22 | LAS CONDICIONES DE WALDER FREY

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Los Karstark los abandonaron el mismo día que Rickard Karstark perdió la cabeza. Parecía que se habían llevado con ellos la mitad del ejército, y Robb se puso más inquieto a medida que avanzaba el día. Al caer la noche, aún no se había retirado de estudiar detenidamente sus planes de batalla, y Joanna desconfiaba de cómo esto podría afectarlo.

—Ven a la cama —dijo Joanna, cruzando la habitación hacia él.

—Tenías razón —dijo Robb—. Los Karstark se fueron —arrojó la pieza de madera que simbolizaba a los Karstark al suelo—. Casi la mitad de nuestras fuerzas. Tywin Lannister sabe lo que necesita hacer para que derrotarnos. Nada. Solo esperar.

—No se lo permitas —dijo Joanna.

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Robb—. ¿Atacar Desembarco del Rey? Nada le gustaría más. Nos aplastaría en un día.

—Podemos ir hacia el Norte —dijo Joanna—. Recuperar las tierras de los Greyjoys y esperar que pase el invierno.

—El invierno podría durar cinco años —respondió Robb—. Una vez que mis abanderados vuelvan a estar en casa, junto al fuego rodeados de sus familias, cálidos y seguros, nunca irán al Sur de nuevo. Cuando reuní a mis señores juntos, teníamos una misión; un propósito. Ahora somos como una banda de niños.

—Dales un nuevo propósito —sugirió Joanna.

—¿Qué?

—No lo sé —respondió Joanna—. Déjame pensar.

Ella examinó el mapa que yacía ante ella, docenas de pequeñas figuras de madera que simbolizan cada ejército. Estaba Winterfell, en el Norte, estaba Riverrun, donde estaban actualmente, Desembarco del Rey, Harrenhal... pero había un lugar relativamente indefenso.

—Ahí —dijo Joanna, señalándolo en la pizarra—. No podemos forzarlos a una batalla y tampoco atacarlos donde son más fuertes, pero sí podemos hacerlo donde no lo son —agarró una pieza con forma de lobo y la trasladó a Casterly Rock, hogar de los Lannister—. Y Casterly Rock no puede huir.

—Les arrebataremos su hogar —dijo Robb.

—¿Podemos hacerlo? —preguntó Joanna.

—Necesitamos hombres que reemplacen a los Karstark —dijo Robb—. Solo hay una persona en este reino con tal ejército que aún no se alió con los Lannister. El hombre con cuya hija debía casarme.

—Walder Frey —susurró Joanna, mientras Robb colocaba otra pieza Stark sobre los Gemelos.





Sentada en la sala del consejo junto a su esposo, Joanna mantuvo la mirada en sus dedos entrelazados frente a ella, tratando de combatir otra ola de náuseas matutinas. A este bebé, al parecer, no le gustaba que le dieran comida tan temprano en la mañana, y por lo tanto decidió que debía reaparecer en la forma de Joanna inclinándose sobre cualquier cosa que pudiera encontrar para recoger el contenido de su estómago antes de que hiciera un desastre.

Dos chicos Frey se sentaron frente a ellos en la mesa, con expresiones miserables. Black Walder y Lothar Frey habían salido de los Gemelos para reunirse con Robb para discutir las negociaciones en nombre de Walder Frey.

—Gracias por venir tan rápido —dijo Robb—. Sé que viajar no es fácil en estos días.

—Los caminos están llenos de asesinos y bandidos —dijo Black Walder—. Pero cuando el Rey en el Norte nos convoca, vamos.

—Nuestro padre nos ha dado instrucciones de decirle que su alianza con el Norte puede continuar si se cumplen sus condiciones —dijo Lothar—. Lord Frey solicita una disculpa formal por su violación al juramento sagrado de casarse con una de sus hijas.

—Por supuesto —dijo Robb—. Se lo merece. Yo actué mal.

—Como restitución por esta traición demanda Harrenhal y todas sus tierras relacionadas —continuó Lothar.

Edmure levantó la vista—. No creo que eso sea...

—Estamos peleando por el Norte —dijo Robb—. Harrenhal no está en el Norte. Será suyo una vez que la guerra finalice y no lo precisemos estratégicamente.

—Y hay algo más —añadió Lothar.

—Haremos todo lo que podamos para darle a Lord Frey lo que necesita —dijo Robb.

—No qué —dijo Black Walder—, sino quién.

Miró a Edmure mientras hablaba, quien parecía confundido—. ¿Qué? —todos esperaron en silencio a que entendiera a lo que se refería, y, cuando lo hizo, Edmure se rió—. No.

—Nuestro padre solicita que Edmure se case con una de sus hijas —dijo Lothar—. Roslin.

—¿Qué edad tiene? —preguntó Edmure.

—Diecinueve —respondió Lothar.

—¿Podría verla primero?

—¿Quiere contarle los dientes? —preguntó Black Walder—. Partimos hacia los Gemelos por la mañana. Necesitamos una respuesta antes de que nos vayamos y una boda después de una quincena o esta alianza se termina.

—¿Tu padre es consciente de que estamos en medio de una guerra? —preguntó El Pez Negro.

—Nuestro padre es viejo —dijo Lothar—. Lo dejaría tranquilo si pudiera verla casada con un buen hombre.

—Y su experiencia reciente lo ha hecho desconfiar de largos compromisos —agregó Black Walder.

—Tiene todo el derecho de estarlo —dijo Robb—. Por favor, discúlpenos mientras lo discutimos.

Black Walder y Lothar se levantaron para irse, y cuando la puerta se cerró detrás de ellos, la primera persona en hablar fue Edmure—. ¿Por qué debería dejar que ese viejo hurón elija a mi mujer? Como mínimo, me debería haber ofrecido la misma oferta que te han hecho a ti. Soy su Señor feudal.

—Es un hombre orgulloso y lo hemos herido —dijo Joanna.

—Yo no lo herí —dijo Edmure—. Mi respuesta es no.

El Pez Negro se puso de pie—. Escúchame con mucha atención. Tú...

—Las leyes de los dioses y de los hombres son muy claras —intervino Edmure—. Ningún hombre puede forzar a otro a casarse.

—Las leyes de mi puño están a punto de forzar tus dientes.

—Está bien —dijo Robb—. Lo escuchaste. Si te niegas, nuestra alianza con los Frey se termina.

—Me quería para una de sus hijas desde que tengo doce años —dijo Edmure—. No va a dejar de quererlo ahora y cuando diga que no, volverá y me ofrecerá una hija de mi elección.

—¿Estás dispuesto a arriesgar nuestra libertad y nuestras vidas por la posibilidad de tener una esposa más linda? —preguntó Catelyn.

—Tengo una guerra que pelear —dijo Robb—. No podemos ganar sin ellos. No tengo tiempo para regatearlo. Dijiste que querías enmendar lo del Molino de Piedra.

—¿Recuerdas ese ataque heroico? —preguntó el Pez Negro.

—Tenía algo menos permanente en mente —respondió Edmure.

—He ganado cada batalla, pero estoy perdiendo la guerra —dijo Robb—. Si no hacemos esto y lo hacemos ahora, estamos perdidos.

Edmure suspiró—. Me casaré con ella.

—Estás pagando por mis pecados, tío —dijo Robb—. No es justo ni correcto. Lo recordaré.

Joanna tomó la mano de Robb—. Lo recordaremos.

LIONS AND WOLVES | Robb StarkWhere stories live. Discover now