¡Mierda!

Es exquisito lo que me hace sentir, beso su cuello con behemencia mientras ella esta perdida en el placer que le estoy dando. Mi cadera choca en la suya y se siente el eco por toda la habitación, voy acelerando el paso y cuando siento que estoy a punto de correrme...

¡Joder!

Las manos de Molly me empujan con fuerza hacia atrás y ella se levanta de la cama. Me sonríe con picardía y me indica que me siente, la hacerlo me doy cuenta de sus intenciones. Yo soy bastante obediente cuando se trata de esto.

Molly se sienta sobre mí, montándome, mi polla está apretada y caliente, en esta posición la lleno completa y ella me recibe gustosa.

Se muerde su labio inferior y sus ojos me miran con intensidad, me jala del cabello y yo me pierdo en el movimiento de sus tetas grandes, las chupo y las manoseo y ella cierra los ojos. Siento cada vez mi polla más apretada y como va acelerando el ritmo.

Intensidad y rapidez, roce con roce hasta que llega a su clímax, siento como se corre sobre mi polla y es mi turno, sé que lo tengo ahí mismo. Ahora la tiro sobre la cama boca abajo y me hundo en su interior sobremojado por sus mismos jugos.

Y la embisto con rapidez, Molly no para de gemir y yo le doy más y más duro, sus nalgas vibran al recibir cada embestida mía hasta que llego.

¡Delicioso!
¡Joder me encanta esta versión de Molly!

A los dos nos invade la sensación de relajación que trae el clímax y nos quedamos dormidos. Molly acurrucada en mi pecho y los dos envueltos en la colcha de mi antigua cama.

Molly

Abro mis ojos con suavidad y me encuentro a Tohbías mirándome fijamente:

—Eres hermosa —confiesa y me besa en los labios pero ahí no se queda, pues comienza a regar besos por toda mi cara y yo solo río y me retuerzo entre sus brazos con felicidad.

Al bajar los dos luego de ducharnos juntos y hacer nuevamente el amor, decidimos ir por el desayuno, eran las diez de la mañana y yo moría de hambre. Tenía puesto uno de mis vestidos holgados y andaba en mis pantuflas, Tohbías solo tenía puesto su pantaloncillo de pijama y unas pantuflas negras, al parecer su padre aún le tenía ropa en su habitación.

Pelusas me sigue enroscándose en mis piernas mientras me sirvo el desayuno. Pelusas se adapta a donde sea, gracias a dios, en menos de cuatro meses he vivido en dos casas distintas.

Cuando estamos por terminar de desayunar me paralizo al escuchar la voz que entra en la cocina.

¡Vaya comienzo de día!

—Mi preciosa hija —escucho que dice mi "madre".

Tuerzo los ojos y Tohbías capta el gesto, frunce es ceño pero me giro hacia mis padres a saludarlos. Mi madre viste un vestido morado oscuro, super recatado pero demasiado pegado a su cuerpo y a su lado mi padre tiene su impecable traje negro de diseñador y este me sonríe con felicidad.

Corro a sus brazos y él me besa la cabeza, voy hacia mi madre y simplemente le doy un beso en la mejilla.

—¿Qué hacen aquí?

—Molly ¿qué clase de pregunta es esa? —me regaña Tohbías.

Llega el señor Reinalds y me sonríe, voy hasta sus brazos e igual me besa la cabeza con cariño.

—Pequeña cuando fui a darte el beso de buenas noches tuve que girar en U —admite Reinalds.

—¿Por qué? —pregunto incrédula.

AtándonosWhere stories live. Discover now