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Cuando volvemos a la habitación del hotel de Tyler ya ha oscurecido. Nos tambaleamos hasta la puerta cansados, llenos de polvo y riendo. Yo me dejo caer en el sofá mientras Tyler coge un trozo de papel que hay encima del mostrador de la cocina.

—¿Dónde está Evay?

Tyler levanta la nota.

—Ha alquilado un coche para volver a Seúl. Dice que el aire no procesado le estaba obstruyendo los poros.

—No pareces muy afectado —señalo.

Él coge dos cervezas de la nevera y se encoge de hombros.

—Hay más peces en el mar. No es para tanto.

Luego coge la guitarra de encima de la mesita y toca algunos acordes. A continuación, mete la mano por debajo del almohadón del sofá, saca una bolsa de plástico y me la lanza.

—¿Sigues siendo la mejor liadora de porros de este lado del Misisipi o el sistema te ha absorbido por completo?

Sonrío y cojo la bolsa. Liar un buen porro requiere concentración. Si pones demasiada hierba es un derroche, y si usas muy poca no consigues el propósito adecuado.

Es un proceso relajado, como hacer punto.

Paso la lengua por el extremo del papel y lo aliso con los dedos. Luego se lo tiendo a Tyler.

Lo observa con admiración.

—Eres una artista.

Se coloca el porro entre los labios y abre su Zippo, pero antes de que la llama toque la punta, yo cierro la tapa metálica del mechero.

—No lo hagas. El humo podría colocarme a mí también.

—¿Y?

Suspiro. Y miro a Tyler directamente a los ojos.

—Estoy embarazada.

Él abre unos ojos como platos y se le cae el porro de la boca.

—¿En serio?

Niego con la cabeza.

—En serio, Tyler.

Se vuelve hacia adelante y se queda mirando fijamente la mesa. No dice nada durante un buen rato, así que decido romper el hielo:

—Jimin no lo quiere. Me ha pedido que aborte.

Las palabras salen con indiferencia, imparciales. Porque aún no me puedo creer que sean ciertas.

Tyler se vuelve hacia mí y sisea:

—¿Qué?

Yo asiento y comparto con él hasta el último de los sórdidos detalles que me han empujado a irme de Seúl. Cuando acabo de hablar, Tyler ya lleva un rato de pie, cabreado y paseando de un lado a otro.

—Ese hijo de puta se va a enterar —murmura.

—¿Qué?

Hace un gesto con la mano.

—Nada. —Se sienta y se pasa una mano por el pelo—. Sabía que era un gilipollas, lo sabía. Pero no pensaba que era otro Jung Han.

En todas las ciudades hay dos zonas: la buena y la mala. Jung Han procedía de la zona buena de Busan, ese paraíso con riegos automáticos y mansiones de paredes estucadas. Cuando nosotros íbamos a segundo, él iba un curso por delante. Y desde el primer día de clase de ese año, Han estuvo obsesionado con una sola cosa: Lee HaeRa.

Tyler lo odió en cuanto lo vio. Siempre ha desconfiado de la gente que nada en un dinero que no se ha ganado. Y Garrett no fue una excepción. Pero HaeRa pasó de Tyler. Le dijo que su comportamiento era ridículo, que era un paranoico y que quería darle una oportunidad a Garrett.

𝕄𝕒́𝕤 𝔼𝕟𝕣𝕖𝕕𝕠𝕤 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] ᴘᴀʀᴋ ᴊɪᴍɪɴ +18Where stories live. Discover now