De pronto unas intensas y fuertes ganas de comer chocolate me invaden.

¡Joder!

—Molly ya es hora, eres hermosa—confiesa Issy con una sonrisa.

—Vale gracias, nos vamos ya —comento levemente frustrada, pensé que me iba a dar tiempo para comer aunque sea una barra de chocolate.

Salgo de mi habitación y puedo ver como los guardaespaldas se giran al verme. Veo en sus miradas sorpresa y fascinación, cosa que me hace sentir HERMOSA.

Salgo hacia ellos y nos dirigimos al hotel. Fuera del apartamento hay una muchedumbre de reporteros esperando mi salida. Así que los guardias me rodean hasta llegar al automóvil.

Al llegar al hotel lo mismo sucede. Camino hasta la entrada llena de jardines y fuentes. Subo por la lujosa escalera de mármol y sigo por una alfombra roja hasta la sala de la ceremonia. Aunque no entro, solo me quedo fuera a la espectativa.

Todos me hacen fotos y vídeos. Yo me sostengo fuertemente del ramo de rosas blancas que tengo en mis manos, todos están sentados en sus sillas blancas a juego con las mesas.

Escucho por los altavoces:

—Adelante la novia. —Ahora es mi turno de abrirme paso hasta el final.

Tengo los nervios a flor de piel. Camino a paso lento mientras, veo en una de las mesas por donde voy a mi tía que feliz me sonríe, junto a ella a Max. Les sonrío igualmente y sigo mi camino.

Fijo la vista a Tohbías. Sus ojos no se alejan de los míos sino que me hipnotizan. No puedo mirar nada más que no sea a él ahora mismo.

Luce su cabello rojizo bien peinado hacia atrás, sin una sola hebra fuera. Su barba bien afeitada. Su traje negro de diseñador, con saco y chaleco, bajo estos una camisa igualmente negra junto a una corbata a juego. Luce sus zapatos negros a juego con el cinturón del pantalón. En su mano izquierda reposa un reloj de oro blanco muy costoso y elegante. Siempre tiene puesto uno diferente.

Sus labios forman una sonrisa ladina en el momento que llego frente a él y me tiende la mano. La acepto y nos giramos hasta el juez que nos dará la ceremonia nupcial.

Pronuncia un breve discurso sobre el matrimonio, yo solo lo atiendo con interés. Al contrario de Tohbías que solo veo que me observa cada que nada.

Cuando el juez termina su discurso pide los anillos.

¡Había olvidado por completo los anillos!

Tohbías hace girarme para que vea como vienen dos pequeñas de cabellos rojizos, vestidas con unos pequeños trajesitos blancos. La primera pequeña en sus manitas trae una cestita con pétalos de rosas, los esparce para abrirle camino a la otra diminuta de rizos rojos y que va con su dulce sonrisa enseñando solo dos dientesitos. Esa última trae consigo una cesta blanca acorchonada.

En ella resposan los dos anillos matrimoniales. Miro a Tohbías y se me encoje el corazón de ilusión. Él comparte una mirada conmigo y dirige sus labios a una de mis mejillas. Yo siento mi corazón revolotear y escucho ante nosotros un aullido de parte de todos los presentes.

La melodía del piano cesa cuando llegan las pequeñas a donde nosotros y nos inclinamos a por los anillos. Tomo su sortija en los manos y es la hora de decir los votos e intercambiar los anillos.

Comienza él, Tohbías me pone mi sortija en mi dedo correspondiente, es de oro blanco con tres diamantes rodeados de pequeños diamantes, es precioso, ahora él mira a mis ojos para decir:

—Yo Tohbías McAdams prometo a ti querida, amarte, honrarte por toda la vida. Seguir amándote en la tristeza, el sufrimiento y la pobreza. Poder ser el hombre que quieres que sea y cada día recordarte que a partir de este momento, eres lo más importante de mi vida.

AtándonosWhere stories live. Discover now