3. Raptada

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Habían pasado ya unos días desde que me mudé a la casa de Karina, porque descubrí también que era de ella, su padre se la había dejado. Descubrí también que era un hogar especie de sociedad, con un fondo común de dinero; y que para cubrir los gastos todos tenían trabajos de bajo perfil, a los que me uní de inmediato. Descubrí todo aquello tras escuchar una discusión entre Dayana y Kira por mi estancia aquí, Dayana argumentaba en contra pero rápido se vio que su principal argumento era que yo era un chico, entonces ganó Kira por todo lo que tenía para decir en favor de lo que creía mejor.

Me hubiera metido a la discusión. Después de todo se hablaba de mí, pero no podía. Decir que desde el parque Kira y yo nos evitábamos sería quedarse un poco corto. A partir de ese momento nos sentíamos cohibidos el uno con el otro y corríamos de la habitación cuando el otro entraba. Pero a la vez que la evitaba también la quería cerca. Me encontré buscándola de lo alto de las escaleras, desde las ventanas, por las puertas, en los pasillos y en las habitaciones. Era vergonzoso pero no podía evitarlo, algo me pasaba. Y creía que a ella también, porque a veces que volteaba y la veía me parecía que apartaba rápidamente la mirada.

Aunque nada predijo lo que pasaría después. Iba bajando distraídamente la escalera y cuando ya casi estaba abajo vi que estaba ella allí. Kira. Por su mirada diría que también le había tomado desprevenida nuestro encuentro. El silencio incómodo se impuso, y justo cuando estaba por ocurrir uno de esos episodios en donde apenas nos saludábamos y salíamos corriendo en direcciones contrarias hablé, sin saber muy bien porqué.

―Kira, ¿podemos hablar?

―Sí, eh sí. ―Avanzó hasta donde estaba y se sentó en las escaleras, yo hice lo propio después de un momento.

―Yo...―Mala idea pedir hablar si no hay nada de lo que quieras hablar. ―Yo siento lo de tus padres, antes no lo dije muy bien.―Silencio. Me parecía que lo había arruinado y cuando estaba por irme ella habló.

―Eres quizás demasiado bueno, te preocupas por los demás cuando tú mismo tienes tus situaciones.―Volteó y me sonrió. Y se me aceleró el corazón. Natural, nunca me habían dicho algo así, yo bueno.

―No soy bueno, no me preocupo por los demás.―<<No por todos los demás al menos>>. Ella sonrió de nuevo, claramente no creyéndome y tomó mi brazo antes de seguir hablando.

―No tienes que preocuparte por mí, hace tiempo que ya he superado todo lo de mis padres. En vez de eso ¿por qué no me cuentas de los tuyos? Nunca los vimos ni supimos nada de ellos.

―¿Cómo que nunca los vieron ni supieron nada de ellos? ¿A quiénes te refieres?

―Antes de hablar con alguien que tenga habilidades los observamos una temporada, para saber cuanto podamos de ellos, su nombre, su vida común, su familia, su conocimiento del poder. Contigo nos hemos equivocado, no nos dimos cuenta de que no lo sabías. Si lo hubiéramos sabido no te habríamos arriesgado así, perdona.

―¿Arriesgado?, ¿cómo?

―Hay otros grupos de personas poderosas, uno en concreto quiere reclutar a los que consideran dignos para hacer una especie de fuerza militar. Cerca de aquí hay un grupo extremista, a los que no se unen los matan para que no representen amenazas, se hacen llamar a sí mismo los Dioses Terrenales.

―Entonces, ¿estoy en una guerra de buenos contra malos?―Hasta ese momento me estaba viendo para, supongo yo, que viera que no mentía. Pero tras mis palabras que sonaron algo duras aún sin quererlo, Kira me soltó y bajó la vista.

―Lo siento.

―No lo sientas. ―Ahora yo busqué su mano, y cuando la tomé su mirada buscó la mía.―Ya sé lo, lo que soy. Si estoy en una guerra gestándose me alegra estar en un bando, y en, al parecer, el bando de los buenos.

La senda del ave perdidaWhere stories live. Discover now