Prólogo

337 10 1
                                    

Jamás olvidaré la primera vez que cogí un arma.

No lo hice por gusto, ni siquiera por curiosidad; es más, nunca me han gustado. Me horrorizan tanto como cualquier tipo de violencia física o verbal, pero hace un par de años mi perspectiva cambió en el momento en que tuve que hacer uso de una pistola para salvar mi vida y la de alguien a quien quería.

Recuerdo que cuando me enseñaron a utilizarla no era capaz de sostenerla entre las manos, me temblaba mucho el pulso y pesaba bastante, a pesar de ser de las pequeñas; y no le di al blanco ni una sola vez. También recuerdo el olor a pólvora y metal caliente tras el disparo, y el dolor de hombros y muñecas que produce el retroceso.

Tener la vida de la persona que estás encañonando entre tus manos, te hace sentir como si fueras Dios. No es una sensación agradable para alguien como yo, pero tuve que hacerlo. Cogí la pistola, apunté, y sin pensarlo dos veces, apreté el gatillo. Esa vez no fallé...

Me llamo Sonia, y hace dos años un WhatsApp cambió mi vida.


¿Dónde estás? (Secuestro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora