Capítulo 3: Pasado

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Emma y yo nos sentamos en un banco situado en el centro de un parque el cual a estas horas está desierto.

-Joder, ni siquiera yo sé cómo me involucré en esta mierda...- se pasa una mano por la cara, suspirando.

-¿En qué te metiste?

Hace una pequeña pausa, fijando su mirada en el suelo, como si el pasado fuese una cadena que la retiene en la oscuridad y el oprobio.

-Todo empezó cuando tenía siete años. Mi padre siempre había sido un buen hombre, pero de repente se volvió un maldito perturbado. Llegaba a casa borracho, golpeaba a mi madre y a mi hermano mayor y yo no podía hacer nada porque me quedaba paralizada. De vez en cuando, se encerraba conmigo en mi habitación y me violaba. Me amenazaba con matar a mi familia, así que no tuve valor para contárselo a nadie. Yo era todavía una cría, por lo que mi cuerpo no estaba listo para tener relaciones sexuales y yo me limitaba a llorar del dolor. Así fue durante los siguientes seis años, hasta que mi madre lo averiguó poniendo una cámara oculta en mi cuarto, ya que oía mis llantos y no conseguía entrar porque había el pestillo puesto. Es decir, ella ya sospechaba, pero quiso tener una evidencia clara para ponerle la denuncia.

Yo, en shock y afligida por lo que estoy oyendo, no abro la boca en ningún momento.

-Entonces, mi padre fue llevado a la cárcel con una pena de 4 años, incluyendo el delito de maltrato familiar. Pero al primer año de estar encarcelado, se suicidó con una sobredosis de metanfetamina. Mi madre tuvo que encargarse de mí y de mi hermano, ganando una remuneración pésima. Hacía lo posible para darnos una calidad de vida digna trabajando horas extra, vendiéndose todo de lo que podíamos prescindir... Al ver eso, se me cayó el mundo encima. Quería ayudarla, pero no tenía edad suficiente para buscar un curro. Opté por vender droga a los mayores del instituto. Tenía contactos de camellos que me lo dejaban muy barato. Lo que iba ganando se lo daba a mi madre, y le mentía diciéndole que lo sacaba de pasear perros. Más tarde, salió a la luz que alguien traficaba sustancias adictivas a los yonquis del colegio, y lo dejé. Al cumplir los dieciséis, empecé a acostarme con gente por dinero. Honestamente, era un buen negocio a nivel de pasta, así que me asignaron un puesto oficial en la vida de la...

-¿Prostitución?- acabo la frase, flipando por su historia.

-Exactamente- concluye ella.

Unos segundos de silencio purifican el ambiente. La abrazo, sintiendo un peso sobre mi consciencia. Ella se deja caer encima mío, sin expresar pena o lamento.

-Lo he oído todo.

Algún impostor detrás nuestro pronuncia esas palabras con mezquindad continuadamente de una risita maliciosa. Estamos jodidas.

(Por determinar)Where stories live. Discover now