Capítulo 9: El amanecer

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Se despertó sintiendo la pierna de Kairos encima de la suya. Con cuidado la movió para no despertarlo. Había ventanas horizontales en una de las paredes largas, que recorrían todo el cuarto en una de las paredes principales. Una luz tenue iluminaba la habitación. Temis se levantó, observando a todas las parejas, se divirtió con las muecas de todos, los ronquidos de algunos, la falta de cobija de otros y la invasión de espacio personal de la mayoría.

Tratando de no hacer ruido salió del cuarto y se dirigió hacia la cubierta del barco. Creía que era el amanecer y pensó que en cubierta sería el mejor lugar para observar el espectáculo. Apenas abrió la puerta, observó que las velas y los mástiles rotos se encontraban guardados en una esquina y ya no colgaban peligrosamente. Sintió el golpe de un aire ligero, ventoso y salino, y observó que el espectáculo del alba daba paso a unos tonos rosados y anaranjados pasteles preciosos. Entonces se dio cuenta de que alguien había tenido la misma idea que ella, y con cuidado se acercó a quien contemplaba el cielo. Estaba sentado colgando las piernas por la borda y con sus brazos agarraba los tubos metálicos que eran una precaución para evitar caerse. Tenía la cabeza apoyada sobre uno de estos tubos. Para impedir que se exaltara, Temis se aclaró la garganta. Él no reaccionó.

- ¿Te molesta si te acompaño? - dijo suavemente. A pesar de los esfuerzos de Temis, Prometeo se exaltó, como si acabara de ser electrocutado.

- ¿Qué? Amm. No. Siéntate si quieres.

Temis dudó si él quería su compañía, pero se sentó de todas maneras, de la misma manera que él.

Era un espectáculo lleno de colores iluminados que se detenían en una línea horizontal fuerte cargada de una luz amarilla. Había mínimas olas, lo cual daba una sensación de calma y espiritualidad única. Transcurrieron varios minutos en silencio, ninguno sentía la necesidad de decir algo. Temis sintió por primera vez calma y una recarga energética en medio de todo ese caos. Él espectáculo empezó a desvanecerse paulatinamente, y mientras los colores anaranjados se volvían celestes, Prometeo dijo de repente.

- ¿Quisieras ir a desayunar?

Como si la hubieran desconectado, ella abrió los ojos y lo volteó a ver. Sus ojos cafés miel se volvían particularmente hermosos con la luz de la mañana, o eso pensó él. La luz permitía ver el intrincado y profundo patrón de sus iris.

- ¿Perdón?

Suspirando el agregó - ¿Quisieras comer algo? ¿Desayunar?

-Ah. Si. Si.

Ella se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja, después de que una ráfaga de viento la despeinó poco elegantemente.

-Perdón. Es que me quedé cautivada con el paisaje.

-Igual yo. -agregó con una mirada coqueta y una sonrisa que delataba que su frase iba en más de un sentido.

Él se levantó y extendió su mano para ayudarla a levantarse.

Un par de personas se encontraban en la sala de los sillones comiendo de sus respectivos sobres de aluminio.

- ¿Tuviste una buena noche?

-Si. Realmente apenas me acosté caí rendida en sueño, ¿Y tú?

-Si, supongo que dormí lo necesario, pero no descansé como hubiera querido. Además, ya había descansado antes, ya sabes, ayer cuidándote.

- ¿Por qué?

-Porque mi compañera es muy alta y ocupa mucho espacio. Por eso no descansé. -Temis se refería a por qué él se había quedado cuidándola después de su desmayo, pero no dijo nada.

- ¿Entonces por qué no escogiste a una compañera más pequeña?

-Esa era mi intención, pero la dama en cuestión me fue arrebatada. -Sus ojos tenían una chispa de picardía.

Ella se rio, no por lo que él acababa de decir, pero porque ella no podía distinguir si él decía esta frase en serio o si se trataba de una broma. Además, ella tenía miedo de seguir preguntando, porque parecía que eso era lo que él quería.

Solemnidad y seriedad fingida arrebataron la expresión de él, y Temis solo se sintió incómoda.

-Asumo que te gusta mucho leer. -Dijo Temis tratando de eliminar el silencio incómodo que se apoderaba de la conversación.

-Quisiera saber, pero realmente no recuerdo mucho de mi pasado. ¿Por qué lo dices?

-Por que te expresas de una manera peculiar. ¡Hagamos la prueba! - proclamó Temis

- ¿Prueba?

-Si. Tengo una teoría. Ven acompáñame. -decretó tirando del brazo de Prometeo.

Lo llevó a la estantería de libros y puso un libro en las manos de él. Se trataba de Amor en los tiempos del cólera. Él se quedó con la mirada confusa observando el libro y la mirada expectante de su acompañante. Ella aguardaba con entusiasmo, así que él no tuvo más remedio que comenzar a leer.

Pasando cuidadosamente las páginas, él empezó a hacer muecas de incredulidad.

-Este es de hecho uno de mis libros favoritos. Tienes razón, me hizo recordar una etapa en mi vida en dónde me rompieron el corazón y de alguna manera este libro me devolvió la fe en el amor. Desde ahí soy un romántico incurable.

Una vez más Temis tuvo que morderse la lengua. Sentía que él inconscientemente trataba de guiar la conversación hacia un punto y ella, a pesar de su gran curiosidad estaba resistiéndose enormemente para no caer en la trampa.

Él abrió la boca para decir algo, pero se contuvo. Parecía que había un debate dentro de sí. Temis solo lo observaba dudando si comentar algo más. Pareció que un lado dentro de él ganó el argumento porque volvió a abrir la boca para decir algo más, cuando Febe y Ceo se unieron a su mesa.

Empezaron a hablar de que la anterior noche se pusieron a espiar a todos sus acompañantes a ver a quienes se veían más abrazados de lo normal. Mencionaban a varias parejas, y nombres de quienes Temis no relacionaba con ninguna cara. Sentía que Prometeo la miraba fijamente, sin titubear, sin disimular. Una mirada directa, fuerte e intensa. Temis se sentía avergonzada, no entendía el comportamiento de él, y no quería que los demás pensaran que algo estaba pasando entre ellos. 

¿Cuál es el amanecer más memorable que tienen? 

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¿Cuál es el amanecer más memorable que tienen? 

Experimento en Alta MarWhere stories live. Discover now