Capítulo 2: heredar.

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TW: mención de abuso sexual a un menor.

Finn Murphy

Siempre he sentido que soy inferior a cada una de las personas que me rodean. Todos parecen tener miles de cualidades, sin embargo, yo no encuentro ninguna en mí. Cuando me miro al espejo y mi figura se refleja en el cristal, solo puedo apreciar un gigantesco cúmulo de defectos que se adhieren en mi piel asfixiantemente y, aunque trato de contener cada uno de mis sentimientos en el interior del corazón, soy incapaz de no compararme con cada uno de mis hermanos. 

Drew vive por y para nosotros tres, se deja la piel por que tengamos una vida decente y es buenísimo tocando el piano. 

Neil es incapaz de matar a una mosca, su empatía nos reconforta en los momentos más difíciles y saca las mejores calificaciones de su curso. 

Daisy, por otro lado, tiene un gran don para el deporte, se esfuerza tanto por su sueño de ser atleta de elite que destaca entre sus compañeros y, aunque suele burlarse de todos nosotros con sus bromas pesadas, no rechista cuando no podemos pagarle sus caprichos de adolescente. 

Yo soy un caso perdido. 

Traigo  dinero a casa para que Drew pueda respirar un poco, me paseo de un lado a otro en silencio y, en las noches, me sumerjo en el oscuro mundo de las peleas ilegales, las apuestas y las bandas. 

Supongo que querrás saber por qué me introduje en todo este circulo vicioso y tóxico, pues la respuesta a esa cuestión es fácil: soy un muñeco roto. 

En efecto. 

Para las personas como yo, es muy difícil escapar de todas las cosas que nos provocan un daño casi irreparable. El dolor se convierte en nuestro día a día y, cuando este desaparece, no podemos descansar. Creemos que nos gusta, sentimos un invisible placer al experimentar como nos rajan la piel y, a pesar de que sabemos que aquella sensación es producto de los traumas y vivencias del pasado, nos refugiamos porque, en nuestro interior, sabemos que no existe otro lugar donde calmarnos.  

Sentimos un terror agonizante al pensar en escapar del pozo. 

Cuando era un niño pequeño y papá golpeaba a Drew hasta hacerle sangrar, me quedaba muy quieto en la cama que compartía con Neil y, muy lentamente, nos cubría a ambos con la fina sábana como si esta fuera un escudo anti-monstruos. Otros niños suelen tenerle miedo a criaturas de otros mundos, sin embargo, a mi me asustaba un humano en concreto y este no tenía una boca extremadamente grande, ni unas garras que me rajasen en dos. 

Además, para ser más exactos, tampoco era mi padre. 

Mamá era el monstruo que me atormentaba cuando era un niño. 

En la bañera, en su dormitorio, en cualquier lugar donde estuviéramos solos ella y yo. 

Tardé varios años en percatarme de lo que aquellas caricias significaban y la oscuridad me golpeó tan fuerte que me rompí. 

La persona que estaba destinada a ser murió. 

A veces me gusta pensar en que habría sido de mí si hubiera nacido en una familia normal. Me da curiosidad saber si habría sido buen estudiante como Neil, deportista como Daisy o un prodigio musical al igual que Drew. 

Pero yo soy simplemente Finn Murphy. 

Un jodido muñeco destrozado. 

Un adulto que se ha quedado siendo un niño herido.

Un ser que vive asustado y que trata de mostrarse valiente entre golpes, peleas y silencio.

Entré en el club de boxeo a los dieciséis años, justo dos semanas más tarde de dejar el instituto.

Los hermanos MurphyWhere stories live. Discover now