Esas palabras. No era un genio, pero hasta yo me di cuenta del significado tras sus palabras, ella estaba con ellos. Dayana y Richard estupefactos se quedaron de piedra cuando ella se volteó y les sonrió descarada.

―Ya lo sé, pero me gusta sacar todas las emociones de mis títeres antes de que ya no puedan hacerlo. Ezra, ve y lastima a Kira. ―No iba a hacerlo, tal vez no controlase todas mis acciones, pero estaba lo suficiente lúcido para no hacer algo así.―¿Te resistes? Bueno, habrá que hacerlo lento, voltea directamente hacia Kira.

Obedecí. Tenía que hacerlo, una parte de mí me hacía hacer lo que él dijera, y mientras no me dijera expresamente de lastimar o asesinar era más difícil evitar hacer caso. Ella no me miraba, sino detrás de mí.

―¡Tío, Dayana, váyanse!―¿Cuán increíble es una chica que estando en la situación que estaba se preocupaba por los demás? Después sí volteó a mirarme. ―Pelea Ezra, yo sé que puedes hacerlo, eres fuerte.

―Estoy de acuerdo, debes pelear, si no ¿cómo queda tu imagen de chico malo enamorado que hace cualquier cosa por su chica?―De repente allí enfrente estaba Giel, con su rojiza melena destacando contra los apagados colores del almacén.

Y para hacer todo más extraño se coló un colibrí por una de las ventanas rotas. Un colibrí que había visto algunas veces antes y que podía hablar.

―Malditos aprovechados, atacan por la espalda. Y tú Romynah eres una, agh, traidora de lo peor y...―Dejé de escucharla cuando se fue revoloteando por todo el lugar maldiciendo hasta el aire que se respiraba. Tenía la sospecha de que alguien estaba de mal humor por no haber comido dulces en un par de horas.

Romynah y Áyax se pusieron tensos ante lo que parecía una multiplicación de los nuestros. Los demás al parecer eran controlados y expresaban poco y nada. La verdad no entendía que se tensaran, seguían siendo más que nosotros, y mejor parados. Porque, ¿qué diferencia hacía un colibrí malhablado y una chica de amor?

―Esto se está saliendo de control. ―Le señaló Romynah a su compañero.―Acabemos pronto, manda a tus títeres para allá y encárgate aquí.―Apenas sus palabras fueron obedecidas se fue tras los demás, dejándonos cerca a Áyax, Kira, Giel y yo.

El chico sólo paseó su mirada sobre nosotros tres. Kira y Giel la esquivaron pero yo no pude, y me encontré avanzando cuchillo en mano hacia Kira. Quería detenerme y mi paso se volvió irregular.

―Acércate Ezra.―Giel había aparecido atrás de Kira y me llamaba.

―Sí Ezra, acércate a ellas.―Juro que podría haberme detenido si sólo ejerciera su influencia sobre mí Áyax, pero algo más pasaba, veía a Giel y automáticamente a Kira, y luego en verdad quería acercarme y lo hacía.

Me acercaba con el cuchillo en una sola mano, y no sabía qué es lo que haría. Áyax me manipulaba en contra de la única especie de familia que había tenido en la vida. Y Giel me llamaba a la persona que menos quería dañar y a la que más posibilidades habían de hacerlo. ¿Estaría Giel también con ellos?

―Vamos Ezra.

―Sí Ezra "vamos".

Kira me contemplaba directamente a la cara. Ahora no mostraba miedo. Yo sabía que lo tenía, ¿quién no estaría asustado? Pero ella veía que no estaba de acuerdo con lo que hacía, o al menos con lo que se pretendía que haría.

―Ya casi estás. ―Ahora Áyax no la imitó, sino que soltó una cruel carcajada.

El cuchillo se levantaba en mi mano. Quise frenarlo con la otra pero no me respondía. Estaba a unos centímetros de Kira, y me sentía más cerca de ella de lo que antes había sentido, o de lo que era posible también. Quería cerrar los ojos pero no podía, quería que alguien nos viese y me detuviera pero estaban todos ocupados, quería ver Giel y pedirle que detuviera esto pero parecía no querer hacer nada, quería incluso clavarme la hoja para que no terminara en Kira pero no me respondía el cuerpo para eso.

La senda del ave perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora