—Mamá, ya te he dicho que no tengo hambre.

Juleka empujó la trampilla con inseguridad. Le sorprendió que hubiera luz en la habitación, seguramente porque ella siempre se encerraba a oscuras para sentir que el mundo entero desaparecía, que no existía nada más que ella misma buscando la calma perdida.

—Soy Juleka —musitó entrando y permitiendo que la trampilla se cerrase tras ella. Marinette la miró con pánico, Juleka alzó las manos enseñándole las palmas—. Tranquila, no estoy aquí para reprocharte nada. Yo... estoy preocupada por ti.

—Estoy bien.

—Nadie se atrevería a dudarlo viendo tu cara.

Marinette dio un paso atrás como si hubiera tratado de golpearla, Juleka se dio cuenta de que había sido demasiado brusca.

—¿Puedo sentarme?

—Es que estaba haciendo algo.

—¿Eliminar cualquier rastro de mi hermano de tu vida?

—Eso no es justo —protestó.

—Venga ya, Marinette, estuve aquí cuando borraste a Adrien de tus paredes —continuó intentando ser suave con ella—. Estás huyendo de la situación, no estás intentando estar mejor, lo único que haces es esconderte como si ignorando al monstruo del centro de la habitación fuese a desaparecer.

—¿Qué sabrás tú?

Juleka suspiró y se encogió de hombros.

—¿Qué es lo que sé? Que no sirve de nada. Llevo haciendo eso desde los cinco años y no ha funcionado nunca, ni una sola vez. El monstruo sigue ahí, da igual cuánto lo ignores o cuántas veces repitas que no existe, no se va a ir.

»Eres idiota. Tienes a todo el mundo preocupado por ti y te limitas a cerrarte en banda, a decir que estás bien y que estás haciendo a saber qué. —Recortó la distancia con ella de manera brusca y la sujetó por los codos—. A mí no puedes engañarme. Conozco ese lugar oscuro que parece no tener fondo demasiado bien. El abismo siempre ha estado en mi vida. Así que conmigo no juegues al despiste.

—No es justo —repitió. Juleka no supo adivinar a qué se refería, pero prefirió no preguntar—. No quiero ver a nadie.

—Pues te fastidias porque no voy a irme hasta que hayas hablado conmigo.

º º º

El incómodo ensayo llegó a su fin. Cléa le dedicó una sonrisa que él ignoró, recogió el violín de manera apresurada y bajó del escenario, despidiéndose de manera atropellada de la señorita Marchal.

Se dirigió hacia la habitación, intentaría hablar un rato con Jagged y después con Marinette. Marco le había explicado que su conversación había ido bien, que se habían reído mucho, esperaba que eso significara que estaba algo mejor.

Subió las escaleras y metió la llave en la cerradura.

—Luka, un momento. Madre mía, qué rápido eres.

Le había seguido, Cléa estaba allí plantada como si quedase algún tipo relación vigente entre ellos.

—¿Podemos hablar? Sólo será un minuto, por favor —rogó.

Suspiró molesto, pero asintió abriendo la puerta de la habitación para permitirle entrar. Marco no estaba, dejó la puerta abierta de par en par no quería darle pie a nada raro.

—Puedes sentarte, no voy a morderte —murmuró con tono distendido perfectamente acomodada a los pies de su cama.

—Cléa.

—Vale, vale, lo siento.

Luka se sentó mientras ella hurgaba en el interior de su mochila para sacar un par de botellas de un refresco de cereza.

—¿Te acuerdas de esto? Lo descubrimos la primera vez que vinimos a Praga —musitó ella abriendo una de las botellas y tendiéndosela—. Nos pusimos enfermos por beber demasiado.

La aceptó. Lo recordaba, por aquel entonces Cléa y él eran muy buenos amigos, no imaginaba su vida sin ella presente. Ahora de aquello sólo quedaban las cenizas y la amargura. Le dio un trago mientras ella abría la otra y bebía también.

—Siento mucho todo lo que te he hecho, Luka. Lo digo de verdad. No me había dado cuenta de lo cruel que he sido con Marianna...

—Marinette, se llama Marinette.

—Perdón, Marinette. Estaba tan celosa... si pudiera dar marcha atrás en el tiempo lo haría, arreglaría el desastre que provoqué.

»Y entonces dejaste el grupo, me dolió tanto...

Luka suspiró y volvió a beber. Estaba incómodo y molesto, quería que se fuera de una vez, estaba cansado, tenía ganas de echar una cabezada.

—Sabes lo que significa el grupo para mí, lo creamos juntos. Que te fueras fue como una traición —declaró, le miró de reojo y sonrió—. Fue tan duro y difícil, sólo podía pensar en recuperarte.

»Así que me equivoqué. Me equivoqué mucho y...

Sus dedos finos y ágiles sujetaron la botella de refresco mientras se derrumbaba sobre la cama. Se levantó para cerrar la puerta de la habitación, y regresó a la cama.

—Si fueses una mujer sabrías que nunca hay que aceptar una botella abierta, Luka —musitó desatándole los cordones de las zapatillas—. Eres como un niño inocente.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Después de un parón más largo de lo planeado vuelvo a la carga. Ya sabéis que diciembre es un mes complicado en mi trabajo, pero intentaré no demorarme mucho.
Hoy presentamos los dos tipos de abismo, el que conoce Juleka y que es el mismo en el que se está hundiendo Marinette, y el abismo de las decisiones equivocadas al que ha saltado Cléa. Podéis odiarme por el cliffhanger.
Nos leemos.

Sous le ciel de ParisWhere stories live. Discover now