Capítulo 32

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Ese día ____ amaneció con una sonrisa en el rostro, emanando esperanza y alegría por dondequiera que fuera. Sus padres estarían bien, estaba segura de ello ahora.

"Tenemos una pista."

Solamente tres palabras hicieron falta para aflojar el nudo en su corazón y convertirlo de forma milagrosa en un hilo del que tirar. Ahora canturreaba camino a clase con la cabeza en las nubes, pensando en su cálido reencuentro.

Llegó al colegio antes de lo usual y allí estaban todos sus amigos, todos menos Esteban.

—¡Hey! ¿Qué t...?

—¡Shh! —La interrumpieron al unísono.

Lo comprendió todo en el momento que miró hacia al centro del patio: Allí estaba su amigo faltante, parado con una cajita y un bello ramo de rosas.

Claro, era el aniversario de su relación y aunque las cosas no estaban de lo mejor los últimos meses, un gesto romántico mejoraría las cosas. O eso creyó.

—Esteban. No... No debiste.

—No seas modesta, sé cuánto te gustan estos chocolates. No es problema alg...

—No, en serio no debiste. Lo siento, no puedo aceptarlo.

—No lo entiendo. ¿No te gustan?

—Sé que sí entiendes. Ya debes saber que nuestra chispa se esfumó hace tiempo—Hizo una pausa. Todos los miraban como si fuera una especie de obra de mal gusto pero a pesar de ello no podía ignorar más la situación por más difícil que fuera—. No puedo seguir fingiendo que estoy enamorada de tí, no quiero hacerlo; por tu bien y por el mío. No quería lastimarte, Esteban, pero todo tiene un límite, yo tengo un límite. Hace un tiempo conocí a alguien de casualidad, un muchacho gentil y pasional que me ama tanto como yo ahora a él. En verdad lo siento mucho, Esteban. No puedo seguir con esta mentira.

Esteban la vio alejarse apretando los dientes para contrarrestar su dolor. Las lágrimas salieron silenciosas de su rostro congelado en el momento en que su corazón terminó por romperse y sus rudas mejillas se humedecieron de impotencia. Muy dentro de sí sabía que esto sucedería, que sus esfuerzos no serían nada y se quedaría eventualmente solo.

Salió de su trance cuando, de tanto apretar las rosas, varias espinas se incrustaron profundas en su palma convirtiéndose verdaderamente en lo que llamamos sangre y lágrimas. Atizó el ramo en las manos del primero al que cruzó, quién fue Mateo, lanzándole encima la caja de bombones antes de salir del establecimiento a paso apresurado y bajando la cabeza a modo de ocultar su pena.

¡Esteban! ¿A dónde vas? ¡Espera!

Sus amigos lo llamaban pero nunca volteó la mirada y en un parpadeo desapareció de su vista. Pintaba mal así que no dudaron en seguirlo donde quiera que fuera, no lo dejarían solo luego de eso.


—Conque aquí estabas.

Mateo se sentó en el césped junto a su compañero que aunque no sollozara más, de todas formas ocultaba su rostro entre las piernas. Las mujeres hicieron lo mismo.

—¿No deberían estar ya en clase?

—¿Y tú no?

—Ni lo intenten, no pienso volver.

—¿Quién dijo algo sobre volver? Nos quedamos contigo.

—Ya todos estarán cotilleando sobre mi humillación pública, ¿verdad?

—¡Que le jodan a la escuela!

—Eso mismo ¿Te sientes un poco mejor?

No hubo respuesta de su parte, sólo miraba las marcas de punzón sobre su palma.

《El Nuevo Profesor 》-Sebastian Michaelis y Tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora