Capítulo 2

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Austin - Texas, Noviembre 2007

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Austin - Texas, Noviembre 2007

La primera vez que se escucharon hablar de las pruebas de Hécate en la tierra fue cuando hallaron el grimorio de la diosa oculto en alguna región del mediterráneo, en un santuario dedicado a Hécate protegido por unas fieles lampades, la Órden de Hécate reclamó el lugar y sin duda exploraron los hechizos que le ofrecía ese grimorio, y en ese libro las hallaron por primera vez, las pruebas de Hécate, se explicaba cuales eran y porque se llamaban de esa forma.

Las pruebas de Hécate, eran un conjunto de diez actos de magia extraordinaria, de diez dones que pocos podían poseer, quizá algún heredero de la sangre de Hécate podía realizar dos, tres o incluso cinco con algo de suerte, pero solo el dominio de las diez te convertían en algo mas, la gran cabeza del aquelarre, el brujo o bruja que las dominara todas se convertia en la representación viva de Hécate en la tierra, el recuerdo vivo de una magia inconmensurable, de perfecta salud, de una larga y longeva vida.

Pero con el tiempo, todas esas historias se convirtieron en simples mitos, porque aunque el grimorio de Hécate relataba con detalle cada una de las 10 pruebas e incluso los hechizos de como realizarlas el proceso era en exceso peligroso para realizarlo por cualquier persona. La magia necesaria para pasar todas era tanta que todos morían al intentarlo pues Hécate habia puesto solo una regla al momento de dejarles este último regalo a su órden.

"Vivir con el fracaso no es una opción."

Asi que, si cualquier persona intentaba realizar estos actos de magia, si no estaba lista no podía dejarlos en la mitad debía avanzar de forma obligatoria, porque de una u otra forma la muerte iría tras esa persona completara las pruebas o dejándolas de lado. Esta regla de la diosa casi había empujado a la extinción a la Órden de Hécate que hambrientos de poder todos habían querido realizarlas sin medir las consecuencias de ese egoista acto, mermando su población, reduciéndose de unos millones a pocos cientos.

Es por eso que Dean ahora buscaba al padre de Selene, pues quizá él sabía donde se guardaba ese grimorio o quien lo tenía, los hechizos descritos en ese libro eran la única forma en la que podría intentar completar las pruebas con exito o saber cuales eran las proezas que debía realizar, ya que la información había sido ocultaba para preservar el bien de la orden de Hécate y evitar mas muertes innecesarias.

De esta forma el chico comenzó su busqueda a ciegas, un camino lento y arduo por todo el continente para saber en que lugar se habían escondido o si podía encontrar alguna pista del paradero del grimorio de Hecate, esperaba que de una u otra forma lograra encontrar algo que le guiara. Sin embargo su camino no fue nada sencillo, era perseguido por los acólitos de otras acrópolis, emboscado y atacado por ordenes del Alto Consejo y era difícil para él manejar toda su magia, desde su último encuentro con ellos no había podido repetir el uso de su telekinesis, asi que preferia evitar enfrentamientos inútiles que lo condujeran a la muerte.

Hasta que una oscura noche despertó demasiado asustado pues en sus sueños había visto como alguien lo atrapaba y lo llevaba lejos de ese lugar, cuando despertó vio a alguien parado con una antorcha apunto de clavar una daga en su pecho, cerró los ojos fuerte esperando la puñalada, pero esta nunca llegó.

Abrió los ojos luego de un tiempo, pero lo único que vio había a su alrededor era oscuridad, una profunda e infinita oscuridad que nunca terminaba, atrapado en eso la vio a ella por primera vez, la noche misma, Nyx.

Una mujer de piel negra y ojos blancos muy brillantes, un largo vestido la cubría al igual que una capa, una que en su manto mostraba todas las estrellas del firmamento siendo la unica fuente de luz en esa oscuridas.

—¿Quién se atreve a perturbar mi sueño?— escuchó su voz autoritaria, con temor.

—De-Dean... me llamó Dean, Dean Thomas— respondió asustado pues mas allá de la apariencia aterradora, el chico sentía una gran fuerza provenir de ella, un abrumador poder como nunca había sentido, Dean estaba en la presencia no solo de un dios, sino una de los seres primordiales.

—¿Un mortal?— se burló la mujer soltando una risa —¿Como un mortal puede llegar hasta lo mas profundo del tártaro?

Dean no pudo responder, pues no tenía ni idea de lo que estaba pasando en ese momento, pues ¿cómo había descendido al tártaro? Quizá todo estaba siendo una jugarreta de su mente y de lo último que pasó con él.

—¡RESPONDE!

La voz de Nyx resonó por toda la oscuridad cuasando que esta se agitara como un mar en tormenta, lanzando olas que empujaban el cuerpo de Dean y parecían hundirlo mas en esa oscuridad.

—Yo... yo...— Dean tartamudeo sin poder decir mas, la abrumadora presencia ahora le hacia sentir un temor inexplicable que parecía filtrarse por su piel.

—Sangre de Hécate— escuchó de Nyx —¿Acaso eres su descendiente?

El espacio quedó en silencio una vez mas, antes de que luz dorada brillara en esa oscuridad y una ser se materializó, una mujer de alas negras y ropa de cuero, cabello negro con mechas doradas recogido en una coleta y unas gafas negras que cubrían sus ojos.

—Me parece madre que me llamaste.

—Mi querida Nemesis— pronunció Nyx con calma —¿Es verdad lo que veo en ese joven?

La diosa suspiró levantando sus gafas para mostrar sus brillantes ojos verdes, volteó en dirección de Dean y le miró levantando una ceja con algo de interes.

—Si, pero no lo admite aun.— le dijo Nemesis colocándose nuevamente sus gafas —Lo que siento son miles de almas clamando justicia. Aunque... casi se desvanecen, su voz se vuelve débil, es como...

La magia de Dean pareció encenderse por si sola una vez mas, un aura azul lo rodeó y esta lo apartó de la oscuridad sin escuchar por completo lo que decía Nemesis y cuando abrió los ojos vio que estaba en la plaza de alguna ciudad.

Dean suspiró con pesadez, ya era la segunda vez que pasaba y no entendía que le estaba sucediendo, esperaba que pronto lograra entender que era lo que había ocurrido con él.

Caminando por esa pequeña ciudad Dean confirmó su punto una vez mas, estaba llena de miseria y sufrimiento casi por todo lado, entonces rompió un poco las reglas, usando una pequeña parte de su magia intentó ayudar a esas personas, asi de paso podía practicar su control un poco mas, hechizos simples mas que nada, pero contrario a lo que pensó eso no les dio ni una pizca de felicidad, todo lo contrario, pareció hundirlos mas en ka miseria y una extraña avaricia buscando conseguir mas de lo que sea que Dean les daba. Creyendo aun firmemente que eso era culpa de la Guardia del Caos prefirió alejarse, queriendo aun más poder para cambiar las cosas.

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Dean Thomas || CovenWhere stories live. Discover now