6. LOS 5 SEGUNDOS

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— Se acabó. Vamos a llegar tarde. -medio grito para que me oiga.

— Ugh vale, sube. -dice parando a mi lado para que obedezca, pero no.

— Como que sube, bájate tú, yo conduzco.

—¿Y por qué no puedo conducir yo? -me mira cómo si tuviera oportunidad de llevarme. ¿Quién se cree esta payasa?

— Porque es mi moto. ¿Te vale?

— Buen punto. -empieza a bajarse de ahí levantando la pata cómo si estuviera bailando. -Pero me la vas a dejar.

— Ni en tus sueños.

— Eso ya lo veremos. Algún día no tendré ni que robártela, eso te lo aseguro. -dice mientras saca una sonrisa de lado. Sentándose detrás mío.

Colgándose la bolsa a la espalda y con el casco en la cabeza, me abraza la espalda cuando arranco para no caerse hacia atrás. El contacto ha sido raro, casi ni me ha tocado, pero con lo poco que ha hecho me ha mandado un escalofrío por todo el cuerpo. Como la odio.

— Rápido que ya se ha hecho de noche. -dice como si no tuviera ojos para verlo.

— En cinco minutos estamos ahí. Tranquila. -digo cambiando a 120Km/h en 5 segundos, y es ahí que se acerca para agarrarme más fuerte. Ahora sí, que no quiero tener que ir al hospital con la payasa.

Bérgamo nos espera lleno de luces. La ciudad por la noche es preciosa y más cuando no hay mucha gente en ella como ahora por ser entre semana. Noto como se levanta del asiento y posa sus manos en mi hombro. Cuando se entera que la catedral la tenemos justo delante. Puedo ver por el retrovisor que tiene una sonrisa dibujada en su cara. Pero no digo que baje, sabe lo que hace, ya me lo ha demostrado y no le tiene miedo a subirse de pie en una moto en marcha, eso me gusta. Parece la típica chica vaga que no hace nada o que se tira en casa todo el día, pero luego te viene con que sabe y le gustan las motos, baila de puta madre y que tiene un carácter que a ver quién la aguanta.

Llegamos al gimnasio y ya se me ha olvidado que todo esto era para divertirme un poco molestándola, pero hasta ahora me estoy divirtiendo de verdad. He disfrutado el viaje en moto con ella, no ha soltado ni una palabra, eso es todo un logro. Supongo que va a haber un cambio de planes y vamos a intentar pasar un rato normal y corriente, sin ningún accidente intencionado. No puedo decir que no vaya a pasar nada, con esta petarda nunca se sabe. Es como un chihuahua, parecen tranquilos, pero te la lían en cualquier momento los muy cabroncetes.

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Media hora. No llevamos ni tres cuartos de hora y ya se está quejando. Ha sido muy gracioso verla intentar hacer bien los ejercicios. Me había dicho que era mala haciendo ejercicio, pero no pensaba que fuese a ser para tanto. Solo hemos conseguido hacer tres cosas, ni la mitad de lo que tenía pensado hacer hemos podido. Eso sí, llevo riéndome la mayoría del tiempo, al final sí que estoy cumpliendo con mi cometido.

— Oye, tu... ya vale, ya. -Dice jadeando y yo intento no reírme más de lo que ya he hecho. -Llevamos aquí metidos una hora y media y ya tengo agujetas. Eh, vayámonos por favor, te compro un helado tío, pero vámonos de aquí.

— No llevamos ni media hora, pero sí que me apetece un helado. En veinte minutos en la puerta, los vestuarios están por ahí. También tienen duchas si quieres echarte una. -digo señalando las puertas que están antes de entrar aquí.

— Si que me vendría bien una ducha, pero no tengo jabón ni nada solo he traído cambio de ropa, nada más. ¿Tú te vas a duchar? Porque si no, déjame el jabón.

— Claro que me voy a duchar, chihuahua. – Me vuelvo a reír por el recuerdo de lo que pensé antes.

—Vuelve a reírte y te doy con la pesa.

—Vale, vale espérame afuera del vestuario, dame cinco minutos y te paso el jabón.

A veces no parece que tenga 16 años esta chica. ¿Quién no trae jabón al gimnasio? Ah sí, ella. Ahora tengo que darme más prisa para que lleguemos a comprar el helado que me debe. Por suerte los vestuarios están vacíos y para cuando pasan diez minutos ya he terminado. Enrosco la toalla en mi cintura y cojo el maldito jabón para dejárselo. Aún tengo el pelo un poco mojado, espero no manchar el suelo por donde pase.

Por suerte cuando salgo solo está ella con los cascos y nadie más. Se ve despistada, creo que ni me ha visto así que tengo que acercarme a ella porque no me voy a poner a gritar aquí en medio. No me importaría la verdad, pero quiero volver algún día al gimnasio.

Rhea

Definitivamente mañana voy a tener agujetas, hace mucho tiempo que no hacía un deporte como tal, es mucho mejor verlo en la tele. Tampoco es que haya hecho muchos en mi infancia, me encantaba bailar desde pequeña y empecé con ballet clásico, pero rápidamente terminé cambiándome al urbano. Lo de montar en moto no tiene mucho misterio, desde pequeña veíamos en casa carreras de motos, y hace un año les pedí que me enseñaran a montar en la moto de Lois.

— ¡Tu! Pilla. -De repente, un bote de jabón sale volando, golpeándome en la espalda, a vale. Me giro sabiendo a quién tengo detrás y, efectivamente, me lo encuentro a un paso de mí, con una mísera toalla en su cintura.

— Para empezar, que te parece si te alejas un poco y aprendes el concepto de espacio personal, ¿te parece?

— Nop, aquí se está de lujo, toma el puñetero jabón y no tardes mucho, me debes un helado.

—Tardaré lo que quiera y métete el puñetero jabón por dónde te quepa.

Me cago en su vida de verdad, no sé cómo le pueden aguantar en casa. Menos mal que ahora puedo ducharme tranquila, no me voy a dar prisa obviamente, que me espere, me ha traído aquí obligada, ahora que se joda. Me pone de los nervios.

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Aquí tenéis otro capítulo 🥰

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