—No estoy tan mal —miento—. Solo me duele un poco la cabeza y la garganta, pero no me moriré por un poco de dolor.

Bueno, espero no hacerlo.

Entorna los ojos fastidiada. Estoy segura que sí no me doliera la cabeza, Kim me hubiese dado un golpe por testaruda.

—Deberías de haber hablado con él señor Austin, sabes que siempre entenderá tu estado —me reclama.

Ahora es mi turno de entonar los ojos, aunque me arrepiento cuando esto hace que me duela la sien.

—Que no es para tanto, además, él tiene una reunión muy importante está tarde y debo de quedarme con Hilary —me intento excusar.

Soy testigo de cómo suelta un bufido.

—Está bien. Ya no insistiré, pero debes de aceptar esto, te ayudará. —Busca en su bolso y puedo ver como me tiende una pastilla— Hará que el dolor de cabeza no sea tan fuerte.

Ahora si me doy el esfuerzo de darle una gran sonrisa.

—Muchas gracias, Kim. —Le doy un abrazo— Ahora me iré a trabajar.

—¡No te olvides de la pastilla! —grita, cuando ya me encuentro un poco alejada.

Camino con rapidez hasta el baño, porque de verdad quiero tomar el medicamento y que me ayude a sentirme mejor.

Agradezco que no hay nadie más y voy hasta el lava manos. Lo primero que hago es mirarme al espejo y debo de llevarme las manos a la boca por lo horrible que me encuentro.

Casi no puedo abrir los ojos, porque siento una pesadez demasiado grande y ni se pueden imaginar mis ojeras. A pesar de que me di un baño, mi cabello está opaco y mi piel muy pálida.

Suspiro. Doy el agua y busco el medicamento, pero como soy tan torpe y mis manos están muy temblorosas, la pequeña pastilla cae por uno de los agujeros y no puedo hacer nada para tomarla.

—No puede ser... —lloriqueo viendo mi desgracia—. ¿Ahora que haré?

Sé que parezco una loca hablando sola, pero esto ya me ha superado. Tampoco le puedo ir a pedir otra a Kim, porque yo misma vi como me daba la última que le quedaba.

¡Soy una tonta!

Reteniendo mis ganas de llorar e intentando darme un poco de ánimo, salgo del baño dispuesta a comenzar con mi trabajo, a pesar de que me siento morir.

Agradezco que el día no es tan pesado, además, Verónica me ayuda demasiado porque comprende mi estado.

Las encargada sólo nos dió dos habitaciones y creo que es un maldito milagro, ella siempre intentando darnos bastantes habitaciones y mi lado loca quiere pensar que es por nuestro excelente trabajo.

Esa mujer me ama y me odia.

—Sé que ya lo has escuchado mucho pero en serio te deberías de ir a casa —Verónica hace una mueca.

—Subiré —es mi respuesta y apunto el ascensor.

Escucho como bufa.

—Bien testaruda, intenta no estar sola. Realmente estoy preocupada.

Sonrío.

Aún no tengo una gran confianza con ella, pero me ha demostrado ser una buena chica y espero en algún momento ser buenas amigas.

—Lo sé, nos vemos mañana. —Le doy un extraño abrazo que nos tiene riendo.

Llegar hasta el departamento de mi jefe es un suplicio. Toso de vez en cuando y mi cabeza palpita mucho más fuerte que hace unas horas.

Todo Lo Que Quiero (#2) Where stories live. Discover now