trajo problemas con algunas ancianas en la iglesia que comenzaron a llamarle el "anticristo". Todos sabían que lo apodaron así por un asunto de xenofobia.

Se hicieron amigos ocasionales, del tipo que se saludaba en los pasillos, pero que no compartía en la cotidianidad. Jimin en ese momento sentía que era como un salvavidas.

— Sé que tomas este camino siempre y te estaba esperando. — Le respondió bajándose de la bicicleta con una sonrisa de suficiencia en su rostro.

Curiosamente, los dos llevaban el mismo uniforme, pero lo lucían de una manera tan distinta, que parecían de diferentes institutos.

Jimin era del tipo ordenado que abrochaba hasta el último botón de su camisa. Llevaba el suéter del instituto que era de un color más o menos claro, un poco problemático, sabiendo que se ensuciaba hasta con la más mínima cosa. La corbata la llevaba bien puesta, hasta el punto que se hacía molesta.
Su vecino era alguien peculiar, tenía una chaqueta de cuero por sobre la camisa, una corbata realmente desordenada, como si no tuviera ni la menor idea de cómo armarla, y varios anillos en sus manos que intimidaban. Fuera de eso, siempre llevaba auriculares realmente grandes con los que escuchaba música todo el tiempo, una excusa para no responderle a nadie porque no podía escucharles.

— ¿Y Jungkook? — Todos veían a Jimin y a Jungkook juntos las 24 horas del día, tenerlos separados era antinatural, no había manera de que eso sucediera.

— Acompañó a su novia y no quería meterme entre ellos, le dije que estaba bien porque tú me acompañarías.

— ¿Cuándo acepté eso? — Sonrió y sus hoyuelos se marcaron. Era un poco cínico, tenía esa actitud de chico relajado y problemático que a veces no le agradaba.

— ¡Romolo, por favor! Te pago.

— ¡Vaya! De verdad estás empeñado en esto. Pues bueno, no me pagues, no necesito dinero, lo haré gratis si te molesta tanto.

Sí que lo necesitaba, así como toda su familia. Siempre utilizaba las mismas botas heredadas de su padre, el único que los mantenía en esa casa y quien rebotaba de empleo en empleo porque nadie necesitaba extranjeros.

Romolo volvió a colocarse sus auriculares antes de seguir caminando. Jimin estaba acostumbrado a andar en bicicleta, siendo acompañado por un risueño Jungkook que le contaba todo tipo de historias. Lo extrañaba tanto y apenas había pasado un día de alejamiento. ¿Podía llamarlo así? Llevaban horas separados, eso era normal cuando no tenía una novia, pero ahora que compartía su tiempo con otra persona, sentía su corazón estrujarse.

MAKE ME YOUR QUEEN 后 KOOKMINOù les histoires vivent. Découvrez maintenant