"Esto no es maravilloso desastre" # 3

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— Te ves como Bart Simpson.

— ¿Qué?

— Por lo amarilla.

Rodeé los ojos, no estaba de humor para los malos chistes de Diana. Y menos ahora que tenía un asqueroso sabor de boca y ganas de arroparme en la cama para dormir como si estuviera en estado de coma.

Diana probablemente moriría de hambre trabajando de payasa.

— ¿Qué comiste, mujer? Dímelo ahora mismo. No iré a ese repugnante lugar y me evitaré lucir como tú.

La miré con mala cara desde mi cómodo lugar y me cubrí con las sábanas hasta el cuello.

— No tengo idea de lo que comí. Quizás las papas de la cafetería estaban rancias.

La mujer de la cafetería era una tipa grosera que atendía con un gesto tipo "Mi vida vale poco y para colmo tengo que atender a estos estúpidos universitarios hambrientos de grasa".

— Dime... ¿sientes mareos? — preguntó Diana sentándose al filo de la cama.

Lo pensé por un momento.

— No.

— ¿Tienes cansancio?

— Sí.

Estupendo, ahora Diana tenía su momento Dr House.

— ¿Sientes asco?

Blanqueé los ojos — Por la asquerosa salsa de ajo. ¿A qué se vienen tantas preguntas?

— Te diré la última: ¿Sientes pataditas en el estómago?

— ¿Qué diantres significa eso?

¿Pataditas? Las neuronas de mi amiga han desaparecido.

— Solo responde, Annie Vega.

Diana esperaba mi respuesta como si de ello dependiera su vida. Sus ojos estaban clavados en mi vientre.

Sentí un fuerte retorcijón en mi estómago, probablemente a eso se refería con "pataditas".

— Sí.

Ella abrió los ojos como platos y caminó en frente de mi cama por varios segundos. Finalmente, se detuvo con ambas manos en la cintura y aclaró la garganta. Parecía que temía pronunciar las palabras.

Bueno, con esa actitud asustaba a cualquiera.

—Annie Vega...

— Dilo.

— Temor decirte que... —frotó su barbilla— tienes gases — soltó una risa burlona.

Genial, mi amiga también moriría de hambre siendo doctora.

....

A la mañana siguiente tenía que ir a la oficina del Decano Grey para pedir información acerca de mi beca. Era de esperarse que me encontrara locamente feliz. Mi corazón estaba deseoso de escuchar las palabras ganaste el viaje por los labios del mismo decano.

Lo sé, cuando oí el apellido Grey me imaginé a un guapo millonario de 27 años sentado en frente de un escritorio mirándome de manera insinuante. Pero la realidad, es que el tipo era un hombre de unos cincuenta años, con barba blanca y una enorme barriga producto de la comida grasosa con la que se indigestaba. Jodida realidad.

Caminé hacia el departamento de humanidades, en donde una mujer alta y rubia me dio una sonrisa amable. Segundos después, me indicó que esperara por unos minutos.

WHEN SHE WAS A VIRGINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora