5. No me iré

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―¡No Ezra!―Esas simples dos palabras emanadas de los labios de Kira me hicieron trastabillar en el aire. Sólo lo suficiente para que cuando me concentrara de nuevo descubriera que no había nadie donde antes estaban mis presas.

Las sombras se arremolinaban en las partes alejadas del almacén. Sobrevolé todo el perímetro interior para asegurarme de que no hubiera nada que los delatara. En eso estaba cuando se empezó a escuchar a la tormenta rugiendo como bestia maldita, y se rompieron en fragmentos los altos cristales cuando les cayeron múltiples rayos. Eso me hizo enfurecer y chillar igual que si estuviera poseído. En cierta forma lo estaba, Áyax me había encomendado una tarea y los dones de Dayana y Richard me dificultaban cumplir con ella.

Decidí atacar a ciegas. Me lanzaba a lo más que podía contra zonas aleatorias de las sombras y agitaba mis garras y mis alas, con la idea de que en algún momento tendría que acertar. De un punto detrás de mí se oyeron repentinamente unos silbidos de algo surcando el aire. Me gire a tiempo de ver improvisadas lanzas hechas con palos afilados a lo rústico, pero para esquivarlas. Se encajaron en mis alas, haciéndome caer de dolor al suelo. Las arranqué con el pico y vi como el flujo de sangre cesaba y las heridas cerraban. Iba a remontar el vuelo y seguir con mis embates en contra de las sombras cuando Áyax me llamó.

―Ezra ven. ―Olvidé lo que me había dicho anteriormente y me acerqué arrastrando las alas. ―Ya que tus amigos no quieren salir, ¿por qué no empiezas matando a esta niña?

Me acercaba y aunque no podía verla, no me iba a frenar. Bajé la vista cuando estuve lo bastante cerca y la vi, nunca estuvo tan frágil como en ese momento. Ella era una chica alegre, de risa fácil, vigorosa e independiente; que había sido reducida a una joven llorosa y atada, con grandes ojos castaños rezumando miedo. Fue cuando me detuve y momentáneamente no hubo más, sólo el dolor en el pecho ante la pregunta crucial, ¿tenía miedo de mí?

Ajeno a todo Áyax se puso en mi campo de visión, y antes de que mi mente consciente fuera capaz de pensar qué hacer, sus palabras me nublaron las ideas. Pero por un momento no había ni claridad ni confusión dentro de mi cabeza y me encogí sobre mí mismo. Un golpe me sacó del estado en que estaba, era de Áyax que blandía una barra de metal.

―Es demasiado fuerte transformado. ―Lo dijo tan bajo que mi seguridad de haberlo oído no era total. ―Vuelve a ser humano.―Dijo mirándome a los ojos y no pude ni chistar, me transformé en seguida, y quedé como la última vez, desnudo y agotado.―Tú, dale el saco.

Sentí después de un momento una tela gruesa caer sobre mi cuerpo, me levanté y me cubrí. Ahora me sentía diferente del anterior estado de nublación, seguía con el deseo de obedecer pero no estaba sin mis propios deseos. Áyax me puso un cuchillo en la mano e insinuó una sonrisa, sabía lo que quería, que matara a Kira. Pero yo no quería eso, iba a negarme cuando unos gritos desesperados llamaron a Kira. Enfrente se habían revelado ya Richard y Dayana.

―¿Por qué haces esto Ezra?―Habló el hombre puesto que era obvio que de la chica sólo saldrían insultos si abría la boca. ¿Que por qué lo hacía? No lo tenía muy claro, pero sabía que pensaba más cosas de las que decía, él era un hombre de pocas palabras. No pude responder, en verdad no pude. No me salía la voz aunque quería.

―Él lo controla, no es su culpa.―Esa voz. Quería voltearme a ver a su dueña, pero a la vez no, consciente de que no era amo de todos mis actos y de que podría ser peligroso que la viera.

―Así es, él ya no tiene voluntad, sólo es mi títere. Mata a alguien Ezra, sólo para probarles que digo la verdad.

―Alto.―Romynah entró como Pedro por su casa y se dirigió directo a Áyax. ―Nada de matar querido, nos servirán más vivos que muertos.

La senda del ave perdidaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن