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Oración Vacilante...


El sonido metálico de una espada resonó en el salón haciendo un gran eco, y los ojos de la reina se llenaron de sorpresa unos segundos, al mismo tiempo un pequeño mechón de cabellos plateados cayó al suelo.

Y como si pudieran leerse las mentes, la reina indicó a Daemon que retirara Hermana Oscura del cuello de Aemond.

— Su majestad pudo haber creído en ti, pero yo nunca lo hice, elige bien tus palabras. — La sangre se escurrió por el costado del cuello de su sobrino. Las espadas hechas de acero Valiryo casi nunca pierden su filo, pueden atravesar la piel y los huesos con facilidad.

El perfil de Aemond parecía inflexible y orgulloso , incluso grosero, se permitió ignorar las palabras de su tío y con su vista fija en el frente, retomó la conversación con su hermana. — El se encuentra un poco enfermo, los maestres lo atendieron anoche... — La actitud que parecía ofensiva a los ojos del Rey consorte, era la única forma de Aemond para mantener la calma, recordaba las palabras que Luke le había dicho, y con una mala oración de su boca; su cabeza seria puesta en una lanza, no debía provocar a su tío, no sin estar dispuesto a morir. — Dijo que no se sentía capaz de hablar con usted directamente, se encuentra en estado avanzado de gestación, en la espera de un bebé.

El rostro de Rhaenyra estaba pálido, sus ojos no sabían hacia donde debía mirar y se fueron justo a las baldosas del suelo, su mente no quería procesar las cosas que acababa de escuchar, no quería creerlo pese a la gravedad del asunto, la reina no levantó la voz, como si no le quedara energía para molestarse, todo lo contrario a su explosivo esposo, el que no dudó en alzar su mano contra el cuello de Aemond y empujarlo violentamente contra la pared, rompiendo una estatua decorativa en el proceso, la espalda de su sobrino crujió. — Tú lo hiciste. — afirmó el viejo dragón, sin esperar escuchar una explicación.

— No me atrevería, no sin su consentimiento. — expresó con cinismo y de su frente herida, la sangre tiñó su cabello de rojo. — No es mio. — el violeta oscurecido en los ojos de Daemon era insano, demasiado feroz, lo juzgó duramente, y se dijo a si mismo que si ese único ojo buscaba una linea de escape, si ese retiraba la mirada, lo mataría.

— ¿Donde está mí príncipe? — interrumpió la voz de la reina.

— En mi habitación, descansando. — cuando Daemon lo soltó, pudo recuperar el aire, y para continuar con su mentira, pero de haber durado un segundo más en la postura anterior, habría perdido, odió la sensación de ser juzgado. La adrenalina recorría su sistema en esos momentos, y si Aemond no estuviera enlazado a Lucerys, Daemon ni siquiera tendría que haberse molestado en preguntarlo, con solo olfatear el aire cerca de su sobrino habría sido suficiente. — Por favor discúlpeme su majestad, no lo protegí esa vez.

— Es evidente, te atreviste a reclamar a mi hijo. — la mandíbula del viejo dragón seguía tensa y su malhumor era alarmante. Ni siquiera la mano de Rhaenyra sobre los nudillos de Daemon pudo apaciguar su estado.

Cuando la reina se retiró del salón, Daemon volvió a sujetarlo por el cuello. Y agregó en un tono amenazante antes de seguir a su esposa. — Si tan siquiera un solo rumor llega a mis oídos con tú nombre en ellos, te mataré.

Aemond vio la espalda de su tío alejarse, y luego su vista se fue al suelo, tenia que tener más cuidado con las cosas que decía, más aun, si él estaba presente.

Todavía se quedó en el salón unos minutos más, la sangre espesa y caliente recorrió el cuero en donde debía estar su ojo izquierdo, se escurrió hasta su barbilla, y tres gotas de sangre cayeron. Su rostro inexpresivo, parecía tan lamentable, con un rojo brillante en su piel blanca, parecía que el había sido la victima.

Albie Bamves - (Lucemond- Jacegon)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें